Una herencia contaminada – Germán García Barrera #Columnista7días

Germán García Columnista 7 díasUna encuesta que consultó a 10 mil personas, de entre 16 y 25 años, de Reino Unido, Finlandia, Francia, Estados Unidos, Australia, Portugal, Brasil, India, Filipinas y Nigeria, concluyó que “los jóvenes temen por el futuro debido al cambio climático”.

La investigación, difundida por el portal BBC Mundo, contó con la financiación de la plataforma Avaaz y la participación de la Universidad de Bath (Inglaterra), el Centro para la Innovación en Salud Global de la Facultad de Medicina de la Universidad de Stanford y la Universidad de Helsinki.

El estudio concluyó que casi el 60% de los jóvenes encuestados dijeron sentirse muy preocupados o extremadamente preocupados por la variación climática.

El 45% expresó que el deterioro ambiental y sus efectos sobre la vida de las personas generan alteración diaria de sus sentimientos; más de la mitad ven un futuro aterrador, y alrededor del 56% creen que la humanidad está condenada.

“Dos tercios de los jóvenes dijeron sentirse tristes, asustados y ansiosos. Cuatro de cada diez dudan si tener hijos”, según el reporte hecho por la BBC.

¿Qué porvenir les estamos dejando a nuestros hijos? No hay que ver los noticieros para darnos cuenta de las alteraciones ambientales: ríos como el Chicamocha con una alta carga contaminante, páramos y bosques significativamente intervenidos, y deficientes e intermitentes políticas institucionales para concertar proyectos de sostenibilidad con los campesinos que allí habitan; incremento constante de residuos sólidos y lánguidas iniciativas oficiales para promover su disminución.

Es posible que los temores de esos 10 mil jóvenes encuestados los compartan los nuestros, los escolares, los universitarios, quienes ya están inmersos en la vida laboral y ojalá, quienes aún jóvenes, ocupan cargos de decisión en la empresa privada o en el sector oficial.

Un dato inquietante, aunque no sorprendente, es que el 65% de los jóvenes consideran que los gobiernos les están fallando al no actuar o al no hacerlo con efectividad ante el cambio climático, y esa es una deuda muy costosa.

Aquí cobra fuerza aquel proverbio indio que reza: “la Tierra no es una herencia de nuestros padres, sino un préstamo de nuestros hijos”.

El tiempo se acaba y no es alarmismo. Los hechos son contundentes: incendios forestales más recurrentes, sequías, inundaciones, suelos sobreexplotados y degradados, aire y agua contaminados.

Frente a este panorama los jóvenes tienen una enorme responsabilidad, la de actuar para impulsar las transformaciones necesarias y eso incluye ejercer liderazgo en el impulso proyectos encaminados a descarbonizar la economía, e inteligencia al momento de elegir dirigentes comprometidos con la preservación del planeta. En estos propósitos no podemos dejarlos solos.

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