Boyacá, es un departamento devoto de la Virgen María

Varias advocaciones de la Madre de Jesucristo se veneran en el territorio boyacense, pero la principal es la de Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá.

Virgen del Rosario de Chiquinquirá. Foto: Luis Lizarazo / archivo Boyacá Siete Días.

‘La Reina de Colombia’, como la llaman los católicos, ha recibido visitas de reconocidos personajes en su santuario, como la del papa Juan Pablo II en 1986.

Su santidad Francisco también oró ante la patrona de los colombianos en Bogotá, a donde fue llevado el cuadro de la Virgen durante la visita del sumo pontífice.

Tanto es el fervor mariano entre los boyacenses, que en los eventos de Boyacá en Corferias, en Bogotá, la sección dedicada a las advocaciones de María siempre es la más visitada.

Además de la Virgen de Chiquinquirá, que tiene devotos en varios países del mundo, en el departamento se veneran otras advocaciones de María en diferentes municipios.

En Tunja, por ejemplo, la Plaza de Bolívar se llena a reventar el primer domingo de junio para celebrarle la fiesta a la Virgen del Milagro, patrona de esta ciudad y de la Fuerza Aérea Colombiana (FAC).

Los católicos tienen a la Madre de Jesucristo como intercesora de los hombres ante Dios y por eso le profesan una gran fe.

Cada una de las advocaciones tiene sus celebraciones especiales, pero quizá a la que más le ofrecen fiestas es a Nuestra Señora del Carmen, patrona de los transportadores, de los mineros, de los marineros y de muchos más. Aunque su festividad es el 16 de julio, empieza desde junio y sigue en agosto.

Aquí la historia de algunas de las advocaciones de la Virgen que se veneran en Boyacá:

Nuestra Señora de Chiquinquirá

Virgen del Rosario de Chiquinquirá. Foto: Luis Lizarazo / archivo Boyacá Siete Días.

La veneración a la Virgen de Chiquinquirá tiene su origen en un hecho que la historia eclesiástica registra como el milagro de la Renovación, que se produjo sobre una pintura que en 1586 guardaba celosamente María Ramos, quien recogió un viejo y maltrecho lienzo traído a Chiquinquirá (cuentan que fue utilizado hasta para envolver cosas y para sacar el maíz al sol) y del que la devota sospechaba que en otro tiempo debió haber sido una pintura de la Virgen.

Como ella no tenía una imagen de María para rezar, entonces improvisó un pequeño altar en su rancho-capilla, ante el que pasaba muchas horas rezando y pidiendo que se renovara la imagen. Su pedido se cumplió el 26 de diciembre de 1586, cuando un niño indígena que pasaba por el frente de la vivienda vio el milagro.

“El 26 de septiembre de 1586 se produjo el milagro de la renovación del cuadro de la Virgen de Chiquinquirá, haciéndose patente la imagen de María, del niño Jesús y de los santos acompañantes. Desde ahí empezó la devoción por Nuestra Señora del Rosario en Chiquinquirá”, señala la historia.

La Virgen de los Tiestecitos

En el municipio de Tutazá, población de la provincia de Tundama, se venera la imagen de Nuestra Señora del Rosario.

A la patrona de Tutazá se le conoce también como la Virgen de los Tiestecitos, por la invocación que hizo el libertador Simón Bolívar durante la Batalla del Pantano de Vargas buscando su celestial ayuda.

Cuando finalizó el combate de Gámeza y Tópaga, el 11 de julio de 1819, el Ejército patriota recorrió los valles de Belén y Cerinza y llegó a Tutazá. Allá Bolívar conoció a la Virgen.

Nuestra Señora de la ‘O’ de Morcá

Virgen de Morcá. Foto: Luis Lizarazo / archivo Boyacá Siete Días.

La imagen que se venera en la vereda Morcá, de Sogamoso, hace referencia a la Virgen en la ‘expectación del pacto’, denominada también de la ‘O’.

Los relatos no señalan con exactitud desde cuándo se venera a Nuestra Señora de la ‘O’ en Morcá, pero los habitantes de esta vereda cuentan que la imagen de la Virgen fue hallada de manera casual por una pastorcita, de nombre Anita Cáceres, en una cueva llamada Peña de los Murciélagos, donde hoy se encuentra la gruta.

“La niña, una vez hallada la imagen, a escondidas de sus padres, tomaba las ceras de cebo con las que la familia se alumbraba en la noche para llevárselas a la Virgen y alumbrarla en la roca”, relata la historia.

Al ver el extraño comportamiento de la pastorcita, la siguieron hasta el lugar donde estaba la imagen.

“Los padres de la niña llevaron la imagen a la casa, donde estuvo algún tiempo, hasta que ciertos hechos extraordinarios en el lugar llamaron la atención de los vecinos, quienes vieron en el retrato de la Madre de Dios una imagen digna de ser venerada y le construyeron una capilla”, se lee en la novena a la Virgen.

Existe un marcado parecido entre la imagen de Nuestra Señora de la ‘O’ y el retrato de la reina Isabel la Católica, tanto del rostro como de la indumentaria, por lo que se cree que la soberana española mandó pintar el cuadro y que ella sirvió de modelo.

Por tanto, se considera que la imagen de la Virgen fue traída desde España al nuevo continente por los primeros misioneros, e incluso por el propio Cristóbal Colón.

Lo cierto es que un documento de la parroquia da cuenta de que en 1700 ya existía la Hermandad de la Virgen de la ‘O’.

La Virgen de Monguí
Es la patrona de la Diócesis de Duitama y Sogamoso.

Virgen de Mongüí. Foto: Luis Lizarazo / archivo Boyacá Siete Días.

La historia cuenta que el rey Felipe II envió a Sogamoso un lienzo de la Sagrada Familia y a Monguí, el de san Martín de Tours.

Por error, la Virgen llegó a Monguí y San Martín a Sogamoso. Pese a que los cambiaron, la Virgen aparecía siempre en Monguí.

En 1928 monseñor Eduardo Maldonado Calvo realizó el trámite ante la Santa Sede para que se otorgará el permiso y poder coronar a la Virgen de Monguí como reina de Boyacá, pero solo hasta el año siguiente el papa Pío XI lo concedió y mediante un decreto se estipuló que el 8 de septiembre de 1929, después de que todos los sacerdotes culminaran sus retiros espirituales en Tunja, se realizara dicha coronación.

En el decreto emitido por el obispo de Tunja, indicaba que la imagen de la Virgen debía trasladarse en peregrinación desde Monguí, pasando por Sogamoso, Firavitoba, Toca, Siachoque y Soracá hasta culminar en Tunja, donde sería impuesta la corona por monseñor Maldonado Calvo, quien en esa época era el obispo de la capital boyacense.

Con esta corona, que fue obsequiada por Patricio Puentes, oriundo de Monguí, se proclamó a la Virgen como Reina de Boyacá.

La Virgen Morenita de Güicán

Según la obra ‘Fe, mito y folclor de las romerías boyacenses’, de Eutimio Reyes Monsalve, en 1756 llegó a Güicán el misionero Miguel Blasco, quien hizo levantar un rancho de tapia pisada y lo cubrió de paja.

En medio de dos grandes piedras escarbó e improvisó una capilla, en la que empezó a evangelizar a los nativos del lugar y a enseñarles a rezar el rosario ante una hermosa imagen de María.

“Los tunebos no admiraban esa imagen porque decían que ellos tenían una señora celestial más grande y más bella en una cueva”, cuenta la tradición.

El misionero al escuchar esto se llenó de curiosidad y pidió que lo llevaran a conocer esa señora celestial.

Los indígenas fueron con el misionero hasta la cueva llamada ‘La Cuchumba’, donde se encontraba una imagen de María alumbrada con cera de laurel y frailejones, y debido al humo que despedía la trementina, la Virgen se había vuelto morena.

Los aborígenes le contaron al religioso que la imagen de la Virgen se las había regalado un señor de barba blanca, quien también les enseñó a rezar el avemaría.

El 2 de febrero de 1757 los tunebos permitieron que la imagen fuera llevada de la cueva a la capilla.

Nuestra Señora de El Topo

Virgen del Milagro del Topo en Tunja. Foto: Luis Lizarazo / archivo Boyacá Siete Días.

El 24 de agosto de 1626, a las 4:30 a.m., cuando atravesaban el patio, dos religiosas concepcionistas del santuario de El Topo observaron que en un pequeño charco se reflejaba la figura de la Virgen María.

Luego alzaron los ojos al cielo y contemplaron la aparición de la misma imagen y posteriormente dirigieron la mirada a una celda contigua, de donde provenía una luz muy viva, y sobre un lienzo que estaba puesto en la ventana admiraron la misma imagen que habían visto en el agua y en el cielo.

Al dar aviso a las demás religiosas, todo el convento y la comunidad de la zona llegó a postrarse ante el cuadro.

La Virgen del Amparo de Chinavita

Virgen de Chinavita. Foto: Luis Lizarazo / archivo Boyacá Siete Días.

Las crónicas relatan que el primero de enero de 1823, después de una misa solemne, los feligreses y el sacerdote de Chinavita se pusieron de acuerdo en que la parroquia, que había sido fundada el 14 de septiembre de 1822, debía ser presidida por la advocación de la Virgen del Amparo, devoción poco conocida hasta ese momento en esa zona.

“En ese tiempo existía como mayordomo de fábrica don Andrés Mora; a él se le designó para que buscara la imagen de la Virgen para entronizarla en el templo como patrona de Chinavita”, cuentan en la parroquia.

Él viajó a Bogotá, pero no encontró ninguna imagen de la Virgen del Amparo.

“Cuenta la historia que, el mayordomo se regresó muy triste a Chinavita, pero al llegar al lugar llamado El Sisga, se encontró con un fraile de hábito franciscano, a quien el afligido chinavitense le contó el motivo de su pena, a lo que el venerable anciano fraile de barba larga le dijo: amigo, la imagen de la Virgen del Amparo que usted busca la encontrará en Tunja en el convento de San Francisco, dentro de un canutillo de guadua que está con otras maderas detrás del altar mayor”, señala la tradición oral.

Agrega que, Andrés Mora desvío su camino hacia la ciudad de Tunja y que llegado al convento franciscano, el superior de los frailes lo condujo hacia la sacristía.

“Estando allí se percató que existía en ese lugar una estatua del fraile que se había encontrado en El Sisga, y un poco confundido le contó al prior su historia, quien con emoción y asombro le dijo al humilde campesino que la imagen que él contemplaba, era nada más y nada menos que la de San Francisco de Paula”, dicen en la iglesia de Chinavita.

Tras buscar, al fin encontraron el canutillo de guadua y, una vez hallado, descubrieron dentro de este el milagroso lienzo de la Virgen del Amparo, deteriorado, carcomido y borroso, y el superior de los frailes lo obsequió al parroquiano para que lo llevase a Chinavita.

“El padre José Joaquín Ramírez Zubieta, entonces párroco de Chinavita, viajó a Bogotá y trajo a un maestro pintor para que retocase la imagen y llegado el 31 de diciembre de 1823, el pintor acomodó el lienzo para restaurarlo, pero al amanecer del 1 de enero de 1824 apareció perfectamente restaurada la imagen sin que el pintor hubiera iniciado su trabajo”, finaliza la historia.