La deserción escolar: otro de esos problemas a largo plazo – Carlos David Martínez – #ColumnistaInvitado

La crisis económica y el desempleo, que experimentamos actualmente, está trayendo y traerá en el corto plazo problemas de delincuencia e inseguridad, en general.

La cruel realidad seguirá poniendo de manifiesto algo que durante varios años muchos colombianos se han resistido a creer: que la inseguridad del país no se debe sólo al narcotráfico y que hay otras causas estructurales que generan problemas de este tipo.

Por otra parte, los efectos de la deserción escolar actual, en diferentes niveles educativos, aún son difíciles de prever en el largo plazo, a pesar de que si puede observarse en el corto plazo la reducción de matrículas y las pérdidas económicas de las instituciones educativas privadas.

En los inicios de la década de 1990, debatíamos con mucha frecuencia sobre el impacto de la cultura del dinero fácil, heredada del narcotráfico; hablábamos sobre cómo la falta de educación era un caldo de cultivo entre los jóvenes para que los grupos armados pudieran contar con “personal” dispuesto al sicariato y al crimen con mucha facilidad. Una novela referente fue “No nacimos pa’ semilla”, escrita por Alonso Salazar, en la que se narran historias en el marco de la violencia urbana; sobre la violencia rural se leía mucho la obra de Germán Castro Caycedo.

A inicios del siglo XXI, aunque seguíamos teniendo problemas de cobertura, en el campo de la educación, gran parte de la discusión nacional se trasladó al ámbito de la calidad educativa. Se hablaba del papel de la evaluación para mejorar los procesos educativos y de la gestión educativa descentralizada.

Actualmente, en el marco de la pandemia, se sigue discutiendo sobre la calidad educativa en términos de cómo la calidad de la educación virtual no se puede equiparar con la presencial; muchas veces se discute de manera muy superficial, acusando a la virtualidad de ser una enemiga, injustamente; aunque también se señala, ahí sí de manera acertada, que la inequidad lleva a que las poblaciones más pobres se queden sin educación al no tener acceso a tecnologías básicas como computadores y dispositivos móviles o conectividad.

Las instituciones educativas privadas prenden las alarmas frente a la deserción porque representa pérdidas económicas eminentes y preocupantes, pero aún es difícil calcular los efectos de la deserción escolar en el largo plazo. En un país como el nuestro, donde no hay políticas de Estado sino políticas de Gobierno, poca estabilidad en las políticas públicas educativas, esto se hace más complejo, especialmente si se considera los bajos niveles de planeación y que la deserción educativa en las instituciones públicas parece no tener un doliente; exceptuando cuando se ve a los docentes como cuidadores y entonces urge el retorno para que los padres puedan volver a sus trabajos.

El arquitecto Frank Lloyd Wright decía que “los médicos tapan sus errores con tierra, los abogados con papeles y los arquitectos aconsejan poner plantas”, algunos parafrasean agregando que los errores de los profesores siguen rodando y resultan en personas que pueden traer grandes males a la sociedad, pero, la ausencia de la educación institucional escolar, aunada con pocas capacidades de los padres para educar en casa por la necesidad de salir al rebusque o por falta de competencias, resultará en problemas que aún no podemos prever, aunque seguramente la inseguridad y la delincuencia podrá ser uno de esos fenómenos que vendrá en ascenso.

Los docentes pueden jugar un papel importante, pero no sería justo delegarles toda la responsabilidad de la deserción escolar, un fenómeno multicausal en el cual juega la escasa articulación del sistema educativo, su poco potencial para la orientación vocacional, la baja calidad, los prejuicios frente a ciertas carreras y el desconocimiento del mercado laboral, entre muchas otras variables.

La pedagogía no nos va a salvar de la desigualdad y la demagogia no hará invisibles nuestros problemas.

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