Movimientos financieros realizados por los países y organismos multilaterales encaminados a investigaciones científicas de producción de vacunas, inversión en áreas de la salud e incremento de estudiantes para formación universitaria ha mostrado que a nivel mundial uno de los mercados más fortalecidos es la salud y el bienestar, lo que no solamente será un agente dinamizador de la reactivación económica sino un cambio ético social.
En el caso colombiano, desde hace cuatro años ante la crisis económica del área de los hidrocarburos que ha golpeado muchas regiones productoras, hubo un gran interés por parte de las entidades económicas y de banca de desarrollo en promover la diversificación del emprendimiento, inversión y fomento de cadenas productivas hacia otros espacios más allá de las economías extractivas y de generación energética.
Entre muchos de esos sectores, uno de los más importantes es la industria de la salud. En un estudio realizado en 2016 por The Economist Intelligence (EIU) proyectaba a Colombia entre los mejores cuatro países de América Latina para la inversión en la industria de la salud y el bienestar junto a Brasil, México y Chile.
Así las cosas, la dinámica actual no exclusivamente del Estado en que las economías locales han quedado golpeadas por el Covid-19, sino por los cambios geopolíticos abruptos y que ponen en riesgo la confianza inversionista debido a la inestabilidad jurídica y política –como evidencian los escenarios a partir de la constituyente de Chile y la crisis actual de gobierno en Perú-, dicho ranking puede cambiar drásticamente conservando a Colombia dentro de él.
La gestión de la pandemia no ha sido perfecta por parte de ningún país del mundo. Es lógico, nadie sabía que iba a suceder. Contrario sensu, independientemente de los recursos o infraestructura de los países había acciones rápidas sanitarias, económicas y de orden público que podrían prevenir y mitigar el impacto.
Por su puesto, un país con un gobierno estable, con credibilidad y gran infraestructura debería ser una ventaja, sin embargo, la alta mortalidad en los estados de Europa occidental altamente desarrollados como España, Italia, Francia y Suecia –sumada a la de Estados Unidos que es de lejos la mayor del mundo- frente a las bajas tasas de contagios en países en vías de desarrollo del centro y sur de África rompe por completo este supuesto –o prejuicio según se quiera ver-.
Lo anterior, hace que la consciencia creada en los individuos de la importancia de invertir en salud, no singularmente por parte de la administración en el mejoramiento del sistema de salud y asistencia social, sino de las personas previniendo enfermedades a través hábitos saludables de vida familiar, social y laboral; esto unido a la buena alimentación, el consumo de vitaminas, minerales y elementos vitales.
Por primera vez se ha realizado un debate profundo al modelo de trabajo excesivo que recorta el tiempo de calidad de los trabajadores de todos los niveles y deshace el contacto de las familias y su tejido social interno.
Estos fenómenos, no son únicamente dilemas éticos, son necesidades de mercado, y para toda necesidad de un mercado el ingenio humano crea un producto o un servicio.
La salud y el bienestar sin duda son caminos a la reactivación económica y al desarrollo científico no solo de Colombia, sino de la región al permitir que la investigación y la educación se conecten de forma interdisciplinaria con los menesteres reales.
Por: Mariano Martínez Ospina
Para Boyacá Sie7e Días