Despedida – Raúl Ospina Ospina

Despedida

Todo ha concluido.

El péndulo del tiempo se detuvo.

La magia de la risa quedó anclada

en el mediodía de septiembre

y las manos que hilaron primaveras

ahora tienen el color del cirio

y la quietud del lirio en los altares.

 

Y nosotros, los que fuimos felices

pasajeros de tu vientre,

necesitábamos milenios

para devolverte los besos que nos diste.

Y todas nuestras lágrimas

no alcanzarán a humedecer el camino hacia tu gloria.

 

Tal vez

en tu acostumbrado diálogo con Dios

olvidaste decirle que septiembre

es tiempo estéril para las despedidas.

Olvidaste decirle que nosotros

esperábamos que el tiempo se detuviera en tu sonrisa.

 

Él te llevó para pagarte

la lealtad de casi un siglo

y nos dejó con la palabra trunca

y el ánimo aterido.

 

A esta hora,

la hora en que en la vieja llanura del Tolima

abogabas por nosotros en el ángelus,

tal vez la perdiz se haya escondido

presintiendo la apocalíptica noche de septiembre

y la quebrada haya cesado su canto

para elevar una oración a tu memoria.

 

Sin la mano que empuñó la aguja

y amasó el pan para calmar nuestra hambre,

sin la voz que fue música y no grito

y el abrazo que fue canto y fuego

la soledad acecha nuestra espalda

con sus garras de arpía

y el frío de esta tarde infausta

ya no saldrá jamás de nuestra piel herida.

 

Dios, en cambio, está regocijado:

al fin tendrá a su lado la mano que bendijo los caminos

y la voz que difundió su nombre.

A esta hora, en el cielo hay una fiesta

mientras aquí las sombras

nos nublan todas las distancias.

¡Que la paz sea contigo, madre!

Raúl Ospina Ospina