¿La casa reemplaza el colegio? – José Ricardo Bautista Pamplona – #Columnista7días

Todas las investigaciones hechas para diagnosticar los efectos de la pandemia dan cuenta que los centros educativos del país fueron los pioneros en el cierre de establecimientos desde el pasado mes de marzo del histórico 2020.

Durante esa sorpresiva vigencia los niños han sido señalados, como otros de los muchos héroes de esta emergencia sanitaria, porque se han sabido adaptar de manera asombrosa a las inéditas circunstancias y en el confinamiento han desarrollado importantes actividades para su crecimiento intelectual y humano.

No obstante, esa capacidad de adaptación de los infantes y el largo proceso de la pandemia, ha causado estragos en la academia y los niños ya no aguantan más ni el encierro, ni las prácticas virtuales, que a decir verdad no han sido las mejores, por cuanto el país no ha implementado una verdadera política pública frente a este tema con el que se pueda regular las actividades de la educación sincrónica y asincrónica y menos en los territorios donde la conectividad definitivamente es nula.

Por todos es sabido que un niño socializa en su segundo hogar, que es el colegio, y allí su relacionamiento con otros niños es vital para el desarrollo de las capacidades motrices, intelectuales y en general las que orientan su desarrollo humano hacia escenarios de comportamiento influyentes en su vida futura.

De ahí la insistencia de varios sectores y expertos que cavan en la necesidad que los centros educativos permanezcan abiertos, pese a las medidas de movilidad y más las últimas que anuncian nuevos confinamientos por la llegada del tercer pico de contagio del COVID – 19.

Los niños se relacionan en los parques y a través de las actividades extraescolares, de ahí la inclusión de los menores en programas de formación artística y deportiva, pero definitivamente es en el colegio donde el niño adquiere hábitos de comportamiento, tras la interacción y alternar con otros pares donde adquiere costumbres y conoce sus deberes y derechos.

El colegio, según los estudiosos, fortalece los vínculos afectivos con las personas, estimula la empatía, contribuye al logro de la independencia y la autonomía infantil, así como a la formación de hábitos y rutinas, fortalece la autoestima y estimula el autocontrol emocional y la asertividad en la resolución de conflictos, entre muchos otros beneficios, es decir que es allí y no en la casa donde el estudiante accede a estos esquemas comportamentales.

Ante la actual realidad el problema se agudiza porque los padres no tienen con quien dejar a sus hijos para salir a buscar el sustento de su familia, lo que agrava aún más la situación y en muchos casos se acude a los abuelos, pero ellos no son la figura más recomendada a la hora de orientar tareas y acompañar a los nietos para la conexión a la virtualidad y por otra parte se asegura que si los niños salen a espacios de masivas aglomeraciones, al llegar a casa los primeros que se exponen al contagio, son justamente las personas de avanzada edad.

Por otra parte, no todas las familias disponen de los medios necesarios para poder llevar a cabo una educación digital, ya sea porque no tienen conexión a internet, dispositivos suficientes o los adecuados para poder seguir las clases.

Cuando el gobierno nacional anunció la “alternancia” fueron muchos los sectores que rechazaron la medida y los padres de familia, casi que al unísono, salieron a contradecir esta metodología, respaldada por los sindicatos; sin embargo, el prolongado proceso de la epidemia ha hecho cambiar la percepción de los tutores quienes ahora insisten en la necesidad que sus hijos asistan al colegio con la aplicación estricta de las normas de bioseguridad.

Muy oportuno resulta exaltar la labor que vienen haciendo los docentes de todo el territorio nacional y por supuesto unos más que otros al haber afrontado con audacia la virtualidad, en un país con tantas deficiencias en la conectividad, donde los maestros se las han tenido que ingeniar para establecer contacto con sus estudiantes y avanzar en el proceso enseñanza aprendizaje, en medio de las más crudas barreras, por todos conocidas.

¿Qué hacer?, es la pregunta de millón. ¿Como abrir las aulas para que los niños vuelvan al colegio de manera masiva, en medio del temor al contagio?

En días pasados, la revista Semana organizó un foro con la presencia de varios panelistas conocedores de este tema, a donde estuvo invitado el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar con varios de sus analistas, quienes concluyeron que abrir los colegios garantiza el bienestar de niños, adolescentes y jóvenes en estado de vulnerabilidad en nuestro país.

Otra de las conclusiones de este espacio de reflexión fue que definitivamente los colegios son entornos seguros para los niños y con el cierre de los mismos también se privó de la posibilidad de acceder a la única comida que tenían garantizada, subsidiada por el estado.

Aseguran que la suspensión de actividades en las instituciones educativas ha traído la profundización de temas como el trabajo infantil, la violencia y la mendicidad, además de la deserción escolar que ha llegado a cifras realmente alarmantes, ocasionando con esto una descomposición social sin precedentes, más cuando desde hace décadas se ha afirmado con vehemencia que “la educación es el camino y la salida para el desarrollo”.

Mientras la discusión esta sobre la mesa y se debate sus posibles soluciones en medio de la más grande incertidumbre, la brecha continua y definitivamente no hay quien sea el dueño de la absoluta verdad, a la hora de defender posiciones y argumentos.

Para finalizar traigo la frase de una reconocida colega, María Elvira Samper, quien insiste en la creación de una medicina bautizada por ella como “Coordinol”, que al parecer es más urgente que la vacuna misma para lograr poner de acuerdo a todos, empezando por los gobiernos, donde al interior de ellos aún no existe coordinación entre una y otra área, porque cada quien defiende los principios filosóficos de su sectorial, sin entender que ésta es una emergencia que urge de lenguajes homogéneos para salir pronto de la encrucijada.

Unos a favor, otros en contra, todos con argumentos tan respetables, válidos y ciertos, pero cada caso tan particular que no es fácil encontrar la fórmula perfecta que deje satisfechos a la mayoría y menos en un momento tan sorpresivo como el que vivimos, para el cual nadie estaba preparado.