Más cerebro y menos tripa – Martha Patricia Moreno – #Columnista7días

Un año más es siempre un año menos y este enero del 2021, a casi una década de la partida de mi madre, mi amiga como agua que se junta del mismo río, pero a quien tan lejos de su edad, le agradezco que no alcanzó a ver mis canas, ni mis arrugas; seguro diría que era de justicia meterle temple al rostro.

Pero aun y a sabiendas de que el paso derrochador y espléndido de los años me persigan, jamás me haría una cirugía plástica, pues lejos de toda vanidad y tanto aprieto, solo me libra la urgencia de permanecer viva, para recibir la vacuna de ARNm COVID-19.

Ojalá que los milagros y las vacunas nos lleguen sin costos, para  que los únicos picos que nos caigan sean los del aprendizaje; como dijo en uno de sus aforismos espirituales Einstein: “La ciencia sin religión estará coja, pero  la religión sin ciencia será la ciega”, pero no muda, como  la conjetura  peregrina de los conspiradores que le abonan supuestos planes para colocar microchips en las personas,  o  la  teoría  de los científicos   que le acreditan el valor para  librar la batalla contra la resistencia a los antimicrobianos.

Hay que ponerle al asunto ‘Más cerebro y menos tripa’, pues las vacunas son la mejor inversión en salud que puede comprar el dinero, como el presidente Joe Biden, quien ya recibió su segunda dosis, aumentando su esperanza de vida, pues comienza a sus tiernos 77 años y gobernará los Estados Unidos con facilidad hasta los 80 y muchos años más.

Coletilla: a pesar del distanciamiento como la única garantía de supervivencia, siempre habrá tres cosas que no se pueden esconder: la tos, la barriga y un gazapo.

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