Son varias las costumbres que se tienen en Boyacá, de acuerdo con las regiones, para festejar el cambio de calendario, pero hay algo que caracteriza la celebración en el departamento: el compartir con la familia y los vecinos.
El 31 de diciembre es una fecha que congrega a las familias en torno al ritual de desearnos ventura y prosperidad en el año que comienza.
Y en esas reuniones familiares no pueden faltar la comida, las bebidas, la música de aquellos diciembres, las galletas, el vino, las uvas y uno que otro agüero para que haya suerte en los próximos 365 días.
Es común ver en la noche del 31, fogones comunitarios donde se cocina en fondos grandes el sancocho de gallina o de costilla, los tamales o las hayacas o se hace un asado.
Mientras están las viandas festivas, se va abriendo el apetito con una cerveza, un vaso de chicha, un vino, un aguardiente, un whisky u otras bebidas espirituosas.
Otros prefieren celebraciones menos populares, pero siempre en familia, con pavo, pernil de cerdo, pollo relleno o una gallina. Lo importante es festejar esta fecha tan especial para los boyacenses y los colombianos.
A la medianoche, como dice la canción, los abrazos se confunden sin cesar (en esta ocasión se recomiendan las venias o los saludos de codo o de puño por aquello del COVID).
Pese a las prohibiciones, todavía se conserva la tradición de quemar pólvora para despedir el año viejo y recibir el nuevo año. Voladores, volcanes, aviones, candelas romanas, martinicas o luces de bengala hacen parte de los juegos pirotécnicos caseros, y no falta el que saque su pistola o su revólver para dispararle al cielo, sin saber a dónde van a parar esas balas. ¡Qué Dios nos ampare!
También se ha hecho popular quemar los muñecos de año viejo, elaborados con prendas que ya no se usan y rellenos de aserrín y pólvora.
Otros, pensando más en el futuro, acuden a los agüeros que en las últimas décadas han hecho parte de las costumbres nuestras. Seguramente que algunos y algunas vestirán ropa interior amarilla, otros llevarán lentejas en sus bolsillos y unos más saldrán corriendo a las 12:00 en punto para darle la vuelta a la manzana con una maleta, con el propósito de que el año que llega les depare viajes sin fin.
El agüero más arraigado es el de comerse 12 uvas mientras van sonado las 12 campanadas de medianoche, y con cada uva hay que pedir un deseo. Muchos creen que funciona, otros se comen las uvas por que sí.
En gran parte de los municipios boyacenses, no tanto en las ciudades, los habitantes despiden el año en el interior de sus hogares y después salen a las plazas principales para saludarse con sus vecinos y compartir un vino o unas galletas. Después se integran en una gran fiesta, algo que en esta ocasión no se recomienda para evitar terminar en una Unidad de Cuidados Intensivos o en una tumba.
En general, adultos, niños, adolescentes y adultos mayores permanecen despiertos hasta la medianoche para desearse el feliz año. Los aficionados a la rumba siguen festejando hasta el alba del primer día de enero para saludar el nuevo año.
Después de una noche de tragos y de poco dormir, nada mejor que reunirse en familia para compartir un asado, con unas cervezas bien frías, un sancocho levanta muertos, un paseo de olla en algún río cercano, un chapuzón en una quebrada o ir a dormir en el prado de algún parque.
La carne asada parece ser la preferida de muchos, pero en gran parte del territorio boyacense no puede faltar la papa salada con ají: ese es un bocado al que muy pocos se pueden resistir.
Sea el plato que sea, los agüeros que se prefieran o las costumbres que se tengan, lo importante es estar reunidos en familia, pero en esta ocasión lo más prudente es celebrar únicamente con los del hogar para proteger a los seres que más queremos.
Feliz año para todos y que en el 2021 sigamos juiciosos cuidándonos mientras llegan las vacunas.