El verdadero sentido de la política – José Ricardo Bautista Pamplona – #Columnista7días

Se avecinan las campañas electorales y todo parece indicar que después de mucho tiempo aún no tenemos claro el significado y la intención que encierra una palabra que hemos satanizando, asociándola a males de la humanidad que, como la violencia y la corrupción, han diezmado el verdadero sentido de ejercer la política con todo el rigor que demanda tan complejo vocablo.

Hay muchos escritos que definen la política como una actividad ideológica orientada a la toma de decisiones de un grupo para alcanzar objetivos determinados, otros la señalan como una manera de ejercer el poder con la intención de resolver o minimizar el choque entre los intereses encontrados en una sociedad, es decir la capacidad de conciliar entre los conceptos y necesidades de unos y otros para buscar siempre el bien común, por encima de los intereses personales.

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Política proviene del término griego “polis” que significa ciudad y que en los poblados griegos formaban los estados donde el gobierno era parcialmente democrático, de ahí que muchos asimilan este término con el arte de gobernar los pueblos. Por su parte la ciencia política es una rama de las ciencias sociales que se ocupa de la actividad en virtud de la cual una sociedad, compuesta por seres humanos libres, resuelve los problemas que le plantea su convivencia colectiva.

Investigando sus orígenes nos encontramos con historias fascinantes que nos remontan al neolítico cuando las sociedades se vieron en la obligación de organizarse en un sistema donde siempre surgían caudillos que ejercían poder sobre los demás, sin la necesidad del uso de la fuerza, sino con la utilización de ideas que por sí mismas le daban la razón al que tenía mayor capacidad para imaginar propuestas y materializarlas en el corto o mediano plazo.

Dicho esto, la política se mueve entonces mediante el eje ideológico que logra traducir el pensamiento de una sociedad para lo cual se requieren líderes capacitados con experiencia que no solamente traduzcan ese sentir, sino que administren o gobiernen como aquella norma establecida luego de la revolución francesa donde lo fundamental era instalar regímenes con determinaciones democráticas para que lo que se hiciera, obedeciera a la voluntad del pueblo.

Este modelo se aplica incluso hasta en la manera simple de definir los cuadros directivos de un barrio donde los habitantes hacen parte de una asamblea, que a su vez elige a una junta directiva, para que sean ellos los que gobiernen y administren los propósitos homogéneos, las expensas y bienes comunes.

Escribo esta columna tratando de encontrar las palabras más adecuadas que puedan orientar a las presentes generaciones en los mecanismos que existen, desde tiempo atrás, para ejercer ese fascinante arte de hacer política, en el entendido que su concepto original está basado en las ideas y en unas rutas de acciones que deben conducir al éxito, logrando con esto el bienestar general.

La constitución de 1991 determina que nuestro territorio es una república unitaria, democrática, participativa, pluralista, con entidades territoriales autónomas. Allí se asegura también que uno de los fines esenciales del estado es el de facilitar la participación de los ciudadanos en las decisiones que los afectan y en el desarrollo de lo que atañe a su nación.

Amparados en estas apreciaciones, se crearon los consejos nacionales de planeación que, según dice la constitución, deben estar conformados con la representación de varios sectores de la sociedad, como efectivo instrumento de participación ciudadana.

En un dialogo reciente y enriquecedor que sostuve hace unos días con un joven inquieto y analítico, me decía: ¿Y si todo esta tan bien escrito y sustentado, entonces que es lo que pasa? ¿Porque no se ejerce y se actúa tal y como lo reza esa constitución de la que tanto hablan?

No supe que responder porque al parecer todo es tan lógico que no hay como entender cuándo y porque se perdió el rumbo de lo público y el término política es un tema que muchos esquivan cuando aseveran de manera radical: “Yo no me meto en política”, “Yo odio la política” o “A mí no me metan en eso de la política” y qué decir de aquellos que aseguran, “Que roben, pero que por lo menos no roben tanto y me ayuden”

Hace falta mucha pedagogía en esta área y urge una presencia masiva en la política para ejercer nuestro verdadero papel de ciudadanos e integrantes de un conglomerado al que hacemos importantes contribuciones individuales con el pago de impuestos, cuotas de administración, aportes a salud y pensión por cada contrato o cargo que ejercemos, pago de estampillas, subsidio a la guerra, pago de servicios entre muchos otros, ya que vivimos en una sociedad donde se paga por todo. Ésto nos otorga mínimos derechos como el saber quien administra, que administra, como lo hace y como eso afecta o favorece los intereses individuales y los de cada familia.

Los planes de gobierno, planes de desarrollo, planes de acción, plan de compras, plan de contratación y en general los requisitos y modos utilizados por las entidades del estado, serán una herramienta eficaz en la medida que establezcamos verdaderas reglas del juego para saber cuándo exigir y como pedir cuentas en un ejercicio que requiere del seguimiento y control ciudadano, aquel que entregamos a los organismos de vigilancia y en los que lamentablemente no creemos porque muchos de ellos traicionaron, también, la encomienda que les hizo el común y su confianza.

Muy oportuno resulta conocer, a ciencia cierta, las propuestas de los nuevos aspirantes a ocupar dignidades públicas y en especial a los cargos del congreso, porque es allí donde se debaten y acuerdan los derroteros de una sociedad y si bien es cierto, esas propuestas por muy buenas que sean deben entrar en el juego sucio de las bancadas, las aprobaciones mayoritarias, las negociaciones, las manipulaciones estratégicas por debajo de la mesa y todo lo que hoy es un secreto a voces, también es claro que muchas de ellas pueden llegar a cristalizarse, siempre y cuando exista una vigilancia y acompañamiento de las masas, que en ultimas son las que logran los grandes cambios.

No es fácil abordar un tema con tantas aristas como éste, sin embargo solo quiero llamar la atención de los lectores para recordar que toda aspiración a ocupar un cargo de representación pública debe estar basada en proyectos bien esquematizados, aterrizados, posibles y realizables para “no comer cuento” de aquellos que prometen hacer puentes donde no hay ríos, o los que hablan de fantasías apartadas de toda lógica terrenal, sin embargo hay muchos de ellos que bien vale la pena escuchar, analizar, entender y “masticar” con cuidado, porque en algunos hay buena intención que, si se asume como consigna ciudadana, seguramente logran llegar a la cúspide para favorecer la colectividad.

Ahora bien, frases como: “El pueblo unido jamás será vencido”, «Uno para todos y todos para uno”, “El cambio es ahora” “No más de lo mismo”, “Combatiremos a los corruptos” «Ahora o nunca», por mencionar algunas, vienen siendo utilizadas por hábiles estrategas para camuflar su voraz apetito y los intereses de unos pocos que, con la manipulación astuta de esos vocablos, o de los símbolos identitarios, logran confundir y dividir para llegar al poder, perpetuándose allí por décadas.

Llegó el momento de analizar, entender y hacer buen uso de lo que está escrito en la constitución para no seguir replicando las viejas mañas que todos critican y muchos repiten con una doble moral, manejada soterradamente según su conveniencia. Quizá eso explica por qué los que no han cumplido sus promesas de campaña, vuelven a ser elegidos o por qué siempre el más sagaz es el que se queda con las raciones de la gente.

Mi conclusión es que no solamente hay políticos malos, sino electores perversos sin memoria y que no siempre el que más grita, incita, agrede o polemiza es el que tiene la razón, ¡No! es mejor analizar, estudiar, pensar con mesurada calma para luego y de manera respetuosa, emitir conceptos que logren hacer pedagogía, aprovechada pacíficamente para el beneficio de todos.