La suerte de mi querida Duitama – José Ricardo Bautista Pamplona #Columnista7días

Tengo la responsabilidad indelegable de referirme a una ciudad que, aunque no vio alumbrar la luz de mi nacimiento, sí vio encender la existencia de mis hijos, el retoño del amor y los sueños abnegados que, como Pueblito Boyacense y el surgimiento de varias figuras del arte, hoy son una feliz realidad.

Según se anota en las páginas de la historia, la ciudad de Duitama correspondía a un caserío muisca gobernado por el cacique Tundama, vocablo que cambió por Duitama, señor absoluto y poderoso que tenía por jefes tributarios a los caciques Onzaga, Soatá, Chitagoto, Susacón o Cabita, Icabuco, Lupachoque, Sátiva, Tutazá y Cerinza.

La ciudad ha crecido como todas las nuestras entre dos aguas: por un lado, la recordación del ancestro indígena representado en el aguerrido Cacique Tundama y por otro, la conquista tras la llegada de los españoles que a decir verdad en la Duitama es muy poco lo que se simboliza en balcones y fachadas, a diferencia de otros lugares, como la misma capital del departamento.

He querido evocar apenas algunos rasgos de la leyenda, por cuanto esta columna no pretende adentrarlos por ahora en ese anecdotario fascinante, sino más bien para revelar la fuerza de un cacique, quizá el más grande opositor del dominio español, quien luchó contra viento y marea para lograr el respeto de la soberanía de esta tierra fértil de trigo y manzanas.

Con ese mismo nervio de su legítimo líder, Duitama se convirtió con el tiempo en el principal puerto del centro oriente colombiano, y no tardaron en llegar las grandes empresas, enarboladas por visionarios gestores que la transformaron en urbe industrial con un desarrollo vertiginoso y un posicionamiento en el concierto regional y nacional.

La bella Duitama ha tenido épocas de oro, representadas en la revelación de grandes figuras y personajes en el deporte, la cultura, el derecho, la industria y el humanismo y en sus anales están registradas las épocas que dieron luz a su apelativo de ciudad cívica por excelencia, porque el fulgor solidario de sus gentes predominó, reemplazando los intereses individuales por los que hacían el bien al colectivo.

La Perla de Boyacá, apodada así por la modestia, la pureza y la unión feliz, vocablo que en latín traduce “único”, como único es este consagrado pueblo donde se albergan los recuerdos de muchos soñadores quienes lograron llevarla a la cima en momentos de lustro para sus gentes y el surgimiento de líderes emancipados en una gesta de reveladoras batallas, donde pudo más la fuerza de la alianza y la solidaridad de sus hijos.

Esta tierra de magnánimos páramos y caudales que brotan de su entraña, creando colchones de agua que garantizan larga vida para los habitantes de la pródiga comarca, es el más grande referente de aquellos parajes donde la mano de Dios fue dadivosa, por eso no se concibe el hecho de contemplar con tristeza su difícil momento, tal vez a causa de un desaforado deseo de poder y gobernanza donde se traduce la irracionalidad del hombre a quien todo le fue dado y nada le fue negado.

La industria harinera del Tundama, su emporio transportador, la fábrica de cerveza, la embotelladora de gaseosas y la fabricación de motores de automóviles, entre tantas otras industrias que hicieron de este suelo un verdadero sembrado de esperanzadoras mañanas, ha sido reducido a inútiles contiendas donde algunos se disputan el poder, aquel que se arrebata sin contemplación alguna para dominar y sobresalir, alimentando quizá  caprichos  de algunos de sus herederos a quienes se les olvidó la grandeza de sus mayores.

Luego de brillantes y visionarios gobiernos, la ciudad ha ido descendiendo hasta perder ese protagonismo histórico que le dio el osado nombre de “capital cívica del mundo” con ocasión de los campeonatos mundiales de ciclismo de 1995 y que decir de las preseas que colgaron del pecho de los más grandes de la orbe en la otrora maratón de los libertadores, por mencionar tan solo uno de tantos momentos de gloria que al son de bambucos y raizales entonaciones de su banda “ganadora de ganadoras”, armonizaron aquellas alboradas que despertaron otras mañanas, tal vez más gratas que las de los últimos tiempos.

Pionera de la radio, el emprenderismo y el liderazgo. Ciudad educadora de reconocidos puntajes en la tabla de honor del país de las pruebas saber, cuna de importantes personalidades que han escollado con éxito en los escenarios del mundo, gestora de reconocidos eventos que en otrora dieron lustro a su nombre, Duitama merece un presente alentador y un futuro tranquilizador para las presentes generaciones, porque este suelo lo tiene todo para avanzar por el sendero que conduce a la cúspide de anheladas ilusiones.

Para que un enfermo se recupere, es necesario diagnosticar con responsabilidad sus males y Duitama ha padecido de varias enfermedades en las últimas décadas, y por eso pide a gritos, la unión de sus gentes, el denodado esfuerzo de todos, el resurgimiento del civismo, la práctica cierta de la humildad y los valores, el establecimiento de la verdad y la aplicación de la responsabilidad, esa costumbre ancestral que con creces enseñaron sus sabios progenitores.

Se debe hacer un frente común, pero esta vez de manera innegable para sacar la casta y lograr resurgir como el ave fénix, emprendiendo de nuevo el vuelo por ese cielo donde cada estrella espera ansiosa para revelar su fulgor en medio de alguna impertinente y pasajera nube gris.

Un resurgir orientado por premisas de progreso y desarrollo, de maximización de sus grandes baluartes, de aprovechamiento técnico y racional de su fructífero suelo, de apego a las sanas costumbres que son la base sobre la cual se debe propender por su evolución sistemática donde logren convivir las nuevas ideas con las que dieron lustro a su atesorada historia.

Atrás debe quedar la soberbia y los desaforados enfrentamientos que no le han hecho bien a esta querida cuna. Atrás deben quedar, también, las rencillas y la desunión que contradicen la traducción etimológica de la “Perla” y más atrás tienen que estar los intereses personales, porque es el momento del resurgir de un nuevo liderazgo capaz de volver a poner a Duitama en el sitial de honor que, desde su creación, le otorgó la divina providencia.

Hay un menú nutrido de candidatos que añoran llegar, así sea por tan solo dos años, a gobernar la ciudad y saben que no será nada fácil reconstruir en tan poco tiempo un catálogo de acciones benéficas para la capital del Tundama, articulando lo ya existente con nuevos proyectos donde ganen todos, sin discriminación de clases, credos o colores políticos y en el que Duitama se convierta en escenario de nuevas oportunidades y generación de empleo, amén de sus magnas fortalezas.

Proyectos viables y alcanzables, desarrollo en lo rural y urbano, valoración y promoción de sus raizales ancestrales, optimización de sus facultades territoriales, recuperación de los eventos icónicos que eran la huella digital de su cultura, explotación racional, en el buen sentido de la palabra, de sus fortalezas paisajísticas y ambientales, conservación de su patrimonio y, por supuesto, la cura definitiva de algunas dolencias legendarias como la solución al grave problema del suministro de agua y servicios públicos, son entre otras las acciones inmediatas que requiere Duitama, para enderezar el rumbo y volver a protagonizar grandes gestas como las que libró el aguerrido cacique Tundama y los demás caudillos que lo prosiguieron.

En este crucial ínstate, no hay cabida para la indiferencia y menos a la apatía, porque este auténtico momento amerita de la fuerza de todos, sacadas de donde sea, quizá del mismo deseo por vencer la adversidad y las ganas de superar las duras tentativas del destino que ponen a prueba la gallardía y la “berraquera” de sus gentes.

En lo personal, no sé si alguno de los postulados tiene o no la llave mágica para abrir la puerta que conduce al éxito, pero de lo que si estoy seguro, es que sea quien sea el triunfador de la mediática contienda, debe convertirse al otro día de su elección en un pacificador de gallardas reacciones para gobernar, no a los que lo eligieron, sino a todos los que habitan el sagrado suelo convertido para sus pobladores en paciente parcela de expectaciones y depositario de anhelos masivos que ansiosos aguardan su nacimiento.

Duitama debe ser gobernada sin esos odios propiciados por los abucheadores, sin vanidades ni soberbia, sin revanchismos ni manipulaciones. Duitama debe ser administrada con conocimiento, aplomo, respeto, serenidad y un dinámico actuar protagonizado, en primer lugar, por los que lleguen a las diferentes áreas del aparato público y en segunda instancia por todos los hijos de esta noble comarca, nacidos o no en este suelo.

Duitama tiene que volver a ser el epicentro de grandes proyectos. Las bondades de esta tierra ameritan el arribo del crecimiento humanístico y físico de la ciudad. Sus mentores se deben destacar por un liderazgo recto donde pululen las ideas en medio de la diversidad del pensamiento y sus atractivos convertidos hoy en productos turísticos como Pueblito Boyacense, páramos y paisajes, incluso los tan mencionados cerros, que han sido el «caballito de batalla» de históricas campañas electorales, están llamados a servir de escenario del desarrollo económico que generen mayores congruencias de progreso, sin agredir su verdadera esencia, ya que es ahí donde reposan en cofre sagrado, esos recuerdos que aun palpitan con su llama en el corazón de Boyacá.

Ánimo mi bella Duitama que “todo va a estar bien”.