Atención – #Pregones – Ricardo Gabriel Cipagauta Gómez

De seguro en alguno de los pregones ya habíamos referido el tema pero es que en pandemia se descuidó a tal grado que ya ni se tienen en cuenta las sugerencias, peticiones, quejas, reclamos y felicitaciones de quienes son la razón de ser de comercio, servicios públicos, bancos, entidades oficiales y hasta en las grandes superficies.

Hasta marzo el epicentro de estos sectores era buscar que la fidelización de “clientes-compradores-consumidores” estuviera al orden del día. ¿Dónde te pongo?

Pero es lamentable ver, sentir y comprobar que se es uno más, así tengamos planes de servicios desde hace años, insistamos en pagar lo que nos cobran pero que queremos es “éste” producto conforme estaba ofrecido en vitrina, catálogo o aplicación. Ya no basta con ganar puntos por compras, hay que volver a consentir a quienes cada que requieren algo nos buscan, nos pagan y nos escogen ante tantas alternativas que se presentan

En un simple corte de uñas, arreglo de cabello, copa de helado, café con ponqué y almuerzo con pizza o pollo, un mercado, un celular, una computadora, una nevera o un carro y nos reportan que eso sucede en la compra de un apartamento o casa. Algo nos está faltando en las normas de atención inteligente y asertiva. Por simple sentido común y elegancia.

Los gurús de las clases de mercadeo se devanan para explicar todas las técnicas, métodos y algoritmos pero se olvida de reiterar que es con calidez, amabilidad, sonrisa y un poco de gusto.

Pero y en las ventanillas de las empresas de servicios “públicos” no se quedan atrás en la falta de sensibilidad con quienes permanecemos unos 10 a 30 minutos a la espera de pagar la factura, en los dispensarios de medicamentos ni hablar con un turno digital que no respetan, en las cajas de supermercados no faltan lo vivos que dejan pasar a un amigo, en los bancos que no se compadecen y obligan a tener la cuenta con ellos para poder pagar otros servicios y nunca veremos atendiendo a los 5 u 8 den las ventanillas dispuestas. Es que son ellos y sus reglas…

Son muy pocos los que con elegancia invitan a volver. Incitan a serles fieles. Motivan a recomendar. No respetamos que hay disposiciones para los que lentamente vamos llegando a la tercera edad o a quienes tienen alguna situación de discapacidad.

Y si se hace un reclamo, sugerencia o llamado de atención (como clientes) es que se les está ultrajando y ponen gritos y alaridos en el cielo (no faltan los que se pasan) pero es hora de saber que el bien preciado del servicio es SERVIR. Y por favor no olvidar la factura para un cambio.

Ya queda para otro pregón la atención vía celulares, centros de contacto y desesperantes ventas o melosos recordéis (empresas y bancos) que son fríos, atrevidos y con la sensación de no confianza. No por quienes hacen ése trabajo sino por el lenguaje y frialdad en sus métodos.

Y de parte de ser comprador queremos ser los primeros en llegar, en que nos atiendan YA y en salir por encima de los demás, pero no cumplimos con esas obligadas reglas y protocolos que hacen parte del menú, de restaurantes y cafeterías donde Usted se sienta a esperar un refresco y pedir la cuenta es una tortura. Tertuliar ya no es tan fácil como ejercicio de encuentro, por ello mismo, porque ir a un sitio nos obliga a que haya un espacio y nos atiendan con gusto y pagar.

Atención debe convertirse en un valor de esos productos o servicios consumidos y quedará en nuestras mentes como sello de unas personas, una marca o un sitio. Escuchar y escucharnos es clave en una relación de sociedad que busca un tiempo para vender y comprar.

Y en estas fechas no todo puede ser vender por vender, se compra por una necesidad o deseo y hay que conjugar el dinero, el producto, la presentación, el empaque y la calidad, con la doble vía de la atención.