Aunque muchos desean que vuelva la “normalidad” de la presencialidad en todos nuestros contextos, muy seguramente por un tiempo prolongado se mantendrán prácticas como el uso extensivo de las videollamadas.
De esta manera, aún tiene sentido hacernos preguntas relacionadas con la calidad de las interacciones humanas en escenarios virtuales o digitales.
Algunas cuestiones, aparentemente sencillas, como tomar la decisión de abrir la cámara o mantenerla cerrada puede llegar a involucrar el análisis de varias dimensiones: las diferencias regionales, la intimidad, las directrices de las instituciones y la efectividad de la comunicación, sólo por dar unos ejemplos.
Menciono las diferencias regionales porque existen capacidades de conexión diferentes en función a la región del país que analicemos, es decir, dependiendo de la velocidad de la conexión a Internet para algunos puede resultar fácil interactuar con la cámara abierta y para otros resulta simplemente imposible porque la capacidad de la conexión no lo permite, ni qué decir sobre las zonas donde la conectividad es nula.
En muchas regiones de Europa, Asia y Norteamérica, el estándar es el de mantener las cámaras abiertas, y es poco frecuente que alguien se pregunte si eso puede afectar la capacidad de procesamiento de cómputo de alguno de los asistentes a la videollamada.
Un tema que suele surgir también es el de la intimidad. Mientras algunas personas pueden contar con un espacio adecuado para hacer videollamadas o lograr interacciones virtuales sin afectar la intimidad de su núcleo familiar, para otros la cuestión espacial puede resultar problemática.
Cada institución puede tener sus propias directrices o protocolos para este tipo de interacciones; algunas pudieron haber reaccionado con rapidez y propuestas de innovación o de actualización de sus propios lineamientos, otras simplemente han dejado a la discrecionalidad de sus miembros escoger cómo interactuar. Algunas organizaciones procuran coherencia e intentan dotar a sus colaboradores de acuerdo con las exigencias planteadas, otras simplemente esperan evitar conflictos en términos de lo que se pide y la disposición de los empleados para cumplirlo con sus propios recursos.
Ciertamente, la comunicación no verbal es un aspecto crítico en las interacciones humanas, hay investigaciones que destacan que prestamos más atención a la expresión corporal que a la literalidad de lo que se dice; abrir la cámara implica retos para algunos, de cualquier manera, ayuda a potenciar la efectividad de la comunicación.