Los adolescentes y las redes sociales – Javier Sneider Bautista #Columnista7días

“La imagen personal va más allá de factores externos. Es cierto que llevar la ropa o el maquillaje adecuado a cada situación ayuda a construir una positiva imagen personal, pero además es necesario adaptar nuestro comportamiento, lenguaje corporal, tono de voz, etc. a las distintas situaciones a las que nos enfrentamos”, esto dicho por Marina Fernández, directora de Relaciones Interinstitucionales de la Escuela Internacional de Protocolo.

Lo anterior, enmarcado en un lenguaje corporal en ambientes presenciales, ahora bien, en el mundo virtual también hay unos códigos y un lenguaje que se puede leer e interpretar de acuerdo a cómo queramos compartirlo; María Fernández también destacó que una buena imagen en redes sociales es fundamental para avanzar profesionalmente, ya que una vez publicamos algo en nuestro perfil perdemos el control sobre esa publicación.

“Es decir, no sabemos a ciencia cierta quién puede leer ese texto o ver esa fotografía que hemos publicado. Es el efecto multiplicador de las redes sociales. Bien jugado, puede ser muy beneficioso para nuestra carrera profesional, ya que puede impactar a muchas personas en distintos puntos del mundo”, afirma Fernández.

Pues es en ese aspecto que hay que enfrentarnos a un trabajo mancomunado por usar adecuadamente las redes sociales y entender que en la red hay buenas y malas personas, usuarios bien intencionados, y ciber-delincuentes que buscan hacer daño y/o afectar la imagen de quien está en la virtualidad. Por eso, es importante tener un claro concepto del mensaje o la intención que queremos generar a quien lee nuestras publicaciones y contenidos en la red, especialmente en los perfiles personales.

No es lo mismo compartir conocimiento, reforzar nuestras habilidades profesionales y enseñar nuestros logros, que compartir el paseo en familia, la fiesta con los amigos, la despedida de solteros, los memes que nos comparte la tía o la noticia falsa sobre el chip que viene en una vacuna anti covid.

Lo anterior solo deja ver una situación y es el nivel de preparación que podamos tener para administrar nuestras redes sociales, no solamente en el aspecto técnico para saber configurar la privacidad de nuestro perfil, sino también el reconocer el nivel de seriedad o compromiso que tenemos con nosotros mismos para aceptar amistades de desconocidos, compartir contenidos de terceros que a veces carecen de validez y sobre todo que pueden generar algún efecto negativo en los que siguen nuestro perfil.

La salud mental de los jóvenes es una de las grandes preocupaciones. Una de las razones es por el alcance y la exposición que pueden tener en las redes sociales. Instagram por ejemplo una de las herramientas de comunicación que más usan los jóvenes para mostrar sus fotos y según un informe de The Wall Street Journal, han venido acrecentándose casos en los que los jóvenes siguen un patrón errado del modelo de imagen corporal, una foto de perfil puede decir mucho de nosotros, de nuestros objetivos e intereses.

No es exageración decir que tales fotos podrían ser determinantes a la hora de encontrar un trabajo. Muchas empresas importantes basan sus primeros juicios en lo que ven en el perfil de los aspirantes, e incluso hay compañías que tienen como política revisar las redes sociales antes de contratar a una persona, hasta ahí todo bien, pero ,¿qué pasa cuando los jóvenes buscan ser aprobados por otros jóvenes gracias a las redes sociales?, ahora bien, ¿y qué hacer cuando no son aprobados y por el contrario, los jóvenes son atacados por otros usuarios cuando publican fotografías o contenidos personales en sus perfiles?

El estudio de TWSJ, determinó que el 40% de los usuarios adolescentes de Instagram en Estados Unidos y Reino Unidos se sienten “poco atractivos”, e informaron que esa sensación la mantenían al usar la red social.

WSJ aseguró que los principales ejecutivos de Facebook estuvieron al frente de la investigación, y concluyeron que Instagram fue diseñada para una “mayor comparación social” que otras aplicaciones como TikTok o Snapchat, que se centran más en el rendimiento y en los filtros graciosos para el rostro, respectivamente.

Para las adolescentes, la red social es considerada como un “motor de comparación social”, principalmente cuando un usuario juzga el valor, el atractivo y el éxito de otro y lo compara con sus atributos.

Facebook tiene mucho trabajo por delante para contribuir con la salud mental de sus usuarios más jóvenes. Trató de hacerlo con una prueba en su interfaz, ocultado recuentos de me gustas, una métrica sobre la que los adolescentes señalaron que les causaba ansiedad, pero no tuvo un gran efecto.

Ahora bien, ¿qué podemos hacer para evitar caer en una afectación a nuestra autoestima porque nos afecta tener pocos (likes o me gusta), cuando subimos una foto o un video?, pues bien, no es posible entender a los adolescentes sin comprender su entorno e identidad digitales.

Debemos dar más espacio al diálogo y a que sean los adolescentes los que nos terminen contando qué disfrutan de las redes, que nos enseñen a manejar las herramientas digitales, que les permitamos expresar lo que sienten, a pesar que no estemos de acuerdo o no entendamos lo que esté pasando, esto nos permitirá brindar y obtener la confianza necesaria para que nos ilustren sobre lo que están viviendo y si algo les está afectando de ese mundo virtual.

Necesitan que estemos presentes, debemos permitir que exploren, creen y se equivoquen. Esa será la mejor manera de que generar un espacio para que acudan a nosotros cuando lo necesiten. Los adultos siempre seremos figuras claves para ellos, modelos y referentes, incluso en este tema.

La responsabilidad es compartida y el no saber de tecnología o del uso de las redes sociales, no nos excluye del compromiso que tenemos con la realidad que viven nuestros adolescentes. Internet o las redes sociales no son malas o dañinas, los malos son los que hacen uso inadecuado de estas. Sin embargo, los buenos somos más.