El sueño de sobrevivir a una UCI: ¡adiós Jaime!

Jaime Barrera, además de llevar las banderas de nuestra familia y abrirnos el camino, realizó una gran labor desde su ministerio. Sin duda, su capacidad de servicio lo acercó a la filantropía. Pudo aconsejar, acompañar y ayudar al discernimiento de sus cercanos y de cientos de feligreses que reflexionamos a partir de sus homilías.  Quizás ese fue el mayor regalo que Dios le dio.

Sacerdote Jaime Barrera Varela (izquierda), fallecido por causa del COVID. En la foto lo acompaña su familia. Foto: archivo particular

Por: *Pedro Javier Barrera Varela

Una gran amiga, de las mejores profesionales en salud de nuestro país, me dijo: “Las UCI se hicieron para salvar vidas”.  La pandemia ha obligado a que diferentes personas del mundo nos tengamos que enfrentar de una u otra manera a estas unidades médicas especializadas. El solo hecho de pronunciar su nombre causa profundo temor. Los pacientes UCI se juegan la vida a cada instante. Los riesgos son inminentes. Desde el momento mismo de la intubación, o incluso, durante la fase final: la extubación.

En todo caso, las UCI siempre causan cicatrices.  La tasa de mortalidad en Colombia de pacientes COVID que ingresan a UCI es tan alta que puede alcanzar hasta el 50%.  Días agotadores, noches bastante largas en las que solo esperamos las noticias de aquel paciente amado que se encuentra al filo de la muerte. En todo momento se sueña con la salida de la UCI, mas las crudas estadísticas nos demuestran que tan solo la mitad de los pacientes lo lograrán. Por esta razón, las UCI que antes nos eran indiferentes, ahora se han convertido en una opción de vida.

¿Intubar o no intubar? Difícil decisión. Ese delgado hilo que se teje entre el estado de conciencia y el estado de inconciencia. Los sonidos del exterior se anulan por los sonidos de múltiples monitores que son supervisados por el personal de salud en sus largas y agotadoras jornadas de trabajo. Los especialistas hacen todo lo posible por ayudar en la loable tarea de salvar vidas. Sin embargo, en algunos casos, ellos mismos admiten que tan solo se puede confiar en la voluntad de la divina providencia.

Paradójicamente, son días de unión familiar, pues los amigos y parientes tienen un objetivo común. En todo caso, no es tarea fácil. Incluso, para aquellos afortunados que alcanzan el sueño de sobrevivir a una UCI, les espera un largo proceso de recuperación. Los sobrevivientes tienen que enfrentar las diferentes secuelas: desacondicionamiento físico, afectaciones en órganos como la garganta, riñones, episodios de pérdida de memoria, entre otras.  Nuestra solidaridad para estas familias.

Pero también, la COVID deja cicatrices que no son fácilmente perceptibles, pues, quedan en el alma. Aun así, es un verdadero triunfo, porque son pacientes que logran salir de la bruma y continuar con sus proyectos de vida.

En nuestro departamento, la pandemia ha vestido de luto a 1.137 familias (a 23 de marzo de 2021)[1]. Tanto dolor y tanta angustia para estas familias boyacenses a causa de un virus que ya tiene vacuna.  Nuestra familia ya fue víctima de este virus ¡Nos duele el alma! El 1 de febrero, luego de 7 días en UCI, el sueño de salir con mi hermano, padre Jaime Barrera Varela, sano y salvo, se nos apagó. Ese mismo día murió el respetado jurista Óscar Granados, magistrado del Tribunal Administrativo de Boyacá. Así que comprendo lo que han tenido que pasar más de 1.100 familias boyacenses. Ahora, solo nos queda implorar para que las vacunas lleguen pronto y eviten la propagación del luto en nuestros hogares.

Jaime Barrera, además de llevar las banderas de nuestra familia y abrirnos el camino, realizó una gran labor desde su ministerio. Sin duda, su capacidad de servicio lo acercó a la filantropía. Pudo aconsejar, acompañar y ayudar al discernimiento de sus cercanos y de cientos de feligreses que reflexionamos a partir de sus homilías.  Quizás ese fue el mayor regalo que Dios le dio.

Su labor también será recordada por los jóvenes de la Diócesis. Para las futuras generaciones quedará un legado físico: la ciudadela juvenil ubicada en el bello municipio de Nobsa. En Sogamoso, fue maravillosa la transformación física en la parroquia Nuestra Señora de Chiquinquirá. Pero, también pudo llegar y dar a consuelo a muchos corazones en momentos difíciles. Como vicario de Pastoral Diocesano demostró ser un trabajador incansable. Caminó todos los municipios de la Diócesis y motivó en la creación de diferentes comunidades pastorales.  En su último año, cómo párroco de la Basílica de Monguí, sus mensajes y reflexiones fueron un bálsamo para la feligresía que atravesaba los tiempos difíciles de la pandemia.

¡Fue un gran luchador!, pues nos demostró que las grandes obras se pueden lograr gracias a la solidaridad y al trabajo comunitario. Tenemos muchas razones para extrañar a Jaime, por eso duele tanto decirle adiós.

Para los que ya perdimos a un ser amado en la batalla contra la COVID, solo resta decirles como nos decía Jaime: ¡Ánimo!, porque tenemos que salir adelante. Mis plegarias por las victimas boyacenses de la COVID-19.  Fortaleza para estas familias porque en honor de nuestros seres amados que perdieron la batalla, tenemos el deber de reconstruir nuestros proyectos de vida.  A los que han logrado sobrevivir a la COVID: ¡Ánimo!, es una nueva oportunidad que les regala la vida, no la desaprovechen. Para el personal médico: ¡Gracias! por concentrar su conocimiento y esfuerzo en la inigualable labor de salvar vidas. Y, por último, a toda la sociedad: ¡Conciencia! La COVID no se ha ido y aunque la vida debe continuar, jamás será exagerado tomar todas las medidas adecuadas para proteger nuestra propia vida ¡La vida es sagrada!

*Hijo boyacense

[1] Según informe de Reporte de Situación (SITREP) de la Secretaría de Salud de Boyacá.