Amor y muerte (sobre la eutanasia) – Catalina Pulgarin – #Columnista7días

Anoche en el programa de televisión Séptimo Día (domingo 30 de mayo de 2021) se documentó una investigación sobre la eutanasia y no pude resistir el impulso irrefrenable por escribir sobre ese tema que siempre ha sido de mi absoluto interés.

No sorprende que, al igual que en casi todos los temas relacionados con derechos humanos, la iglesia tome partido ejerciendo activismo para oponerse al derecho a morir dignamente, siendo, como ha sido esa institución, restrictiva, voluntariosa, impositiva y sobre todo, sí: inhumana.

Según algunos representantes de la iglesia católica el derecho que tienen las personas no es a la muerte (como si de todas formas no fuera a suceder) sino a la vida y por ello (y porque se debe esperar hasta que Dios lo decida) no debe permitírsele a alguien decidir sobre el fin de la propia a través de la eutanasia. Sin embargo, el postulado es equivocado. El derecho en cuanto a la eutanasia está relacionado con la dignidad; si no se cuenta con una vida digna consecuentemente lo mínimo a que se tiene derecho es a tener una muerte digna.

El eje central de la discusión gira en torno a la dignidad de la vida y de la muerte, al adjetivo que califica a los sustantivos (vida y muerte) y que les da sentido, significación y valor y no en torno a los sustantivos per se.

Resulta incomprensible la terca obstinación (permítaseme el pleonasmo) de aquellos que piensan que se debe prolongar el sufrimiento de un ser humano aún en contra de su voluntad o la de sus familiares y en contra de la evidencia física, verificable a los sentidos, palpable, del sufrimiento o padecimiento de quien padece una enfermedad, un estado de postración o dolores insufribles.

El argumento religioso de que hay que mantenerse vivo hasta que La Divina Providencia lo determine, es contradictorio con la connotación de “Dios de amor” de la que se dice ostenta el Padre de los cristianos.

Un Dios de amor no merece tan magnánimo título si mantiene con vida a “sus hijos” padecientes solo por el gusto de prolongar su dolor que en algunos casos es poco más que insoportable (ni qué decir cuando se trata de niños).

No hay ninguna razón éticamente válida que debiera impedir la legalización de la práctica médica de la eutanasia, dado que se trata de un acto de compasión, de empatía y de amor verdadero. Lo opuesto es perverso y casi que macabro.

Este tema es maravillosamente abordado en la película española Mar Adentro (2004) del director Alejandro Amenábar, protagonizada magistralmente por Javier Bardem y basada en la historia real de Ramón Sampedro quien estuvo postrado en una cama por casi 30 años como consecuencia de un accidente y donde se muestra cómo solo a través de un acto de amor pudo dar fin a su sufrimiento.

Si bien en Colombia la eutanasia ha sido reconocida como un derecho fundamental por parte de la Corte Constitucional (sentencia C-239 de 1997), lo cierto es que acceder de manera efectiva a este derecho presenta muchas dificultades, quizás por la subjetividad de algunos de los requisitos necesarios para aplicarla y además porque uno de ellos establece que se haya manifestado previamente el consentimiento de manera clara, informada, completa y precisa , lo cual sabemos , por diversas circunstancias ocurre muy poco.

Vendría bien una reflexión institucional, social, familiar y personal sobre este tema. Una disertación sobre el amor verdadero, la empatía, la solidaridad, la autonomía personal, la dignidad humana y la compasión.

Sobre el derecho a morir con dignidad deseo volver a escribir abordando criterios más objetivos y científicos; hay mucho que decir desde el punto de vista jurídico/ legal, médico, sociológico y bioético; hoy me permití esta opinión personal relacionada con aspectos de índole religioso y en honor a la verdad con una sensibilidad exacerbada por los casos reales expuestos en el mencionado programa periodístico que hacen llorar a cualquiera (o tal vez no).