Estereotipos como arquetipos – Carlos David Martínez Ramírez – #ColumnistaInvitado

Puede resultar interesante reflexionar sobre las diferencias entre los conceptos prototipo, estereotipo y arquetipo, especialmente en la coyuntura política actual en la cual la superficialidad lleva a muchas personas a pasar estereotipos como si fueran arquetipos.

Mientras un arquetipo es un modelo original o un prototipo ideal, que puede servir como ejemplo de lo que es algo, un estereotipo es una percepción exagerada o simplificada con la cual, de acuerdo con Graciela Malgesini y Carlos Giménez, se busca justificar o racionalizar una conducta con relación a determinada categoría social.

Si bien definir cuál es el modelo ideal y cuál es una percepción exagerada, puede implicar un análisis racional y multidimensional, también es cierto que la comprensión de las relaciones políticas y de poder puede dar luces sobre lo que se considera cierto para un grupo social particular. Algunos analistas contemporáneos plantean que detrás de lo que muchos consideran cierto está el poder; esta idea se puede relacionar con el relato que plantea que la historia la escriben los “victoriosos” o los “poderosos”.

Para algunos puede ser muy fácil asumir que en las protestas hay personas ubicadas en un espectro político particular, que casi todos los que se expresan en las calles están haciéndole un favor a algún candidato o son pagados por grupos al margen de la ley o gobiernos extranjeros; estas ideas se pueden controvertir muy fácilmente, pero también se transmiten sin mucho esfuerzo por esa tendencia facilista que muchos tenemos a la generalización o al creer que las convicciones fuertes deben resistir muchos argumentos contrarios.

No sería muy acertado culpar o señalar de pereza mental a quienes mantienen sus convicciones a pesar de la fuerza de los argumentos contrarios, tampoco sería adecuado compadecer la ignorancia con ideas como “no es culpa suya sino del sistema”, porque se corre el riesgo de liberar de responsabilidades o atribuirlas de manera parcializada injustamente.

El posestructuralismo propone un cambio en la forma de comprender algunos dualismos radicales implicados en el concepto de lucha de clases, explicando que el hecho de que una persona pertenezca a una clase particular no lo convierte automáticamente en “bueno” o “malo”. Resulta muy interesante identificar como algunos en la “izquierda” señalan que el posestructuralismo puede acabar con el marxismo y como en la “derecha” señalan a los posestructuralistas como los “mamertos” de siempre.

Pensar de manera autónoma, pensar por sí mismo, es un reto que vale la pena asumir; la educación debe facilitar el desarrollo del pensamiento crítico, lo cual no es lo mismo que promover la ideología del docente, ni tampoco es facilitar el conformismo con el statu quo. El conocimiento pude ser inmanente y también trascendente.