Alcaldes, de la ‘dedocracia’ a su elección por voto popular

Durante décadas, el Presidente de la República era quien designaba ‘a dedo’ a los gobernadores y ellos, a su vez, a los alcaldes. Detalles que las nuevas generaciones no conocen de cómo funcionaba la designación de alcaldes por decreto; con qué criterios los nombraban o los removían y cómo funcionaba ese mecanismo.

Ricardo Rodríguez Puerto, Periodista. Foto: Archivo Boyacá Sie7e Días.

Si el Presidente de la República era liberal, los gobernadores que él nombraba también tenían que serlo. Y si el gobernador designado por el Presidente era liberal, por supuesto que todos los alcaldes que él nombraba también tenían que ser de ese mismo partido político.

Y si el Mandatario de los colombianos era conservador, los gobernadores también lo eran y, de ahí para abajo, todos los alcaldes, los inspectores de gobierno y los secretarios de los gabinetes municipales debían ser de su mismo partido político.

Así, en general, fue durante muchas décadas el nombramiento de todos los alcaldes de Boyacá y del país. Se trataba de una auténtica ‘dedocracia’ en la que el Gobernador de Boyacá, a su arbitrio, nombraba y ‘des nombraba’ a los alcaldes de más de 120 municipios del departamento.

La influencia real para la designación de los gobernadores la ejercían los congresistas del partido del Gobierno nacional y eran ellos mismos quienes por la misma razón ternaban o terciaban en los nombramientos de todos los funcionarios de carácter municipal, empezando por los alcaldes. Así armaban clientelas que era muy difícil de derrotar y destronar.

Muchas veces en los pueblos fueron nombrados alcaldes con méritos, líderes o personas con reconocimiento y trayectoria, pero en otras oportunidades a los primeros cargos de los municipios llegaron recomendados de los caciques políticos locales, sin preparación, sin experiencia, sin la capacidad o simplemente unos ‘aparecidos’.

Era frecuente en esas épocas que un alcalde apenas permaneciera unos días o unas pocas semanas en el cargo. A esos funcionarios les tocaba hacer lo que fuera con el cacique político o con el congresista para mantenerse en el cargo y lo menos importante era trabajar por la comunidad o solucionar los problemas del municipio. En consecuencia, el alcalde debía estar más atento de las relaciones con su grupo político que de los asuntos de sus gobernados.

Ese esquema favoreció siempre el bipartidismo. Los partidos Liberal y Conservador fueron los únicos que tuvieron derecho a gobernar a Colombia, los departamentos y los municipios y nunca hubo opción para movimientos o fuerzas políticas alternativas.

El Presidente de la República era quien designaba ‘a dedo’ a los gobernadores y ellos, a su vez, a los alcaldes.

Los inspectores de Gobierno eran muy importantes en esa época porque tenían la facultad de vigilar al alcalde, reportar ante el gobernador y en muchas ocasiones, si el alcalde era removido, ellos eran nombrados en encargo que a veces duraba mucho tiempo. Esos inspectores eran personas de mucha confianza del Gobernador. Fueron famosos Carlos Fonseca Hernández, inspector de Gobierno, quien fue encargado de numerosas alcaldías; y Jaime Ramírez López, también encargado de varias alcaldías.

Hubo personajes en Boyacá que fueron alcaldes de muchos municipios. Todavía muchos boyacenses recuerdan al sargento Celso Parra Camacho, a quien apodaban ‘el Sargento Parques’ porque se encargó de construir parques de una gran cantidad de municipios de Boyacá. El sargento Parra Camacho fue alcalde de más de 50 pueblos de Boyacá y en algunos casos por apenas unos pocos días.

También fue famoso Julio Meléndez, quien fue alcalde de más de 30 municipios de Boyacá; y Campo Elías Alarcón, alcalde de más de 20 municipios y, más tarde, elegido como diputado a la Asamblea de Boyacá.

Los gobernadores de esa época cambiaban alcaldes como cambiarse de camisa. Los directorios municipales del Partido Liberal o del Partido Conservador a veces le sugerían al gobernador quien podría ser el Alcalde pero si el mandatario regional no estaba de acuerdo con esa postulación nombraba a un amigo a cualquier persona que se le antojaba.

En la década de los 80, como consecuencia de la mentira de un personaje con vínculos en la política y en el periodismo, el municipio de Tuta tuvo tres alcaldes en un mismo día.

Ocasionalmente era la comunidad la que protestaba y presionaba la salida de un alcalde. En Tunja, por ejemplo, una protesta por falta de agua, a mediados de la década del 80 causó que el Gobernador tuviera que remover el alcalde.

La elección popular de alcaldes y gobernadores todavía tiene algunos críticos, en lo electoral el trasteo y compra de votos.

Por la designación de alcaldes por decreto fue posible que el escritor y periodista Eduardo Caballero Calderón pudiera ser alcalde de su pueblo natal, Tipacoque. Durante la gobernación del abogado Heraclio Fernández Sandoval llegó a su despacho el coronel Manuel Agudelo, personaje muy preparado, inteligente y un extraordinario orador, quien había sido Ministro, rector universitario, embajador y miembro de varias academias. Su petición al Gobernador es que quería ser alcalde de su tierra natal, Corrales. Y el Gobernador lo nombró el ese cargo.

Después de tantos ‘ires y venires’ con los alcaldes nombrados mediante decreto, a mediados de los 90 comenzó en el país la discusión sobre el proyecto para la elección popular de alcaldes y gobernadores y el mundo de la política regional y local comenzó a cambiar, para algunos para mal pero para muchos otros para bien.

Fue muy notorio el cambio porque la permanencia en los cargos para los alcaldes les permitió trabajar más seriamente por sus municipios y menos por sus jefes políticos. Fue tal vez por eso que, por ejemplo, el primer alcalde por elección popular de Tunja, el abogado Hernando Torres Barrera pudo culminar con éxito su periodo de dos años pues sus obras, entre ellas la remodelación de todo el casco histórico de la ciudad que se preparaba para celebrar los 450 años de fundación, no hubieran podido ser culminadas en otras circunstancias.

Cuando se destaparon las calles del centro de Tunja y la ciudad quedó en obra negra se desató una ola de críticas contra Torres Barrera y gran parte de la ciudadanía esperaba que el Gobernador de la época lo removiera del cargo, pero el Alcalde había sido elegido para un periodo fijo. Con el paso de los meses se demostraron las bondades de esas obras, la ciudad cambió su cara y Torres pudo terminar como uno de los mejores alcaldes en la historia de la ciudad.

De esa manera también y ayudado con la descentralización gradual de recursos que antes se manejaban y distribuían casi que exclusivamente desde el Gobierno nacional, muchos municipios y ciudades comenzaron a realizar y a ver obras importantes.

La elección popular de alcaldes y gobernadores todavía tiene algunos críticos, en lo electoral el trasteo y compra de votos y hasta la influencia de grupos armados; en lo político, las camarillas, las clientelas y los cacicazgos; en lo presupuestal, muchos casos de corrupción y despilfarro, pero ha resultado mejor la voluntad popular, con las equivocaciones que también se han dado; que las imposiciones desde Bogotá o desde escritorios en Tunja.

*Por: Ricardo Rodríguez Puerto