
Por fin hay indignación colectiva y durante semanas algunos críticos, políticos, periodistas y columnistas han salido a expresar de frente su rechazo por la aberrante actitud del señor J Balvin, un representante del reguetón que le puso la cereza al pastel y llenó la copa de quienes pacientemente hemos aguantado los atropellos que hace este y otros artistas a la mujer, expresado en la narrativa barata de sus textos.
Pero, aunque por mucho tiempo se ha cuestionado las interpretaciones de este “reguetonero” y de muchos otros que hacen apología al irrespeto, la irreverencia y el maltrato a los valores, esta vez el agravio sobrepasó la última raya y en el mundo entero se siguen escuchando voces de censura a una grabación donde aparecen mujeres disfrazadas de “perras” en posición de cuatro patas, dominadas por la cadena que sujeta con sevicia y burla el señor J Balvin.
Muchos imaginaron que esto hacia parte de otra de esas astutas estrategias de los manejadores del marketing para ganar adeptos y causar revuelos que inflan las cifras de los seguidores de estos personajes en las redes sociales.
Los seguidores del señor J Balvin por su parte, se sorprendieron al ver que el controversial rodaje “Perra” fue vetado y sacado del aire por la plataforma YouTube después que las críticas de repulsión hicieran su aparición por los medios para exigir respeto a la mujer, a los principios y a la música.
Sin embargo, desde mi humilde opinión ese reclamo es otra de las tantas manifestaciones de la doble moral de nuestra sociedad, ya que muchos de los medios y periodistas que hoy salen a reclamar, son y han sido los responsables que estos mensajes de afrentas en contra de la mujer hayan llegado a todos los rincones del mundo y tengan adormecida la mente y el corazón de nuestros adolescentes.
Lamentablemente el dinero, la payola y las prebendas han estado por encima de los manuales de rectitud y mientras los propietarios de algunos medios y plataformas reciben su jugosa tajada por la difusión indiscriminada de estas producciones, el mundo se ahoga en su propia basura, la familia se desintegra, las tradiciones se pierden y cada quien toma rumbos distintos, porque esos sombríos textos han logrado su cometido volviendo trizas la moral de la música bien elaborada.
¿Y entonces de qué se quejan ahora los dignos propietarios de esas estaciones responsables de la polución de tan nefastas enjundias?
¿Como se pueden victimizar ahora y salir a proclamar discursos disfrazados de decencia cuando han sido ellos los garantes de semejante descomposición social?
Perdónenme señores, pero cada vez que ustedes difunden y promocionan esas «dizque canciones» están matando la posibilidad de tener generaciones renovadas, respetuosas y solidarias, porque servir de parlante de estos adjuntos donde la mujer se caracteriza de “perra” para gatear por el piso atada a una cadena, eso definitivamente sobrepasa todos los límites.
Ahora bien, el pronunciamiento de la señora Martha Lucía Ramírez que cataloga el video como misógino y machista no es otra cosa que una de esas apariciones oportunistas en los medios tratando de limpiar las culpas de un estado al que se le olvidó hace mucho tiempo que tenemos un país tan rico en folclor, aires y tonadas y que por la ausencia de políticas públicas han sido desplazados por un propagandismo voraz, con la complicidad misma de los dirigentes, y en especial de aquellos que se inventan cada cuatro años modelos pedagógicos diferentes donde se refunden los valores, lo estético, lo bello y la identidad.
Si un sombrío clip como el del señor J Balvin no tuviera tanta difusión por los medios, ¿llegaría a millones de audiencias como sucede con estas producciones?
Si un país como el nuestro conservara en sus mallas curriculares aquellas áreas donde se enseñaba nuestra música, nuestros raizales ancestrales, nuestra cultura, ¿andarían los niños de ahora lánguidos con estos textos que generan tamaña descomposición interior?
No señor, la culpa no es solo de este y otros personajes, la culpa es de todos; de esos mismos que hoy salen con refranes rebuscados a lavarse las manos cual Pilatos y a decir que esta música agrede a la mujer, la degrada y la cataloga como un objeto de propiedad de los hombres, «descubrieron que al agua moja».
Quienes en solitario hacemos la silenciosa tarea de introducir en el alma de los niños la riqueza de la música bien hecha, sea cual sea su género, y trabajamos cual quijotes combatiendo los molinos de viento en un país y una sociedad donde cada vez se diezman más y más los valores, debemos intensificar hoy como nunca nuestras acciones para seguir luchando en contra de estas absurdas manifestaciones, combatiéndolas a punta de bambucos con armadura de identidad y fusil de clavijeros.
Mientras este “tinturado mono” sale en pantaloneta sujetando a dos mujeres de raza negra con cadenas, en las barras de sus adeptos hay quienes, sin sonrojo alguno, defienden este infausto video y solicitan a grito herido que el filme vuelva a las plataformas, quizá para saciar su morbo y alimentar el irracional gusto por esta clase de descarriadas representaciones.
He repetido en varias columnas la frase que aparece en uno de los muros de un centro de reclusión que dice: “Educar al niño para no tener que castigar al adulto” cavilación que vuelvo a reiterar porque mientras el estado genere políticas claras, sostenibles y convenientes para nuestros niños, mientras haya una verdadera regulación de los contenidos de emisoras, estaciones y plataformas, y mientras a nuestros aires se les dé el valor que tienen y merecen, jamás tendremos que castigar a personajes como al que nos referimos, protagonista hoy de insólitos temas que no han hecho otra cosa que agredir la lógica e influenciar pensamientos de manera nefasta.
Nos comimos el cuento completo del tal “libre desarrollo de la personalidad” y con esa carreta nos fueron cambiando sistemáticamente el chip donde ya no hay espacio para la vergüenza y lo inconveniente es conveniente al punto de calificar de anticuado y retrógrado a todo aquel que hable de respeto, valores, tolerancia o rectitud.
¡Si!, se perdió la capacidad de asombro y estos temas se volvieron parte del paisaje y todo porque esa dosis de lo anti estético nos la han empacado en cápsulas de entretenimiento y en franjas a las que ahora los noticieros dedican la mayor parte del tiempo.
La expresión de la propaganda: “¿Sabe usted donde están sus hijos en este momento? se las cambio por: ¿Sabe usted qué música escuchan y que contenidos ven sus hijos en este momento?
Una pregunta que nos llama a reflexionar sobre nuestra inaplazable e indelegable función de educar, orientar y conducir por el buen camino a nuestros hijos, tarea encomiable que tienen también los maestros en las escuelas y por supuesto los gobiernos, que en últimas son los que reglamentan, prohíben o permiten; y es que no se trata de coaccionar el pensamiento de nadie, se trata de sembrar buenos semillas en parcelas de atesorada tierra donde nazcan frutos erguidos al éxito, a lo bien hecho, a lo conveniente para alcanzar el bienestar y la felicidad, esa conquista por la que todos trabajamos de manera sostenida y que se fundamenta en los cimientos básicos, en la unión, en la familia y en el corazón de cada individuo.
Es esta mi reflexión respecto a la absurda cinta del señor Balvin, un filme que más allá de haber causado rechazo y estupor debe llamar la atención de todos para tratar estos temas a fondo y no con estrategias propagandistas y oportunistas que nada aportan a la transformación cierta de nuestro sociedad, ya que mientras sigan estos modismos infiltrándose en el alma de nuestros párvulos, mientas continúen los dueños de la industria llenándose los bolsillos a costa de la degradación de la mujer, mientras el estado siga haciéndose el desentendido con el establecimiento de manejos que amparen la identidad y mientras los responsables de eventos permanezcan alimentando sus agendas con estas expresiones, no será posible encontrar el norte, porque al parecer la brújula la tienen escondida quienes pretenden confundir para lograr sus maquiavélicos y lesivos propósitos.
La solución no está en quitar un video de las plataformas, la solución está en tratar este tema con la seriedad y profundidad que el caso amerita para erradicar un mal que, como el cáncer, ya invadió el cuerpo entero de una sociedad adormecida que no quiere despertar y convierte tan grave realidad en mediática noticia que luego de dos semanas de alboroto vuelve a agazaparse tras el cómplice silencio donde agoniza hasta la más recóndita fibra de los huesos.
¡No más señor J Balvin, no más!