La moñona en el Mono Núñez es el resultado de procesos artísticos asertivos

El triunfo de los Boyacenses en la edición número 47 del evento rector de la música andina colombiana, no solamente baña de honor y gloria el suelo de la tierra de la libertad, sino que debe servir para hacer profundas reflexiones respecto al desarrollo pedagógico y artístico en el departamento y el país.

Por supuesto que celebramos, lloramos de emoción y nos congratulamos con la fuerza divina por esta bendición que, en buena hora llega a Boyacá, recompensando con ésto décadas de esfuerzo en solitario y una lucha férrea por mantener viva la llama de la autenticidad, a través de la enseñanza de nuestros aires a los niños, convertidos luego en figuras como el Trio Juventud y el Dueto Margarita, los Gran Premio Mono Núñez en las categorías vocal e instrumental del afamado concurso.

Pero más allá de la eufórica celebración, este es el momento para llamar la atención de los entes del estado en Boyacá y el país, respecto al desarrollo de programas de formación serios, estructurados y de largo aliento, que son los que proporcionan esta clase de frutos, recogidos de una siembra abnegada, seria y disciplinada.

Ciudades como Tunja, Paipa, Duitama, Medellín, Bucaramanga y Manizales por mencionar algunas, han desarrollado importantes procesos formativos para estructurar el talento de los niños en escuelas y, además de la instrucción en áreas como instrumento principal, apreciación musical o la conformación de agrupaciones de proyección, se les enseña a amar lo nuestro con la interpretación de aires del folclor nacional donde, no solo hay una extensa memoria musical, sino que su acercamiento a autores, compositores, arreglistas y géneros, se ha convertido en punto de partida para el desarrollo de anhelos promisorios.

Un artista no se hace de la noche a la mañana. Un artista nace con un don que debe ser moldeado, formado, educado y orientado a escenarios ideales para que luego logren alcanzar triunfos tan importantes como los que han obtenido hoy nuestros artistas en el Festival Mono Núñez y en otros espacios de reconocimiento nacional e internacional, gracias al estudio juicioso resumido en años de esfuerzo y disciplina.

Las escuelas son caldero de atesorados talentos que solo requieren una buena formación con maestros y pedagogos de trayectoria, capaces de interpretar sus sueños y pulir cual piedra preciosa sus capacidades especiales, por eso vale la pena hoy recordar que, tanto Belén como Dayane, integrantes del dueto Margarita, son el resultado de esos procesos y sus voces fueron educadas por destacados maestros para quienes solo hay gratitud y respeto.

Por su parte estos tres adolescentes integrantes del Trio Juventud son el ejemplo vivo del sacrificio y la constancia, por cuanto cada uno vive en veredas distantes y deben hacer largos viajes por caminos pedregosos para encontrarse y dedicar tiempo los fines de semana a sus prácticas musicales, orientadas también por aplaudidos arreglistas y maestros que hacen para ellos versiones únicas del repertorio que interpretan.

¿Como no destinar entonces recursos a la formación artística desde los municipios y departamentos?, ¿cómo no invertir en la educación artística de niños y jóvenes para quienes los procesos cambian para siempre su vida de manera positiva?

He insistido siempre que cada peso destinado a la formación de nóveles generaciones es un recurso bien invertido porque con ello se crean sociedades responsables, éticas y amorosas, personas con valores empoderadas de conceptos estéticos con los que, no solo desarrollan habilidades en la ejecución de un instrumento o de su voz, sino que sus capacidades intelectuales se elevan al 100%, convirtiéndolos en estudiantes aventajados y sobresalientes en sus demás asignaturas.

¿Cuántas escuelas de formación hay en los 123 municipios de Boyacá o en los 1.103 de Colombia? y ¿Cuántos modelos pedagógicos proporcionan el surgimiento de generaciones esperanzadoras?

Esas son buenas preguntas para poner el dedo en la llaga y hacerle entender a los mandatarios que, si bien es cierto las obras de ladrillo y cemento son importantes, mucho más valiosas son aquellas que construyen seres humanos con cimientos basados en el arte y la cultura.

En varios municipios los alcaldes contratan un profesor para que se encargue de la «banda de músicos» que ellos llaman, pero están muy lejos de crear verdaderos escenarios de formación, toda vez que un docente no puede encargarse de la instrucción de todos los instrumentos que conforman la organología de un sistema sinfónico, y menos cuando de encime lo encargan de la creación de grupos corales, de cuerdas frotadas y pulsadas y hasta la lutería les toca hacer. Así no es señores, porque la educación artística merece otra mirada y un tratamiento digno.

Un proceso serio es aquel que tiene diseñado un plan educativo institucional y que establece una malla curricular planeada y estructurada para formar niños por niveles, según el rango de sus capacidades y avances.

Un proceso bien hecho requiere de una estructura académica y administrativa donde descansen objetivos a corto, mediano y largo plazo, con resultados medibles y alcanzables que solo se logran a través de programas dirigidos por expertos, formados en claustros universitarios, no para distraer y divertir como recreacionistas, sino para formar potenciales artísticos que a la postre le entregan luego a la sociedad gratos momentos como los que hoy le dan a Boyacá y a sus municipios las dos agrupaciones ganadoras de los Gran Premio Mono Núñez y los demás galardones especiales que les fueron otorgados.

Mucho por hacer todavía en esta materia y mucho por mejorar en los departamentos y poblaciones para entender que, por medio de la música, la danza, el teatro, la literatura y demás manifestaciones, se puede moldear futuros posibles y grandes seres humanos protegidos por sistemas viables donde la identidad sea eje y motor de su desarrollo.

Gracias a estos jóvenes y profesionales integrantes del Trio Juventud y Margarita Dueto Vocal por entregarle esta alegría a un departamento que aún está en deuda con la formación artística, porque a la hora de evaluar a ciudades y municipios respecto al funcionamiento de escuelas y procesos de formación, son muy pocos los que realmente se salvan.

Menos discursos populacheros y más acción. Menos adalides de la cultura que alcanzan los escaños utilizando el arte como estrategia para ganar adeptos. Mas procesos, más escuelas, más instrumentos para la paz, más sedes para el funcionamiento ético, digno y adecuado de los sistemas artísticos y más recursos para educar a miles de niños que esperan tener entre sus manos un tiple o un requinto para hacer buena música y ensordecer la guerra.

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