‘El indio Rómulo’, el juglar de la cultura boyacense #LosPersonajes7días

Rómulo Augusto Mora Sáenz encarnó a la perfección al campesino de Boyacá: querendón de su tierra, su ruana, su sombrero y sus alpargatas, apasionado por su trabajo, romántico para el amor y un fiero defensor de la patria, su credo y sus derechos.

Siguió los pasos de los juglares de la Edad Media, porque aprendió los poemas que después de sus faenas recitaban los labriegos, a modo de tertulia, y los declamó en diversos escenarios para mantener viva la tradición de nuestros campesinos.

Llevó por diferentes regiones de Colombia y a otros países las costumbres de la campiña boyacense, esparciendo, como hacen las abejas con el polen, la cultura de esta tierra del altiplano en otras latitudes.

Se le considera, con justa razón, el padre de la poesía costumbrista, porque rescató esa expresión popular y la llevó a los teatros, a la radio, a la televisión y a los clubes sociales, donde no era fácil que ingresara el arte nacido del corazón del pueblo.

Se codeó con presidentes, con reinas, con industriales y embajadores y a todos les declamó esos poemas que, entre chiste y chanza, llevaban más de una pulla. Su estilo único cautivó a muchos de sus seguidores, quienes han hecho parte de ese movimiento por preservar la poesía costumbrista y que, hoy más que nunca, lo hacen en homenaje a ‘El indio Rómulo’.

Nacido en Monguí el 23 de abril de 1931, Rómulo Augusto Mora Sáenz prefirió las tablas a los púlpitos, a pesar de que en su familia querían que fuera sacerdote. Se graduó de bachiller en el colegio El Oratorio de Don Bosco, en Bogotá. Luego estudió teatro en la Escuela Goranchacha, de la capital del país, e inició su carrera artística con el nombre de ‘Campesino boyacense’.

En la década de los 60 fundó el grupo Romerías, con el que tuvo un espacio en la televisión, auspiciado por la Presidencia de la República, durante ochos años. A sus 89 años seguía acompañando sus comidas con aguapanela, su bebida predilecta, y presentándose en colegios y en otros escenarios para declamar sus poemas.

Tristemente el COVID-19 acabó con su existencia el pasado 24 de julio y no permitió que el público que siempre lo aplaudió le diera la despedida que se merecía un artista de su talla. Para recodarlo quedan los más de 150 poemas que grabó y su legado cultural que le ha dejado a Colombia.