Sofia Fonseca, una guerrera que baila al son que le toque la vida

La ciudad de Tunja tiene una gran cosecha de artistas gracias a los juglares que en otrora supieron afianzar en los niños de la época, el amor por el arte y la cultura.

Son muchos los galardones que ha logrado esta folclorista para su amada Tunja y Boyacá. Fotografía Archivo particular.
Son muchos los galardones que ha logrado esta folclorista para su amada Tunja y Boyacá. Fotografía Archivo particular.

La Academia Boyacense de música albergó en sus improvisados corredores de la sala José Misser a muchos niños que llegaban con el sueño de interpretar algún instrumento, y otros de convertirse en afamados coreógrafos.

Por los años 80`s la institución cultural empezó a formar a una generación de párvulos talentosos que muy pronto empezaron a brillar con luz propia en los escenarios regionales y fue entonces cuando se creó la Escuela Superior de Música, y posteriormente la Escuela de Músicas y Danzas Populares por cuanto había serias diferencias ente los puristas sobre la interpretación de los géneros clásicos y los del folclor ancestral.

Muy a la par con estos procesos surgieron varias figuras e investigadores de la tradición como la maestra Aurita Velasco de López, una verdadera matrona de la danza que laboraba en la Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia UPTC, donde creó las primeras agrupaciones folclóricas de Tunja y empezó a desarrollar una actividad dogmática para moldear el talento de niños y jóvenes inclinados por la interpretación del bambuco, la guabina y el torbellino.

En esas calles misteriosas de Tunja, los colegiados y agrupaciones se daban cita en casonas antiguas hasta altas horas de la noche, y literalmente entregados a la música y la danza, empezaron a crear cofradías y colectivos artísticos para poner en escena majestuosas coreografías, muchas de ellas traducidas a lenguajes interpretativos producto de una amplia investigación como las que hacia la maestra Aurita Velasco de López.

Su obsesión por la tradición, la ha llevado a crear trajes que revelan la presencia de tiempos pasados. Fotografía Archivo particular
Su obsesión por la tradición, la ha llevado a crear trajes que revelan la presencia de tiempos pasados. Fotografía Archivo particular

De allí y de ese movimiento de la usanza surgió una experta, que primero indagó los sonidos de la música, y luego los tradujo con sus pies convirtiéndose en aventajada estudiante de la maestra Velasco y posteriormente en estandarte y defensora del folclor colombiano.

Sofia Fonseca fue la sobresaliente aprendiz de estos procesos, nacida en el seno de una familia boyacense, integrada por Francisco Rafael Fonseca y Adíela Aurora Montoya, que junto a su tía Rosa Elena Montoya, la recibieron con júbilo el 11 de agosto de 1965 sin sospechar apenas que ese día había nacido una de las defensoras más aguerridas de los santorales campesinos.

Evelia, su bisabuela, le inculcó el amor por la danza con historias que le contaba mientras Sofia conciliaba el sueño, relatos que quedaron marcados para siempre como esas semillas que germinan con el tiempo en abundante cosecha de la parcela y la campiña.

El mundo de Sofia es quizá extraño y enigmático, como las calles de la fría ciudad de Tunja, y allí, en ese fantasioso universo, habitan las aguadoras, los serenos, las brujas y las damas que han dado vida a los relatos de sus obras en la danza narrativa con las que Sofia ha logrado conquistar los aplausos del público y se ha ganado el respeto, tanto de los investigadores de su comarca, como de los más encopetados folcloristas del mundo.

Sofia creó la Fundación Cultural Haskalá de Colombia y allí dirige, forma y orienta desde hace más de 20 años a nuevas y renovadas generaciones para quienes el folclor y la danza son el norte que señala un camino esperanzador, afirmado en el inmensurable valor del ancestro y las tradiciones de la cultura popular.

En la actualidad la reconocida maestra pertenece al grupo de trabajo de la secretaria de cultura y turismo de Tunja y desde allí continua en su terco empeño por hacer respetar la danza tradicional y las maneras patrimoniales de interpretar esta disciplina, pues considera que si bien es cierto el cimbrado de proyección es la evolución de este género, las raíces promulgadas por los mayores nunca pueden morir, porque eso ocasionaría la desaparición de la verdadera esencia de la danza, que para esta maestra es la traducción viva de sentimientos y vivencias de los sabios abuelos.

Sofia Fonseca, junto a su hijo, el vocalista Eduardo Botero. Fotografía Archivo particular
Sofia Fonseca, junto a su hijo, el vocalista Eduardo Botero. Fotografía Archivo particular

Su hijo Eduardo Botero, heredó de ella la vena artística y alterna su actividad profesional con la música, por cuanto es uno de los más importantes vocalistas del momento dedicado al cultivo de los aires colombianos y a la interpretación de obras del folclor, que conjuga de manera perfecta y armónica con las investigaciones que ilustra para él su progenitora.

Esta impetuosa folclorista, bachiller del colegio de Boyacá, especialista del folclor, licenciada en ciencias de la educación de la Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia y magister en pedagogía de la Universidad Santo Tomás de Tunja, seguirá dando mucho de qué hablar, no solo por sus investigaciones y el celo que profesa por sus consultas, sino por su carácter fuerte traducido en el frenesí que pone en la escena tras las mágicas tramoyas de la vida.

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