Nadie ama lo que no conoce – Germán García Barrera #Columnista7días

Germán García Columnista 7 díasCon cierta frecuencia escuchamos las campañas institucionales o las declaraciones de los funcionarios a cargo refiriéndose a la importancia de las jornadas de educación ambiental, al trabajo con los estudiantes y a los programas de reforestación.

Muy importante sin duda que el tema esté en la agenda de los administradores públicos, en las prioridades sobre la gobernanza del territorio, en los planes de trabajo comunitario para lograr que todos los sectores de la sociedad sean sensibles frente al reto de cuidar el planeta y sus recursos.

Anualmente se invierten millonarias sumas en cartillas, en cuñas radiales, en avisos de prensa y en la producción de contenidos para las redes sociales, sin embargo, mucho de esto es temporal, se queda solo en el activismo, en el show del momento, en la foto para twitter. No se trasciende, tales iniciativas no están necesariamente ligadas a procesos y por ende no logran las transformaciones deseadas, no inciden en el cambio de hábitos de las personas

 

Expertos de la talla de Gustavo Wilches – Chaux y Orlando Fals Borda lo han plasmado en sus reflexiones sobre las formas más adecuadas para relacionarnos con el suelo, con el agua, con la vida en su conjunto.

Sus aportes sugieren que solo quien conoce su entorno, quien lo recorre, quien descubre la diversidad de seres que lo conforman y el valor que estos representan para la subsistencia de cientos de especies, incluida la nuestra, está en capacidad consciente de cuidarlo, protegerlo y de establecer una relación sostenible con cada uno de los elementos que lo integran.

La educación ambiental debe salir de los salones de clase y de la ruidosa y aparatosa autopista de las redes sociales, sin que eso signifique abandonar tales espacios; debe saltar hacia el sendero irregular, pasar por el charco y la masa de barro, ascender por las colinas, atravesar los bosques y escalar los páramos, rodear los humedales, aproximarse a los nacimientos y desplazarse por la orilla de ríos y quebradas.

El futuro de la sociedad no está, ni debería estarlo, en la clase política ni en quienes ostentan el poder y las armas, el porvenir está en manos de los ciudadanos, de los niños y los jóvenes, de los campesinos, de los investigadores que han decidido apreciar el entorno en su integralidad, de quienes se han tomado el tiempo para conocer y comprender el valor de las cuencas hidrográficas y la estrecha conexión entre estas y nuestra razón de ser en el planeta.

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