El pesebre gigante de Tibasosa, una tradición de hace 32 años #AquellosDiciembres

Desde 1988 los habitantes de ‘El jardín de Boyacá’ empezaron a rememorar en la plaza principal de esta población el nacimiento de Jesús, con figuras en tamaño natural de los personajes bíblicos que en Belén fueron testigos de la llegada del Mesías a este mundo.

Fue durante la administración del primer alcalde por elección popular de Tibasosa, Jaime Tristancho Palacios, cuando un grupo de habitantes puso manos a la obra para elaborar en la plaza principal del municipio un pesebre gigante, con figuras en tamaño natural.

Este nacimiento tuvo su origen en el deseo de la primera dama de entonces del municipio, Tulia Salcedo de Tristancho, de hacer algo que ayudara al buen nombre de la tarea de gobierno que realizaba su esposo.

Niños, jóvenes y adultos participaron en la creación del pesebre, que atrajo la atención de los habitantes de la población y de los visitantes.

Desde entonces se convirtió Tibasosa en un atractivo turístico infaltable en Navidad, con romerías de personas que llegaban exclusivamente a observar los nacimientos que realizaba la comunidad de ‘El jardín de Boyacá’.

En una sorprendente obra de artesanía, elaborada en comunidad, este apacible municipio ha hecho desde hace más de 30 años la mejor alegoría del nacimiento del Dios hecho hombre.

Allí se ha escenificado, para el disfrute de chicos y grandes, el pasaje más extraordinario de la cristiandad: el nacimiento del Redentor de la humanidad.

Así comenzó el pesebre navideño que en diciembre y enero ha atraído hasta Tibasosa a miles de colombianos, pero que este año, por la pandemia del COVID-19, ha hecho una pausa para salvaguardar la salud de la población.

Cuando se ideó el pesebre, el primer obstáculo fue la falta de recursos para llevar a cabo el montaje. Sin embargo, pronto el proyecto tuvo acogida en un grupo de ciudadanos, entre quienes figuraban el alcalde Jaime Tristancho Palacios y su esposa, Tulia Salcedo de Tristancho, además de María Elvira Tristancho, Jairo Tristancho Salcedo, Saúl Garzón Supelano, Sergio Monroy, Hena Judith Carrero, Jairo Quijano, Anita Tristancho, Alfonso Forero, Luis y Enrique Caballero, Carlos Triana, Rafael Faura y Mireya Beltrán, entre otros.

En ese primer pesebre participaron profesores, estudiantes y obreros, todos organizados en grupos de trabajo. Fue un quehacer comunitario y se vio bastante fe cristiana en el rezo de la novena de 1988.

El primer pesebre navideño se plasmó con pocos recursos económicos y la inmensa colaboración de todos los tibasoseños. Ese primer gran esfuerzo confirmó a este hermoso municipio en centro de atracción turística y cultural de Boyacá. Se estima que, en esa primera oportunidad, el pesebre fue visitado entre el 16 de diciembre y el 8 de enero por unas 100 mil personas.

En una de las materas de la siempre florida plaza principal se hizo el primer pesebre gigante. El árbol de eucalipto, que hace cerca de 150 años trajo de Europa a Tibasosa Luis Niño Reyes, entonces dueño de la Hacienda Suescún, le dio sombra y protección, hasta cuando atacado por una enfermedad, el centenario árbol sucumbió en enero del 2004.

Los personajes del pesebre fueron familias boyacenses, costeñas y antioqueñas haciendo parte de escenas folclóricas. Fue un homenaje a Colombia. Las siluetas de las figuras se elaboraron en madera y se vistieron con las ropas propias de las regiones que representaban. Las caras de las figuras las pintó al óleo, con el dedo, el historiador Saúl Garzón Supelano.

El diseño estuvo a cargo del ingeniero industrial Jairo Tristancho Salcedo. Fueron jornadas intensas de trabajo, las que se iniciaron en el mismo mes de junio cuando nació la idea. Al final, todos trasnocharon, pero el esfuerzo fue compensado con la explosión de visitantes que llegaron a Tibasosa a conocer su obra de arte. Esa respuesta los comprometió.

Esta costumbre continuó, con gran mística de los habitantes de Tibasosa, que siempre estuvieron dispuestos a participar en la elaboración del pesebre. Desde mitad de año empezaba a advertirse la preocupación por determinar cuál sería el tema que se desarrollaría en el nacimiento.

En 1989, al grupo inicial se sumaron más ciudadanos, instituciones como la Defensa Civil, la Policía, el párroco, el Concejo, los empleados de la administración municipal y el comercio. Nuevas ayudas llegaron y el municipio de sus precarios recursos asignó 80 mil pesos. Los muñecos que configuraron el pesebre se hicieron de trapo.

En el tercer año las figuras se elaboraron en junco y yute. El cuarto pesebre fue hecho en tiestos y canastos, traídos de Ráquira, para lo cual fue necesario hacer cuatro viajes.

En 1992 el fique fue el elemento utilizado. Y en 1993 la experiencia dejó algunos sinsabores: al pueblo no le gustó. Se trató de un pesebre clásico que sí tuvo aceptación entre los turistas. Las figuras se hicieron de cartón y sus siluetas, vestidas con finos trajes, se adhirieron a telones que se distribuyeron por todas las jardineras de la plaza principal.

Este es el maravilloso fruto de una comunidad que descubrió la bendición de trabajar colectivamente y en donde autoridades, gente del común, profesionales, distinguidas matronas, campesinos y obreros rasos, todos se olvidaban de las distancias sociales y económicas para gestar el más hermoso homenaje al redentor del género humano.

Adicional al pesebre, en Tibasosa se mantiene la costumbre en diciembre de los matachines o diablos, que con sus vejigas de res infladas persiguen a los niños por las principales calles del pueblo.

De esta celebración también han hecho parte el desfile y el concurso tradicional de comparsas y disfraces, organizados por los diferentes sectores y barrios en un recorrido por las principales calles del municipio.

En los albores de este siglo, Tibasosa también implementó un llamativo alumbrado navideño y le incorporó al pesebre figuras en movimiento y otros atractivos, como réplicas de animales en tamaño natural que han enriquecido esta creación artesanal y artística.