Campea la codicia en Tota – Jorge Armando Rodríguez – #ColumnistaInvitado

Un gran bullicio provocó la presentación de una tutela por la señora Alicia López Alfonso, procuradora 32 Judicial y Agraria de Tunja y por don Diego Fernando Trujillo Marín, procurador delegado para Asuntos Ambientales de la Procuraduría General de la Nación, con la pretensión de suspender el abastecimiento del agua para varios municipios de la provincia de Sugamuxi, por supuesta presencia de plomo en las aguas del lago de Tota.

Por las condiciones de emergencia sanitaria y de nerviosismo generalizado por las que atravesamos, muchas familias corrieron, de manera impulsiva, a abastecerse en las tiendas de agua empaquetada. En general, la ciudadanía desconoce los procesos que se surten en las diversas plantas de tratamiento de los municipios para llevarles agua potable a sus hogares. La noticia ‘del tal plomo’ cundió como fuego en sabana seca y las autoridades, encargadas de aclimatar una información de semejante calibre, demoraron más de lo aconsejado, respondieron con declaraciones tímidas, inseguras y sin contundencia.

Lo muy positivo de la tutela fue que revivieron, por enésima vez, a las discusiones diarias de todos, la importancia de la riqueza que nos proporciona el lago de Tota y que no es otra que la vida misma. Sin embargo, también todos recordamos de los innumerables coloquios, foros, circunloquios de los que hemos sido testigos, también durante años, sin que se haya llegado a una jamás concertación.

Las promesas las han formulado multitud de candidatos de todos los tradicionales pelambres políticos. Pero, a la vuelta de la esquina, se han convertido en empresarios hoteleros, piscicultores, cultivadores de cebolla y hasta funcionarios que han desviado el transcurso de afluentes abastecedores del lago, para regar sus particulares plantaciones. ¡Todo en este lago de pocos señores, sin que suceda absolutamente nada!

La prensa nacional volvió su mirada sobre el lago, algún columnista recordaba la preocupación que le asistía en permanencia esos grandes boyacense, Carlos Eduardo Vargas Rubiano o Gabriel Camargo Pérez, quienes por mucho tiempo, dedicaron buena parte de sus escritos a crear conciencia sobre la importancia trascendental del lago de Tota. Otro columnista ponía, como espejo, la laguna de Fúquene, hoy convertida en un mísero charco por el descuido infame de sus aprovechadores y el silencio cómplice y negligente de los demás.

Hasta ahora no hemos escuchado a un dirigente político o mandatario local que, con vehemencia, resolución, conciencia ecológica y visión de futuro, proponga derroteros viables y esperanzadores. Poco piensan en lo heredable para las descendencias. Todos prestos –como enseña la ahora costumbre narca— al lucro fácil y  la ganancia inmediata.

De los funcionarios de las entidades responsables del cuidado del lago de Tota es mejor no expresarse, todos sabemos de su inutilidad social. La prueba es que necesitan de tutelas (látigo – miedo) para que acudan a medio tiempo retardado al cumplimiento de sus funciones.

Entre estos pocos el denominador común que campea es la codicia; ésta los arrastra y con ellos, como el cabelludo bíblico, a nosotros, los demás: a la debacle segura.