Ineludible solidaridad, solidaridad ineludible – Fabio José Saavedra Corredor – #Columnista7días

La sorpresiva coyuntura histórica que alteró la tranquilidad del planeta, el que navegaba en un mar cotidiano en aparente calma, llevó la  humanidad a afrontar situaciones inesperadas, cuando se rompió la monotonía de la vida sacudiendo las conciencias adormiladas, en el avance de una sociedad acomodada en la aceptación de su destino desequilibrado  e injusto, donde la solidaridad fluye en una sola vía y las comodidades y derechos pertenecen a las pequeñas minorías, mientras que, la marginalidad representa a las grandes mayorías, y una franja media de la población  navega entre los dos extremos, en las aguas tibias de la indiferencia y apenas pudiendo suplir sus necesidades básicas.

Hoy en medio de esta realidad del confinamiento universal, la humanidad ha empezado a entender y aceptar las nuevas condiciones de vida, porque las circunstancias la han obligado, además, si la irresponsabilidad individual y colectiva la llevan a no aceptar la imperiosa necesidad de la solidaridad, como camino común para estos tiempos difíciles, estaremos abocados a iniciar un viaje, cuya única salida y destino seguramente serán, una fosa en un cementerio o el puerto alternativo de un horno crematorio en cualquier lugar del planeta.

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En medio de esta cruda realidad, envuelta en el egoísmo y la indiferencia de la opulencia minoritaria, que concentra el poder y en la apatía atomizada, atemorizada y desorganizada de las grandes mayorías en condiciones de marginalidad.

En estas difíciles condiciones de descomposición socio-económica, se presentó la realidad inesperada de la pandemia, fracturando sin ningún miramiento las costumbres y hábitos rutinarios de la sociedad y su cultura, los que habían sido implantados a través del tiempo, por la sociedad de consumo y el culto a los sentidos, algo caracterizado en la literatura por Hermann Hesse en su célebre personaje, Narciso.

En estas circunstancias el aislamiento cerró la puerta reduciendo la humanidad al contacto  virtual, eliminando la expresión viva de una sonrisa, la que se perdió en la oscuridad del tapabocas, quedando allí sepultada la belleza de facciones finas y amables, alimento sutil de los sentimientos e ilusiones de la vida.

Pero no todo son nubarrones  negros de tormenta, afortunadamente la realidad de la virtualidad y las redes sociales, también se constituyeron en la única tabla de salvación, para mantener la comunicación entre los individuos y los grupos sociales, pero en este nuevo escenario, el aislamiento vive la experiencia engañosa, de un abrazo en un mundo de fantasía permitido por una pantalla despersonalizada.

Además, en esta nueva realidad del encierro, hemos ido desarrollando nuevas habilidades y destrezas, forzados por la obligación de satisfacer las necesidades básicas requeridas por la cotidianidad de la vida, las que antes del aislamiento eran realizadas por seres invisibles a nuestros ojos, quienes hoy por el mismo aislamiento desafortunadamente se han ido, entonces nos vimos abocados a asumir la magia de la cocina y a preparar nuestra propia comida, a disfrutar el jabón de loza, el brillo del piso y a convertirnos en recolectores de basura, esta nueva realidad nos llevó a aprender de sabores, a cortar verduras y al inalienable derecho de ser padres para disfrutar los hijos trabajando en familia, así fuera en medio de una lluvia de dificultades y responsabilidades,  en pocos días empezamos a disfrutar, lo que siempre habíamos tenido, pero nunca habíamos visto, volvimos a sentir nuestro espíritu y la sencillez de la vida, la que despertó ilusiones y sueños volando sobre la pureza impoluta de hojas en blanco, para dejar en ellas la huella de pensamientos y sentimientos como flores en primavera, alimentado con el venturoso descubrimiento de libros con los sellos de la librería todavía vírgenes, tesoros que en el paso del tiempo fueron orgullosas decoraciones nunca leídas, convirtiéndose en mi valiosa compañía en noches sin tiempo ni límite, invaluables regalos que alegraron el aislamiento y contribuyeron al alumbramiento de versos,  como si fueran nuevos hijos concebidos.

Esta situación también nos llevó a percibir que hasta entonces habíamos vivido con el alma anestesiada por el culto a los sentidos, olvidando que el espíritu es el soplo de la vida, que hace la diferencia con un maniquí de vitrina o un muñeco de arcilla.