La partida del patriarca de la rumba criolla, don Rafael Arturo Moreno Cárdenas

Luego de una larga convalecencia llegó el momento anunciado y don Rafael Arturo Moreno Cárdenas partió a la gloria de Dios, quizá para buscar en el espacio celestial, más motivos de inspiración y seguir alumbrando las rumbas criollas que tanto honor dieron a su entrañable tierra Boyacense.

Don Rafael Arturo Moreno Cárdenas acompañado de su hijo el maestro German Moreno Sánchez y el maestro Jaime Llano González. Fotografía Archivo particular.

Este patriarca de estirpe campesina nació el 31 de diciembre de 1927 en el municipio de Ventaquemada y fueron sus padres Don Adolfo Moreno Cárdenas y Doña Soledad Cárdenas, quienes le dieron el ejemplo como músicos interpretando el tiple y la bandola, en compañía de su tía María de Carmen que tocaba la guitarra, animando las fiestas sociales de la época.

El maestro Arturo Moreno fue el cuarto de cinco hermanos: Lucila, Leonor y Mercedes (gemelas), Arturo y Fernando el menor. Un 30 de diciembre de 1965, contrajo matrimonio con Celia María Sánchez, de cuya unión nacieron sus hijos: Javier Arturo, Martha Lucía, Adolfo José y Germán Antonio. Adelantó sus estudios de básica primaria en la escuela de Ventaquemada, continuándolos hasta parte del bachillerato en el colegio “José Joaquín Ortiz” de la ciudad de Tunja. 

De niño le apasionaba la música, por eso en las fiestas de su pueblo no se perdía una presentación de la banda de músicos que dirigió el maestro Félix León Molano, el creador de la primera banda de Ventaquemada y ex director de la banda de Tunja, Ramiriquí, Villapinzón y Samacá.

Por la misma época, en un transistor comenzó a escuchar la música colombiana, que transmitían las emisoras “Radio Sutatenza” y “Radio Tunja”, en especial, un programa radial donde actuaban los presos del penal que en ese entonces estaba ubicado en el parque Pinzón de la capital del departamento. Contaba el Maestro Arturo, que le pagaban a doña Margarita, la dueña de la tienda en Ventaquemada, para que los dejaran escuchar los programas de música colombiana que se emitían en la época.

De 17 años fue nombrado por un tiempo alcalde de Ventaquemada, cuando apenas ya tenía la cédula, allí dedicó sus esfuerzos, entre otras cosas, a la Escuela de Albarracín, que a propósito había construido su padre Don Adolfo Moreno, cuando también se había desempeñado como alcalde del municipio.

Don Rafael Arturo Moreno Cárdenas fue uno de los grandes precursores de la Rumba Criolla. Fotografía Archivo particular.

El maestro Arturo Moreno, se inicia musicalmente siendo aún muy joven al lado de los Hermanos González en Ventaquemada, que interpretaban la bandola y el tiple. La primera bandola que toco fue de cinco órdenes con clavijero de madera, cuando apenas tenía cinco años, y cuando no la utilizaba como instrumento musical, era su juguete.

Pero la atracción permanente por la música, lo motivó a ejecutar como autodidacta el tiple, el violín, la guitarra y la bandola que fue su instrumento predilecto. En Turmequé conformó un grupo musical que amenizaba las reuniones sociales de la región, con Rafael Romero y el maestro Salvador Ruiz Pineda quien dominaba la lectura musical, interpretaba el violín y había dejado un legado musical que no ha podido recuperarse; y un dueto vocal con el músico Arturo Otálora.

Su mayor satisfacción fue haber podido conformar un grupo familiar con sus hijos Germán en la guitarra y Adolfo en el tiple, porque fue el escenario propicio para inculcarles el gusto por la música nacional y estimular sus aptitudes artìsticas, participando en concursos y eventos especiales.

La afición a la crianza de ganado para la producción de carne lo llevó a recorrer los departamentos del Casanare y Meta, estableciéndose en Aguazul, pero finalmente el amor por su terruño lo trajo a Turmequé donde se instaló y cristalizó su naciente familia. Allí cerca en Ventaquemada, conformó el Trío “Flor de Páramo”, integrándose con Álvaro Duarte, que trabajaba en una empresa comercializadora de papa, y Benjamín Ramírez funcionario de la Caja Agraria, tiple y guitarra respectivamente; con ellos desarrolló una intensa actividad artística en la región, que le permitió afianzar sus conocimientos y desarrollar su propia técnica instrumental en la bandola.

Ya en Tunja y bajo la batuta del maestro Francisco Cristancho Camargo, un día tocó en su bandola la segunda voz del bambuco “Bachue”, junto a dos clarinetistas que dominaban la lectura musical, efectivamente a todos le suministraban la partitura, la que Arturo recibía simulando saber leer nota, hasta que se dieron cuenta que no, causando sorpresa en el maestro Cristancho por su versatilidad y calidad interpretativa a pesar de no dominar la grafía musical, esta experiencia le valió el respeto de los mejores intérpretes de la época como Emiliano González, Luis Rodríguez y Efraín Peña entre otros, con quienes compartió momentos de tertulia musical en la fría capital.

De sus composiciones musicales, la primera fue el pasillo “La cascada”, dedicado al lugar donde nació en el municipio de Ventaquemada, esta obra fue grabada por las manos virtuosas del maestro Jaime Llano González en la producción “Pedazos de Rumba”; y su producción más reciente está dedicada a sus nietos, cultivando un género muy característico de la región andina colombiana, como es la rumba criolla, sus títulos llevan el nombre de ellos como: “Juan Daniel” y “Juan Pablo”; adicionalmente compuso en honor a su yerno la rumba criolla “Antonio José”, una rumba criolla dedicada a su hijo “Germán” y el porro “Chelita” dedicado a su esposa.

Don Rafael Arturo Moreno Cárdenas. Fotografía Pablo Emilio Sanabria para Boyacá Siete Días.

Esta biografía consignada en el álbum de autores y compositores Boyacenses “Apuntaciones para la historia de la música en Boyacá” que sacó a la luz pública la otrora secretaria de cultura y turismo de Boyacá en el año 2010, revela algunos de los rasgos de la vida de este patriarca para quien los principios y valores fueron los derroteros de sus acciones, ejemplo digno que logró cundir, con creces, en sus hijos que hoy y tras su deceso, enarbolan sus banderas.

Don Rafael Arturo Moreno Cárdenas se fue feliz, porque en vida recibió, no solo los más grandes honores y reconocimientos por su abnegada labor artística y humanística, sino el amor de su familia quienes lo acompañaron con denodado cariño hasta que el reloj marco el último suspiro de su existencia terrenal, para ascender a las alturas donde Dios le preparó una bienvenida entre trinos de bandolas y la inconfundible síncopa refugiada en los bambucos y rumbas criollas.

En la tierra quedan sus hijos y nietos herederos de su prodigo talento y no tardará la vida en recompensar con filigrana aquellos momentos que don Rafael Arturo dedicó al engrandecimiento del repertorio andino nacional y que con sobradas razones su hijo Germán Moreno Sánchez y su digna descendencia, perpetuán para siempre en los pentagramas de la eternidad.

Como dijo Rodrigo Silva, «Ya se murió mi viejo, ahora el viejo soy yo».

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