Amor adolescente – Fabio José Saavedra Corredor #Columnista7días

Todas las primaveras el manto de María, extendía sus ramas desgranando inmensos ramilletes de flores blancas, que adornaban las hojas de las palmas bayoneta, las que como centinelas eternas, guardaban en silencio las promesas de amor de los enamorados, allí donde tejieron sus ilusiones y sueños.

Ayer, hoy y mañana
en un vuelo sin alas,
sueño eterno… infinito,
donde todo es posible
y nada se puede.
Respirando aromas
de pétalos suspendidos en el cielo,
corriendo en el tiempo sin tiempo
paso a paso en el mismo puesto.
Allí mí alma se estremece,
aterida ¡tiembla!
En el frío de tu ausencia,
voy hundido hasta el cuello
en el océano de tus recuerdos.
Ahogándome en mí lecho
siento la caricia de la lluvia
en el más crudo invierno.
Ahí tú voz es silencio y es trueno,
perdiéndose por las cañadas
protuberantes de tu cuerpo,
es un galope incontenible de sentimientos.
Palabras negándose a ser cascada,
porque los temores las retienen,
entre ilusiones hechas con miedos.
Ahí, voy y vengo,
ahí, vas y vienes.
Ecos de gritos y angustias,
llenando los días y las noches,
por los rincones del cerebro
con el mismo sentimiento,
en el aire que respiras
o en el agua que acaricia tu cuerpo.
Ahí va el viento pleno de besos,
caricias febriles, cercanas a la demencia,
germinando anidadas en un velo sutil,
entre suspiros agónicos,
así vuelan y nunca vuelven,
perdiéndose en las profundidades,
de un torbellino de pasiones.
Hijas de noches sin amaneceres,
igual a tenerte y no tenerte,
como el agua se va por entre los dedos,
llevándose diluidos mis sueños.
Entonces quedo hastiado de recuerdos,
dormido en la promesa que nunca llega.

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