¿Docentes adoctrinadores? – Carlos David Martínez Ramírez – #ColumnistaInvitado

Mi abuela paterna Amalia Cabrera de Martínez, dedicó toda su vida a la docencia, desde que terminó su paso por una Normal Superior, se dedicó a la enseñanza hasta que se pensionó; llegó a tener tres trabajos al mismo tiempo: uno en la mañana, otro en la tarde y uno más en la noche; según ella misma cuenta, al terminar su jornada laboral nocturna seguía con otra no remunerada: “ser modista de sus hijos”, ya que cocía algunas de las prendas de ropa que usaba su núcleo familiar.

Actualmente nuestro país enfrenta una paradoja muy extraña: hay mucha ignorancia en temas políticos y, al mismo tiempo, pareciera prohibido hablar de política en escenarios educativos institucionales. Me pareció este un buen momento para rendir un homenaje a mi abuela y a varias generaciones de docentes que se esfuerzan por enseñar con principios y valores éticos que superan cualquier ideología política.

Para efectos de lo que quiero destacar, no es importante la ideología de la protagonista de esta historia, pero para que no me acusen de castro-chavista, aclaro que su pensamiento es más de tipo conservador que de otro tipo, pero por ahora esto no es relevante.

No hay que tenerle miedo a que los docentes tengan su propia ideología y a que generen discusiones políticas en los ambientes escolares; es más, si se estudia la historia de las instituciones escolares, vamos a identificar que algunas tienen, o tuvieron, unos pilares y fundamentos ideológicos muy claros. Incluso el declarar que se tiene una apertura a diferentes corrientes ideológicas o políticas, ya implica en sí mismo una posición política.

Napoleón hablaba de la importancia de un “cuerpo” docente para promover su visión de cómo debía ser la república; en Colombia, en 1870 la educación se descentralizó, coherentemente con la visión federal de los liberales radicales, pero se centralizó (tal ves incoherentemente) con el ánimo de promover la idea que el federalismo era lo que más convenía para el país. Así, podríamos encontrar muchos ejemplos de relaciones entre ideas políticas y proyectos educativos.

El verdadero problema de Colombia, no son los docentes que “adoctrinan”, es la falta de estabilidad en políticas públicas que favorezcan al grueso de la población. En este sentido, necesitamos políticas económicas serías y estables pensadas a largo plazo, no sólo para tapar huecos fiscales, sino para apalancar un desarrollo económico real, que potencie la industria, el campo y la competitividad en general; en ese caso es válido pensar proyectos educativos que robustezcan las políticas económicas.

En ese escenario ideal, los docentes, y todos los ciudadanos, estarían convocados a pensar, discutir, deliberar y aportar en el esfuerzo por establecer colectivamente lo que más favorece al país. Se supone que eso es posible en una democracia.

El mejor ejemplo que tenemos en el planeta, lo encontramos en los países asiáticos que se repensaron la planeación de la educación a largo plazo, en la segunda mitad del siglo XX, para apalancar sus políticas de crecimiento económico.

Mi abuela nunca se esforzó por promover una ideología política, menos de tipo partidista, aunque es respetable la actitud educativa en los docentes que sí promuevan este tipo de debates, me sorprende cuando ella usa términos como pupilos, para hablar de sus estudiantes, y de doctrina para hablar de los métodos, la pedagogía, el currículo y las técnicas de evaluación que aplicaba. Increíble ¿no?