Educación diferenciada y con calidad – Carlos David Martínez #ColumnistaInvitado

Cuando se habla de enfoque diferencial en la educación se suele hacer referencia a la importancia de tener en cuenta las diferentes necesidades de las poblaciones en los territorios, por lo general en el marco de los derechos que apuestan a procesos sin exclusiones, eliminando barreras físicas, pedagógicas y actitudinales. 

Incluso entre los defensores del enfoque diferencial, es común que se cuestione hasta qué punto los esfuerzos por tener ofertas diferenciadas, de acuerdo con la población que se atiende, puede afectar la calidad de la educación al tener un estándar para unos y otro diferente para otros. 

Este enfoque no se debe entender como un decremento de la calidad, por el contrario, implica el desarrollo de esfuerzos institucionales y sociales para lograr una verdadera inclusión que no se limite a adecuaciones arquitectónicas. 

En un país tan diverso como el nuestro, la diversidad de los territorios debe llevar a reflexiones profundas para que la educación se adapte a las realidades de cada región, a las cosmovisiones y tradiciones, entendiendo que la transmisión de la “cultura general” no siempre lleva a la aculturación, pero sí promoviendo un respeto profundo por las comunidades. 

Los docentes pueden hacer esfuerzos por ajustar sus prácticas pedagógicas para lograr acciones incluyentes, pero no debe entenderse que toda la responsabilidad recae sobre ellos, se requiere esfuerzos significativos para lograr condiciones que garanticen acciones realmente incluyentes. 

Vale la pena empezar por recordar que la educación es un derecho y no simplemente un servicio, ese sería un primer paso para pensarnos la viabilidad de una educación diferenciada con altos estándares de calidad para todas las regiones.