Se dio a la tarea de elaborar las réplicas de los balones de todos los mundiales. Era un hombre comprometido con su comunidad y un gran emprendedor.
Después de pensionarse de Acerías Paz del Río, hace más de 25 años, don Guillermo Hurtado Cely se dedicó a investigar la historia del balón de fútbol y a rescatar la tradición de los balones cosidos en el municipio de Monguí.
Su vida giró entonces alrededor del balón de fútbol cosido, hasta este lunes cuando partió hacia la eternidad, en medio del dolor de sus familiares, de los habitantes de Monguí, de sus amigos y de todos quienes lo conocieron y disfrutaron de su amabilidad y gentileza.
“Despedimos hoy a la eternidad a un gran ser humano, un líder comunitario y un ícono en la industria balonera.
Don Guillermo Hurtado, un hombre servicial, siempre dispuesto a ayudar, emprendedor, orgulloso de ser monguiseño y balonero, quien nos deja un legado muy importante en la industria balonera y que perdurará en nuestras generaciones”, afirmó el alcalde de Monguí, Oswaldo Pérez Quiroz.
Don Guillermo Hurtado Cely empezó por elaborar la réplica de uno de los dos balones del primer Mundial de Fútbol, el de Uruguay en 1930, y después siguió con los de los otros.
En su almacén de Monguí, diagonal a la basílica del municipio, se consiguen desde las réplicas en cuero de los balones con los que se jugaron los primeros mundiales, hasta el de las copas mundo más recientes.
Se sentía muy orgulloso de tener en su haber un modelo original del esférico que se utilizó en el Mundial de Brasil en 1950, del cual produjo varias réplicas. Ese balón, por el que le llegaron a ofrecer hasta tres millones de pesos, nunca lo quiso vender, pues era su reliquia y, además, le ayudaba a vender las réplicas.
Se esforzó por no dejar morir la tradición de los balones cosidos y esto permitió generar algunos empleos de las personas que todavía cosen balones en Monguí, que ya no son muchas.
“Mi balón como es cosido sale más costoso, pero al turista le llaman la atención los modelos novedosos que ofrezco”, manifestaba don Guillermo.
Él mismo diseñaba y cortaba las diferentes piezas que componen el balón. Una vez estaban listas, las entregaba a los cosedores de balones de Monguí, quienes se encargaban literalmente de darles las puntadas finales a sus creaciones.
Junto a su esposa atendía el almacén, en el cual no solo se dedicaba a comercializar los balones, sino que les explicaba a los turistas la historia de cada uno de los esféricos.
¡Paz en su tumba!