La Carranga está de 40

Cuatro décadas está cumpliendo el género Carranguero desde el día que un campesino nacido en Ráquira decidió preparar una fórmula al estilo de las abuelas, aquellas que echaban mano de un poquito de aquí, otro tanto de allá, un atado de acá y listo. ¿El resultado? Un suculento plato, nunca antes mencionado en los libros de culinaria, y menos conocido en los glamurosos restaurantes gourmet.

JORGE VELOSA
Jorge Luis Velosa Ruiz, precursor del género Carranguero. Fotografía – Archivo particular.

Así parece haber sido el inicio de un ritmo que, en tiempo récord, logró meterse en el corazón del pueblo, traduciendo las alegrías y tristezas del campo y el campesino en una métrica desbordante donde se revela, al estilo de las crónicas vallenatas, la radiografía del alma popular, pero esta vez con un alegre son arrancado de requintos, tiples, guitarra y guacharaca.

Al parecer Velosa, al igual que las matronas, también hecho mano de un poquito de merengue, otro tanto de rumba criolla, alguito de paseo vallenato, tantico de bambuco fiestero, un atado de torbellinos y otros acentos hallados en la entraña de zona cundiboyacense, convertidos en el sello de identidad del anecdotario veredal donde se resguardan santorales de vivencias lugareñas.

CARRANGA SINFONICA
La «Carranga Sinfónica» se perpetuó en un trabajo discográfico. Fotografía – Archivo particular.

En más de una docena de escritos se describe la Carranga como “canto, pregón y sueño, pensamiento, palabra y obra, amor a la vida y sus querencias, forma de expresión y de identidad, a partir de lo tradicional mezclado con lo cotidiano”.

En Wikipedia se dice que: «La Carranga» se crea tras sufrir un proceso de transculturización que se evidencia con influencia de ritmos mexicanos populares y de otras geografías colombianas».

Respetando las definiciones que le dan estudiosos y melómanos, la Carranga es un género que ha servido como punto de partida para otras tendencias musicales y como referencia o herramienta de investigación, consulta e insumo de trabajos de grado, crónicas, documentales y tratados adelantados en universidades de Colombia y el exterior.

La etimología nos deja saber que el término Carranga es un regionalismo que refiere al animal muerto por enfermedad accidente, vejez o deceso natural (no sacrificio) y los dueños para no perderlo completamente, lo vendían para hacer embutidos en los muchos sitios de mercadeo que existen en las regiones del altiplano, en especial en el municipio de Ubaté, apodado como «capital mundial de la Carranga», en tanto que a los que negociaban con esta carne se les llamaba Carrangueros.

Aunque desde los 70 venía andando el run run de este surrungueo aldeano, fue por los años 80 que se dio a conocer este querer campesino cuando el juglar Jorge Luis Velosa Ruiz, junto a los hermanos Torres, colonizaron las estaciones radiales con esta música que no tardó mucho en convertirse en el sello del sentir labriego porque sus textos revelaban la cotidianidad simple y sencilla de los pueblerinos, como la de una cucharita refundida en pleno centro de Bogotá, los amores de un camionero, la historia de una vaca rebelde que murió con todo patas arriba, la suerte de una china campesina que se fue pa’ la capital y hasta el «Cagajón» fue inspirador de una canción.

Llegaría luego “Los Carrangueros de Ráquira”, agrupación creada también por Velosa, con el que este canto adquirió popularidad y empezó a pasearse de arriba a abajo, no solo por el dial de los transistores, sino por todos los escenarios del país para visitar más tarde el encopetado Madison Square Garden en un día memorable para el folclor nacional porque la estirpe campesina, no solo había logrado permear tan codiciado escenario, sino que el mundo se enteró que había un departamento llamado Boyacá y en él un poblado  bautizado con el nombre Ráquira, donde manojos de campesinos de ruana y sombrero  traducían sus leyendas al vaivén de un ritmo  conocido como «la música Carranguera».

Poco a poco el repertorio empezó a robustecerse con cada creación de Jorge Luis y aparecieron docenas de canciones, emancipadas en una especie de rebeldía y crítica social, donde el autor quería llamar la atención en torno al cuidado del medio ambiente con creaciones como “El monte se está quemando” o “El marranito” y los niños dejaron de cantar la Iguana para incluir en su párvulo dialecto rondas criollas como “Lero lero candelero”, «La rumba de los animales»,  «La gallina» y “Las diez pulguitas” entre tantas otras.

GUARDIANAS DE LA MONTAÑA
Así como «Las guardianas de la montaña», hoy son muchas agrupaciones femeninas, dentro y fuera del país, empoderadas de la Carranga. Fotografía – Archivo particular.

En los campos de Boyacá, Cundinamarca y Santander abundaron rápidamente las agrupaciones carrangueras y todas ellas querían, no solo emular la voz, el apagado de ojos y los movimientos de Velosa, sino que muchas hicieron sus propias canciones pregonando la enseñanza del padre de esta simetría, hasta formar un extenso catálogo de obras marcadas por la influencia Carranguera.

Velosa se convirtió en el ídolo de la gente por lo que la televisión nacional lo llamó a protagonizar varias series como “Romeo y buseta”, con su personaje “Epaminondas Tuta”, sus L.P se vendían como dulces en la puerta de la escuela y todas las festividades patronales incluían en la programación las presentaciones del “Carranguero mayor” porque unas fiestas sin Velosa no satisfacían el querer del pueblo que a gritos lo aclamaba.

Los investigadores y científicos por su parte se interesaron tanto en el tema que hasta llegaron a llamar a una especie de rana con el nombre de Eleutherodactylus carranguerorum, una familia animal, un poco más grande de lomo color café y vientre amarillo hallada abajo de la laguna de Tota, entre 1980 y 1983.

La carranga se empezó a codear de tú a tú con los más afamados del mundo y su reconocimiento fue ratificado en el marketing del comercio en piezas publicitarias con el rostro de Velosa, imitaciones de su voz y sus retahílas en programas de radio y televisión, atuendos carrangueros en las noches de Halloween y una histeria colectiva en plazas y recintos cuando el icónico personaje arribaba a las tarimas, vaticinaron que definitivamente la Carranga había llegado para quedarse por siempre en el imaginario colectivo de la cultura popular.

Otros prefirieron fundir la carranga con su inclinación musical y surgieron agrupaciones como Velo de Oza haciendo Rock Carranguero, San Miguelito quien le imprimió la sonrisa tropical al ya alegre aire, Los Rolling Ruanas en una irreverencia innovadora la pusieron en la industria musical y hasta los “Dotores” se volvieron Carrangueros.

Por supuesto los niños del país y Latinoamérica se pusieron de ruana la vida para imitar a su ídolo y hacer las cantas de Velosa como la tarea juiciosa que realizan “La Carranguerita”, Juventud Parrandera, Carranga Kit, Los Carrangueritos y cientos de infantes en toda la geografía nacional.

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«La Carranguerita» representa las nuevas generaciones que le garantizan larga vida a este género. Fotografía – Archivo particular.

En homenaje a la cadencia ancestral se crearon festivales y concursos como el de Tinjacá convertido en el espacio de encuentro, en un poblado habitado por más de 3.200 personas que, en romerías se desplazan por caminos polvorientos para llegar hasta la plaza principal y disfrutar durante tres días consecutivos de su raizal convite Carranguero.

En otros municipios como Chiquinquirá, Nobsa, Sogamoso, por mencionar algunos, también se realiza encuentros Carrangueros y el de la capital Boyacense, conocido como «La Cucharita de Oro», que se escenifica en el popular sector del barrio el Carmen.

Varias obras literarias han llegado a las bibliotecas y escuelas haciendo una profunda disertación de este fenómeno artístico, en tanto que en otras lenguas se traducen las obras del juglar en cartillas didácticas, trabajos discográficos y varios auditorios, parques o recintos de cultura han sido bautizados con el nombre del progenitor de la Carranga.

El Dueto Primavera de Santa Rosa de Viterbo siguió los pasos del campesino raquireño y, no solamente entonaron las canciones del coplero, sino que utilizaron con respeto el traje campesino para poner su música en la escena y a sus voces se unió el timbre agudo de muchas mujeres que, echando mano del requinto y la guacharaca, se lanzaron al ruedo creando agrupaciones como las Comadres, Las Chinitas Carrangueras, Edna y sus ahijados, El son del Frailejón, Mis hermosas mujeres Carrangueras, Guardianas de la montaña, por mencionar apenas unas de las tantas damas que optaron también por este género, pronosticando larga existencia al ritmo, porque si una mujer tiene el don divino de engendrar nuevos pálpitos en su vientre, todo lo que ella haga tendrá siempre vida en abundancia.

Como si fuera poco, en un mes de enero de 2007, en desarrollo del festival del folclore en el Coliseo Atahualpa Yupanqui de Cosquín Argentina, surgió la idea de llevar la Carranga a la sinfonía, para arropar la guacharaca y la voz de Velosa con los instrumentos de la organología universal, logrando plasmar las obras de la singular armonía en un trabajo discográfico que refrendó la osada idea y vistió de frac la música campesina, junto a la Orquesta Sinfónica de Colombia, luego a la Filarmónica de Medellín y posteriormente a la Orquesta Sinfónica UNAB de Bucaramanga, en un proyecto bautizado como «La Carranga Sinfónica».

Si, 40 o más años de Carranguerías recopiladas en una obra literaria escrita por Jorge Luis en su libro “El convite de los animales”, catalogada por los historiadores como una afortunada cátedra de vocablos genuinos, muy propicia para afianzar la identidad en las escuelas veredales, esas mismas que un día reservaron un pupitre para aquel niño raquireño que, con el tiempo, se convertiría en memoria viva del folclor colombiano.

En ameno dialogo con Jorge Velosa y en su particular estilo, respondió así a varias de nuestras inquietudes:

 ¿Como se puede describir por parte de su precursor, el nacimiento del género Carranguero? 

 

Como el nacer de una flor 

que es como una bendición, 

y la carranga ya es  

una flor de la nación. 

¿Qué fecha se puede referenciar como el punto de partida del género Carranguero? 

Hay un primer albor precarranguero, a comienzos de 1970 en la Universidad Nacional, y un segundo a finales de la misma década, con la puesta en antena de nuestro programa radial Canta el pueblo; su copla insignia, ya lo presagiaba:

 

Canta el pueblo porque tiene, 

muchas cosas que cantar, 

viva el que se echa una canta,  

viva el canto popular. 

¿Qué tiene que decirles a las agrupaciones que hoy enarbolan la bandera de la música Carranguera? 

Seguir pregonando historias,

copla, canto y poesía;

o, dicho de otra manera:

seguir cantando a la vida.

A la vida vida, a la vida paz, de la que el Armadillo dijera:

Que paz se escribe con pe,

que paz se escribe con a,

con zeta, más nunca olviden

que paz se escribe con pan.

¿Qué opina de la expansión que ha tenido el género de la Carranga en el mundo? 

Así como cuarenta años después la carranga es musiquita del país, y el país es parte del mundo, ya somos una nota de las músicas de ese mundo, algo así como un brinco sideral de la ranita eleutherodactylus carranguerorum.

Mientras el rebelde relator sigue recreando con su pluma y guacharaca, las vivencias campesinas, continuarán surgiendo más y más ensambles en el país y el mundo, multiplicando sus cantas, como las semillas que siembra el viento en la montaña, o las Eugenias apiñadas en tierra fértil de jardines florecidos.

Por: José Ricardo Bautista Pamplona
Director General Boyacá Sie7e Días. 

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