¿Hoy qué significa conmemorar el 1 de mayo?

Conmemorar el Día Internacional del Trabajo es un acto político que, en la situación actual del país y del mundo, se compone de tres acciones fundamentales: observar críticamente las contradicciones sociales que existen a nuestro alrededor, identificar los mecanismos que producen la pobreza, la desigualdad y la explotación y, por último, cartografiar las estrategias de resistencia que las organizaciones sindicales y sociales ejercen contra las injusticias provocadas por el modelo económico y político vigente.

Nelson Alarcón. Foto: Archivo Particular

Por ello, la conmemoración del 1º de mayo es el despliegue de una praxis emancipatoria que acude a la defensa de los sectores más desfavorecidos del país, que tristemente, son la inmensa mayoría de la población. Está claro que sus raíces históricas deben ser abordadas y comprendidas en la escuela, y sin duda alguna, por toda la sociedad.

Igual de necesario es hacer un homenaje a las y los luchadores sociales y mártires de la clase obrera que lograron la jornada laboral de ocho horas, como parte de la memoria histórica. Pero las circunstancias actuales por las que estamos pasando como sociedad nos obligan a leer el pasado a la luz del presente, es decir, a comprender, como lo dijera el escritor William Falkner, que “el pasado nunca está muerto”.

En este sentido, la lucha por los derechos de los trabajadores sigue tan vigente como la lucha contra la pobreza, que en Colombia llega a mas del 40% de la población; o la búsqueda de la Paz en medio de una guerra que continúa desangrando al país. No obstante, en vez de avanzar parece que retrocedemos.

Los derechos de los trabajadores, por ejemplo, han venido en un proceso de arrasamiento desde finales de la década de los ochenta hasta la actualidad. La clase obrera y trabajadora del país hoy lucha por mantener los derechos adquiridos. El salario mínimo decretado por tecnócratas de escritorio no garantiza las necesidades básicas, las precarias y restringidas condiciones pensionales, en su faceta más trágica, presentan a abuelos y abuelas trabajando de manera informal por las calles de nuestras ciudades; y el sistema de salud, privatizado desde la Ley 100 de 1993, atenta permanentemente contra el derecho a la vida.

Conmemorar el Día de las y los Trabajadoras/es en Colombia es atender a un conflicto social. Según el Índice de Desarrollo Regional de América Latina, Colombia es a día de hoy el país más desigual de América Latina. El informe de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) indica que en nuestro país serían necesarios 330 años para salir de la pobreza, su equivalente a 11 generaciones.

Un estudio del Instituto Internacional de Estudios para la Paz de Estocolmo (SIPRI) ubicó a Colombia como el segundo país con mas gasto militar durante el 2020, solamente superado por Brasil. Y la pandemia ha mostrado el rostro más vil de la desigualdad, certificando el DANE que el 90% de las personas fallecidas por COVID pertenecen a los estratos 1, 2 y 3.

En el campo educativo la situación no es distinta, pues las reformas neoliberales de los últimos 20 años le han arrebatado a la educación del país más de 192 billones de pesos. Por esto, hemos exigido hasta el cansancio que se necesita una reforma integral del Sistema General de Participaciones.

La brecha digital desnudada por la pandemia señala que solamente el 37% de los hogares en el país tiene internet fijo, y en algunas zonas rurales abandonadas por el Estado, la cifra apenas llega al 6%. Igualmente, el Programa de Alimentación Escolar (PAE) adolece de problemas de corrupción. Al respecto, vale rescatar que el departamento de Boyacá, gracias a la lucha de las y los maestros, ha logrado desarrollar un sistema de alimentación escolar que actualmente es ejemplo para el país.

De otra parte, la situación laboral de los maestros y maestras de Colombia sigue siendo adversa, siendo los profesionales con peor salario. El sistema de salud del magisterio también tiene grandes falencias, causado por la tercerización y mercantilización.

Sin embargo, la resistencia del magisterio colombiano ha sido frontal, como lo expresan los acuerdos firmados en los años anteriores entre la Federación Colombiana de Trabajadores de la Educación (FECODE) y el gobierno nacional, productos del legítimo derecho a la protesta social. Dichos acuerdos han tenido como común denominador el incumplimiento por parte del gobierno. Hoy mas que nunca se hace necesario hacer un gran acuerdo nacional por la educación, que recoja las necesidades de estudiantes, docentes y padres y madres de familia.

Este 1 de mayo lo recibimos en medio de una nueva etapa de movilización y protesta social, causado por la ceguera y sordera de un gobierno indolente. A pesar de la violencia y la represión, el magisterio y las centrales obreras exigen, no solo el desmonte de la absurda reforma tributaria, sino el respeto a todos los derechos conquistados por las y los trabajadores de Colombia para vivir dignamente.

*Por: Nelson Javier Alarcón,
Integrante Comité Ejecutivo de Fecode