Surrungueando la danza, una perspectiva sobre lo tradicional en Colombia

En el mes de abril se rinde homenaje a la Danza, expresión que está de celebración el día 29, fecha catalogada por la UNESCO como “Día Internacional de la Danza”, en conmemoración al nacimiento de Jean Georges Noverre, bailarín francés y profesor de Ballet, quien es considerado el creador del Ballet Moderno.

La enseñanza de la danza se hace a través de academias privadas, fundaciones y en los procesos de formación artística que lideran los municipios en Colombia. Fotografía – Archivo particular.

Este dato debería dar lugar a cuestionamientos sobre el lugar de la creación artística, canónica y académica, frente a los saberes de las comunidades que, en su cotidianidad crean y recrean expresiones bailadas, que luego son catalogadas como folclóricas o bucólicas.

En este sentido, vale la pena preguntar ¿Qué es arte? ¿Qué es tradición? ¿Quién crea y quién reproduce?  Es por ello, que es importante hoy, bajo este lente, reflexionar, desde una perspectiva teórica y de experiencia artística y cultural, sobre lo que se ha denominado como “Danzas Tradicionales Colombianas”.

Hablar de música y danza tradicional en Colombia, es reconocer la gran diversidad cultural que ha marcado el devenir de un país, fruto de múltiples interrelaciones e intercambios entre indígenas, afrodescendientes y mestizos que, históricamente han confluido en este territorio, realizando aportes, no solo bajo las narrativas de lo trietnico, sino  descentrando el conocimiento y significando de manera diferencial las identidades colectivas e individuales de saberes  bi-etnicos ; además, la historia ha logrado recapitular hechos pasados que resignifican la memoria colectiva y cultural de muchas regiones.

Un ejemplo de esta recapitulación histórica de las tradiciones bailadas se promueve hoy en la región el eje cafetero donde no solo somos el producto de esa cultura Antioqueña que deja una huella imborrable, sino que además sabemos que ya teníamos aportes culturales de comunidades indígenas, afrodescendientes, caucanas y tolimenses que ayudaron al desarrollo cultural y social de esta región.

La danza de proyección pone grandes espectáculos en escena y en la mayoría de los casos, se aplica basado en las investigaciones y estructuras de la danza tradicional. Fotografía – Archivo particular.

El café como motor de la modernidad nos permitió una apertura particular al mundo, que hizo que antes que existiera la globalización, como concepto, aquí ya fuéramos globalizados, teniendo acceso a influencias de múltiples y referentes culturas que transformaron para siempre nuestra manera de ver y vivir la vida montañera.

En Colombia, uno de los primeros procesos de formación en técnicas de la danza, fue el Ballet; este género de origen europeo tuvo gran influencia en las danzas tradicionales colombianas que hacían parte de la música nacional dominada por el pasillo y el bambuco; estos hicieron que se proyectaran puestas en escena de diferentes espectáculos en la naciente industria de la cultura, a mediados del siglo XX.

Es interesante como esta influencia de la técnica del Ballet, ha creado formas corporales en las danzas tradicionales, estilizando diversas interpretaciones dancísticas de las manifestaciones autóctonas e identitarias de las comunidades, dando como resultado proyecciones escénicas blanqueadas que no dan cuenta del hecho bailado y su contexto sociocultural.

Esta concepción, crea estándares, estereotipos y exotizaciones alrededor de los bailes tradicionales en Colombia y la manera como son exhibidos, transposicionando saberes comunitarios, que en su gran mayoría se encuentran relegados a la periferia y se ven obligados a engrosar, desde la precariedad, la riqueza cultural de la nación, creando supuestos de gran utilidad al natural dinamismo de las industrias culturales, es decir, comercializando tradiciones inventadas.

A partir de la década de los 50, se comienza a conocer y transmitir muchas más expresiones de la danza y el baile, gracias al trabajo de los agentes culturales, quienes han venido creando representaciones y proyecciones de lo que son las tradiciones populares de las diferentes comunidades. Esto tiene una connotación importante, el surgimiento de algunas compañías y grupos rigurosos desde lo investigativo, que hacen trabajos de campo a conciencia y se acercan a reinterpretar las manifestaciones con un verdadero valor identitario, transmitidas como expresiones vivas y activas por las comunidades.

Según algunos folcloristas, la danza tradicional revela la verdadera radiografía de la cultura ancestral. Fotografía – Archivo particular.

Otras, al no tener la rigurosidad que se necesita para construir tradición en el presente, hacen proyecciones dancísticas desde los vestigios de la tradición, reinterpretando y hablando de ello, como si fueran tradición misma, y muchas veces esas creaciones no alcanzan a representar los saberes de las comunidades.   Esto nos recuerda una reflexión que ha planteado Néstor García Canclini cuando dice: “El gran fracaso de los folcloristas en América Latina ha sido la observación del objeto y no del sujeto”.

Analizando el aporte de Canclini, sí bien es cierto que el concepto de folclor en Colombia ha configurado un sentido de la tradición en el que, al pasar de los años, la importancia y el valor del sujeto en su contexto sociocultural, ha perdido valor. Nos hemos quedado bajo los vestigios de la memoria colectiva, añorando un pasado sin transformación en el presente, estático y hermético en términos de absolutismo y conservadurismo, que muchas veces no permite, a las experiencias de las nuevas generaciones y las tradiciones vivas, contradecir los saberes acumulados por sus predecesores.

En Colombia la cultura popular que ha sido erigida como símbolo de lo nacional es fruto, tanto de las miradas tradicionalistas de algunos folcloristas, como de las imposiciones de las industrias culturales y del populismo político, respondiendo así a los intereses de grupos hegemónicos que día a día construyen relatos homogeneizantes sobre nuestro hacer y sentir. Pareciera que con lo anterior se hubiera logrado el propósito de reducir el entramado cultural a algunas manifestaciones útiles a los discursos unificadores de la identidad. Sin embrago los saberes y prácticas de las comunidades locales han logrado conformar, alrededor de sus manifestaciones, valores culturales que orientan y forman a sus integrantes en la búsqueda de enraizar el conocimiento como construcción colectiva.

Se habla de transculturación e incluso de aculturación para hacer referencia a los procesos de apropiación y transformación cultural que tejen las comunidades en sus contextos territoriales, señalando como pérdida irreparable diferentes situaciones como que algunos indígenas se apropien desde su universo estético y cultural de músicas contemporáneas.

Hoy vemos, por ejemplo, cómo se van creando estilos de música parrandera, vallenata y hasta hip hop en lengua Embera, reinterpretando sonidos actuales dentro de sus contextos culturales.

Necesitamos pensar y significar las identidades nacionales, integrando a gestores dancísticos y culturales, comunidades y academia para crear escenarios que den cuenta de las tradiciones vivas del territorio, mostrando la riqueza del sujeto y no del objeto, como punto de partida y considerando el aporte de Miki Kiyoshi, que dice:

“Cuando decimos que algo del pasado es transmitido, ello debe significar que, mediante el hecho de ser aprendido por el sujeto activo, es transformado en presente. Sin un transmitir, no hay tradición. Transmitir es transformar en presente algo que es del pasado y esta acción siempre se origina desde el presente”.

A modo de conclusión, las músicas y las danzas tradiciones colombianas tendrían que trascender del mero entretenimiento para dar cuenta de su papel social como vehículo de visibilización de los contextos, realidades y sentires de las comunidades locales. De ahí, la importancia de llenarlas de sentido y valor para entregarle a las nuevas generaciones la posibilidad de transformarlas desde sus anhelos y experiencias.

¡Que viva la música, el baile, la danza y la diversidad cultural colombiana!  

Por:   Edwin Hoyos Osorio
Músico, compositor y bailarín  

Para: Boyacá Sie7e Días.
Especial Día Internacional de la Danza