Hoy hace 211 años Chiquinquirá se convirtió en Villa Republicana

Lo hicieron 40 días después de que en Santafé de Bogotá con las disculpa del préstamo de un florero se diera comienzo al proceso de liberación colonial europeo.

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La plaza de la Libertad ha sido el lugar más importante de la llamada Capital Religiosa de Colombia.

Fue un sábado, 1 de septiembre de 1810, cuando Chiquinquirá proclamó su independencia firmando el acta de la Villa Republicana, donde decidió su autonomía e independencia del gobierno colonial de Ultramar.

Víctor Raúl Rojas Peña, entonces secretario de Educación de Chiquinquirá, publicó el 1 de octubre 1998 en el periódico Boyacá Sie7e Días y EL TIEMPO el siguiente texto resumen de lo ocurrido:

La nueva Junta de Gobierno con el ánimo de sumar voces y voluntades a la causa, solicitó a las municipalidades más importantes de la época que autónoma e independientemente rubricaran el acta por la cual se sumaban a los mandatos del nuevo gobierno.

Estas noticias llegaron a la apacible aldea de Chiquinquirá a finales del mes de agosto. Un hombre septuagenario llamado José Joaquín de las Casas Novas redactó el acta de la Villa Republicana de Chiquinquirá y con los ciudadanos notables procedieron el 1 de septiembre de 1810 a exigir La autonomía de Chiquinquirá de la llamada oprobiosa dependencia de Tunja.

 

En el mismo documento se sabe que el Primer alcalde de voto que tuvo Chiquinquirá en su historia republicana fue el payanés Ramón Ángel Tenorio (familiar del prócer Camilo Torres Tenorio).

Época del terror del balance historiográfico que ofrece el sacerdote Cayo Leonidas Peñuela, se desprende que al pasar por Chiquinquirá el pacificador Pablo Murillo con su infamante patíbulo de los firmantes del acta de la Villa Republicana sólo encontró el anciano de la Casas Novas, en tanto que los jóvenes habían ingresado al grupo guerrillero que desde la época de los comuneros sostenía el hacendado chiquinquireño Vicente Rafael García, que se movía por el cordón cordillerano de Güepsa, Villa de Leyva y Samacá.

Poco se ha estudiado la importante incidencia que este grupo tuvo en el desenlace en la Batalla de Boyacá el 7 de agosto de 1819, cuando el mismo Peñuela afirma que el desvío de unas tropas de Barreiro para enfrentarlo fue clave en la rápida victoria de los ejércitos patriotas en el Puente. No se registra en ningún documento el fusilamiento de chiquinquireño alguno en la denominada época del terror.

Consolidación de la ciudad, tras el triunfo del Puente de Boyacá, en diferentes oportunidades el Libertador Simón Bolívar visitó la milagrosa imagen de la Virgen de Chiquinquirá, a pesar de la tendenciosa afirmación que presenta en el Diario de Bucaramanga su edecán Perú de Lacroix.

Un significativo impulso a la educación se brindó en las décadas de 1830 y 1840, además de la consolidación del proyecto cultural que a mediados del siglo pasado llevó a Chiquinquirá a ser llamada la ciudad de los Cien Pianos.

Entonces nunca fue gratuito que florecieran sus poetas, músicos, folclorólogos, escultores, juristas e historiadores, entre los cuales destacamos a Julio Flórez, José David Guarín, Jorge Mateus, Pio Alberto Ferro Peña, Octavio Quiñones, Rómulo Rozo Peña, Antonio Cortés Mesa, Fabián Morales, Julián Páez, Andrés de Mesanza y José Joaquín Casas.

Ya para el siglo XX al concluir la pavorosa Guerra de los Mil Días y después de los abrazos de reconciliación, los moradores empezaron a soñar con la coronación de la Virgen de Chiquinquirá como Reina y Patrona de Colombia.

Sin embargo, la ciudad habría de llorar el escandaloso entredicho (sanción canónica) de junio a octubre de 1918 cuando se opuso al omnímodo poder del Arzobispo de Tunja Eduardo Maldonado Calvo quien ordenó trasladar la imagen para que finalmente fuera coronada el 9 de julio de 1919 en una impresionante ceremonia escenificada en la Plaza de Bolívar de Santafé de Bogotá que recién estrenaba alumbrado público.

Y continuaba don Víctor Raúl Rojas: el 15 de mayo de 1926 llegó el tren a Chiquinquirá, ocho años antes había llegado el primer automóvil por una polvorosa carretera. Estos símbolos de modernidad no fueron suficientes por cuanto la decadencia comercial de la ciudad y región se fue acrecentando para recuperarse hacia los años 60 con el descubrimiento de los valiosos yacimientos esmeraldíferos en el ansiado país de los muzos.

“La proyección mundial de la ciudad y el reconocimiento de sus preciados tesoros llegó con la publicitada visita del papa Juan Pablo II el 3 de julio de 1986 con ocasión del Cuarto Centenario de la Renovación de la Imagen”, concluía el escritor e historiador Rojas Peña.

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