La ética en la responsabilidad social – Carlos David Martínez Ramírez – #ColumnistaInvitado

Actualmente es muy común que se crea que la ética tiene que ver con prohibiciones, lo cuál sería una mirada muy limitada. Los filósofos griegos clásicos experimentaban sus ideas con vivencias profundas, era claro el sentido del ethos como una forma que marcaba el vivir. Esto lo destaca Foucault en varias de sus reflexiones.

En la época en la que vivimos, en la cual parece que el dinero lo absorbe y lo compra todo, los principios y los valores que orienten a las personas hacia la responsabilidad social resultan fundamentales para generar reflexiones desde el campo de la educación, la política y la cotidianidad.

De acuerdo con el Fratelli Tutti (Papa Francisco, 2020), “se advierte la penetración cultural de una especie de “deconstruccionismo”, donde la libertad humana pretende construirlo todo desde cero”, privilegiando únicamente “la necesidad de consumir sin límites”. En este contexto, la historia del Buen Samaritano es más relevante que nunca.

La relación con el otro no puede limitarse a la representación; el otro no se puede reducir a una representación categorial propia, las relaciones deben marcarse por una ética que oriente a la acción y a la hospitalidad. La acción revela a la persona, y miramos a la persona a través de la acción (Wojtyla). Hoy necesitamos una ética que oriente acciones hacia la solidaridad y el reconocimiento de los otros.

Las relaciones con otros deben enmarcarse en la hospitalidad y el reconocimiento. Contrario al instrumentalismo que pulula hoy, es vital recordar a Levinás y pensar que en el rostro del otro hay una subjetividad que nos desborda.

La representación del otro como un instrumento, como un objeto, comprable, consumible, lleva a olvidar que el otro también tiene libertad (es libre), padece, sufre, vive y muere. Levinás plantea que “una descripción del Otro individual: sería interminable”; este concepto es muy relevante, para contraponer argumentos potentes a la idea de que el otro se puede reducir a un instrumento.

La posmodernidad, en lugar de resaltar el reconocimiento de la importancia del otro mediante el resalte de la subjetividad, en el marco de la globalización neoliberal, ha llevado a un egocentrismo o una suerte de exaltación sin precedentes del individualismo que valida la falta de solidaridad con la excusa de la libertad individual.

En el marco de la política, donde los intereses económicos parecen primar sobre las verdaderas necesidades de las mayorías, el reconocimiento del otro y la solidaridad se convierten en acciones necesarias. Tal como afirma el Papa Francisco “no debemos tener miedo de la bondad, más aún, ni siquiera de la ternura”.