Colombia es un país de contrastes. Para algunos de quienes viven en el interior del país, el Caribe y el Pacífico muchas veces se visualizan como lugares para el descanso, pero la verdad es que estas regiones son mucho más y han sido fundamentales en la historia de nuestro país.
Antes de la aviación, los puertos marítimos fueron los territorios más críticos para el desarrollo económico de muchas regiones, por acá entraban las culturas foráneas, así como los insumos para el desarrollo de muchos procesos y actividades productivas.
No debería preocuparnos únicamente que la selección colombiana de fútbol pierda un partido, aunque son válidas las manifestaciones al respecto, en el marco de la libertad de expresión; pero lo que debe llamar la atención hoy de todos los colombianos es el abandono histórico en el que está sumido el Pacífico y muchas regiones del Caribe.
En el Chocó, entre Bahía Solano y el corregimiento de El Valle hay una trocha con trayectos mal pavimentados y otros destapados; esta vía “oficialmente” ya fue pavimentada cuatro veces. Este es tan sólo un ejemplo de la corrupción que ha afectado históricamente a esta región, desafortunadamente hay muchos más ejemplos de absurdos como éste.
Hoy, todos los colombianos estamos llamados a reconocernos en el Caribe y en el Pacífico, regiones que están sufriendo mucho por el cambio climático, en general, y por los eventos recientes, en particular. Es importante dar el paso hacia el reconocimiento estas zonas como esenciales en nuestra propia identidad, sin desconocer la diversidad ni la importancia de otras regiones al interior del país.
Como investigador he podido conocer el pacífico chocoano y el caribe colombiano, amo estas regiones y me duele lo que están viviendo. Hoy todos los colombianos debemos entender que somos Caribe y somos Pacífico.
Conocer San Andrés fue una experiencia mágica, que me hizo enamorarme profundamente de esta isla. Los atardeceres desde diferentes partes del archipiélago me llevaron a entender que en una pequeña porción de tierra se puede convivir en paz y respetando la diversidad, este pequeño paraíso me llevó a soñar que un mundo en paz es posible y que, ante la magnitud del mar, cualquier continente es una isla también.
Aunque sé que me expresó más desde el corazón que desde la razón, ojalá que esta situación lleve la mirada de los colombianos a los problemas estructurales de estas regiones y de nuestro país, a que nos sensibilicemos para que actuemos sobre sus causas y no solamente sobre sus síntomas.