Se acabaron los algoritmos – Carlos David Martínez Ramírez #ColumnistaInvitado

En el marco de la pandemia generada por el Covid-19, estamos en uno de los peores momentos en términos de muertes, contagios y ocupación de unidades de cuidados intensivos; a pesar de esto, las medidas oficiales están más orientadas a la recuperación de la economía que al cuidado de la salud.

Las movilizaciones por el paro, y sus consecuentes aglomeraciones, para algunos se convirtieron en una excusa, para otros incluso en un argumento, para aseverar que las multitudes no son tan dañinas o no generan riesgos tan altos, cuando realmente los expertos recomiendan el distanciamiento social como una medida clave para evitar los contagios.

Si bien aún hay restricciones para el desarrollo de eventos masivos, de acuerdo con los niveles de ocupación de las unidades de cuidados intensivos, en Colombia pareciera que se cayeron esas iniciativas que apostaban por los confinamientos al llegar a un número (porcentaje) determinado de ocupación de éstas.

Para hacer un confinamiento responsable se requiere de dotar a las personas confinadas con alimentos, algún tipo de subsidio de vivienda o una renta básica para garantizar su supervivencia, frente a lo cual la supuesta ortodoxia económica no lo permite por cuestiones fiscales.

La realidad es que la ortodoxia económica cambió en todo el planeta, el keynesianismo hoy es la clave en muchos países para salvar empleos y garantizar cierto dinamismo a la economía; esto es una realidad entendida claramente por los políticos y los economistas, pero requiere ser comprendida por la ciudadanía en general, especialmente por quienes creen que en Colombia tenemos asistencialismo por los subsidios (realmente miserables) que algunos pocos reciben.

Existen quienes son expertos en torcerle el pescuezo a los conceptos, por ejemplo, la OMS define la salud como un estado de bienestar físico, mental y social, frente a lo cual, no faltó quien dijera que, entonces, es lo mismo que bienestar económico o que sin economía no hay salud. La verdad es que sin vida no hay economía.

Para algunas personas es muy difícil entender que los confinamientos no son para afectar la economía sino para preservar la vida; pero, para ser equilibrados, también es cierto que no hay capacidades para garantizar confinamientos responsables, ya sea por falta de recursos o de voluntad política, o de ambos.

Mientras los medios reportan ocupaciones del 99% de las unidades de cuidados intensivos, extraoficialmente algunos expertos hablan de 300% y hasta 900%, si se cuenta el uso de pasillos, por ejemplo. ¿Cuántas muertes más se necesitan para que se razone y se apliquen medidas responsables?

Para no ponerle espectros políticos, sólo quiero añadir a este análisis, que en el fondo subyace una gran dificultad para pensar a largo plazo y diseñar una reactivación económica de diversos sectores al mismo tiempo; las medidas de confinamiento deben acompañarse por estrategias de cuidado inmediatas (para lo cual no hay voluntad) y de pensamiento a largo plazo para lograr reactivaciones eficientes (para lo cual parece no haber capacidad).

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