El apogeo de la Feria Taurina de Duitama, ¡a tiempos aquellos! #AquellosDiciembres

En enero de 1993 el maestro César Rincón inauguró la plaza de toros de Duitama, que lleva su nombre, y desde entonces la ‘Perla de Boyacá’ empezó a figurar entre las ciudades taurinas del país.

A partir de ese año se presentaron en el ruedo duitamense toreros internacionales, como Pedrito de Portugal y Cristina Sánchez, que le empezaron a dar renombre al nuevo coso taurino boyacense.

Pero fue en el 2002 cuando varios aficionados a la fiesta brava se unieron para darle mayor impulso a la tauromaquia en la Ciudad Cívica del departamento.

Con el nombre de Asociación de Amigos de la Plaza de Toros César Rincón de Duitama (Duitaurina), nació la organización que llevaría a la Feria Taurina de Duitama al circuito de la temporada grande de Colombia, situándose a la altura de las ferias de Cali, Manizales, Bogotá y Medellín.

Los aficionados boyacenses a la fiesta brava pudieron ver a las más excelsas figuras del toreo mundial sin necesidad de salir de su tierra, porque en la plaza de toros César Rincón de Duitama se presentaron los toreros de mayor renombre de los últimos años.

Además del maestro César Rincón, en el albero de la plaza de toros de Duitama alternaron Julián López el ‘Juli’, Andrés Roca Rey, Sebastián Castella, Pablo Hermoso de Mendoza, Diego Ventura, Manuel Caballero, el ‘Cid’, Iván Fandiño, David Fandila el ‘Fandi’, Víctor Puerto, Miguel Abellán y Luis Bolívar, entre muchos otros.

La nueva era de la fiesta brava en Duitama comenzó en el 2003, cuando Duitaurina, presidida por el ingeniero electricista Pablo Ernesto González y conformada por un grupo de aficionados a la fiesta brava, asumió la administración de la plaza de toros César Rincón.

Para esto, la Asociación tomó en comodato por cinco años la plaza de toros de Duitama y convenció al maestro César Rincón para que volviera a torear en el coso taurino que lleva su nombre.

La plaza también mejoró su aspecto, ya que Duitaurina hizo inversiones superiores a los 270 millones de pesos en restauración y remodelación. La ciudad y la región se vieron beneficiadas con el apogeo de la Feria Taurina de Duitama, ya que atrajo a bastantes turistas nacionales y extranjeros en enero.

A pulso, Duitaurina consiguió darle tal realce la Feria, que ya era nombrada en los principales medios de comunicación especializados del mundo taurino. Sus carteles estaban a la altura de las ferias tradicionales, como las de Bogotá y Manizales.

La afición taurina todavía recuerda el mano a mano entre César Rincón y Manuel Caballero (español), celebrado el 12 de enero del 2004, en el que se indultó un toro de la ganadería de Las Ventas del Espíritu Santo y se cortaron siete orejas y un rabo.

Desde que comenzó esa corrida, el cielo se encapotó y la amenaza de lluvia era inminente.

Lentamente los nubarrones se posaron sobre la plaza de toros César Rincón y destellos de rayos se observaban muy cerca del coso taurino.

Mientras tanto, en el ruedo el maestro César Rincón lidiaba el primer toro de la tarde, de su ganadería Las Ventas del Espíritu Santo, un ejemplar incierto y manso, al cual el diestro colombiano lo toreó a su aire y a fuerza de consentirlo logró cuajarle una faena que le mereció una oreja.

Los truenos no dejaban de sonar y se confundían con el toque de clarines y timbales, que anunciaban la salida del segundo astado de la tarde, el primero para Manuel Caballero.

El español toreó a gusto a este ejemplar, templándole la embestida y dándole unos muletazos cadenciosos, en los que hubo acople con el animal, a tal punto que parecía que toro y torero estuvieran danzando. Mató de un excelente volapié y cortó una oreja.

Rincón volvió al ruedo cuando unos goterones de lluvia empezaban a caer sobre la plaza. Al albero salió un toro manso, con muchas dificultades y peligro, que se le vencía al torero en cada pase. El colombiano, como si de esa lidia dependiera su carrera, aguantó la embestida del astado y terminó sometiéndolo en la muleta.

Lo mató en las tablas, donde el toro se refugiaba, y César también buscó refugio, porque cuando terminaba la lidia de este ejemplar, se desgajó un fuerte aguacero que inundó el ruedo de la plaza.

La arena quedó en muy mal estado, situación que obligaba a dar por terminada la corrida ante la falta de garantías para los toreros. Sin embargo, los aficionados -totalmente empapados- permanecieron estoicamente en los tendidos, mientras que abajo los matadores, las autoridades de la plaza y la empresa decidían si continuaban o no con el festejo.

La Asociación de Amigos de la Plaza de Toros César Rincón, organizadora de la Feria Taurina, se comprometió a recomponer el ruedo para que los toreros pudieran proseguir con la corrida.

Los matadores decidieron esperar a que la empresa tratara de sacar el agua del ruedo y entre tanto se tomaron fotos con la Policía y con los aficionados, intercambiaron conceptos con quienes se hallaban en el patio de cuadrillas y hasta degustaron un café.

Valiéndose de cepillos, escobas y otros instrumentos, los areneros y algunos colaboradores de la empresa sacaron el agua que anegaba el ruedo de la plaza de toros. Después regaron viruta de madera y aserrín para que absorbiera el agua.

Luego de una hora y media de trabajos, los toreros volvieron a salir al albero y continuó la corrida, entre los aplausos de los aficionados que no les importó estar empapados con tal de ver de nuevo en la arena a Rincón y Caballero.

Y no fue en vano la espera, pues al ruedo saltó un ejemplar encastado, noble, franco, con fijeza, tranco, trapío y recorrido, que peleó en el caballo como lo hacen los toros bravos y que fue a la muleta con codicia y bondad, humillando el morro en cada pase que le ejecutó Manuel Caballero.

El español le bordó una faena de ensueño, a base de derechazos y naturales, que es el toreo de verdad, y el toro, de nombre ‘Seminarista’, se repetía en las embestidas, como si al brindársele la muleta le estuviera el torero ofreciendo de comer en la mano.

Pronto los aficionados, sin dejar de gritar ¡olé!, sacaron sus pañuelos blancos para pedir que se le perdonara la vida a este gran toro, y así lo hizo la presidencia, que sin mayores vacilaciones autorizó el indulto del astado.

César Rincón estaba feliz en el burladero de matadores, viendo cómo ‘Seminarista’, hijo del toro ‘Irritado’ y de la vaca ‘Aventurera’, daba fe de la casta de su ganadería, Las Ventas del Espíritu Santo.

En la plaza de Duitama también se lidiaron ejemplares de las principales ganaderías de Colombia, como los de Las Ventas del Espíritu Santo, los de Vistahermosa, los de Dosgutiérrez, los de Juan Bernardo Caicedo, los de Mondoñedo o los de Santa Bárbara.

En la plaza César Rincón también se consagró el maestro Francisco Mancipe, quien con sus solos de trompeta muchas veces les robó el protagonismo a los toreros interpretando el pasodoble ‘Virgen de la Macarena’.

Aquí sí cabe plenamente la expresión de ‘todo tiempo pasado fue mejor’.