Los paperos boyacenses seguirán ‘llevando del bulto’ – Ricardo Rodríguez Puerto – #Columnista7días

Los intermediarios y las multinacionales que producen los agroquímicos seguirán siendo los únicos que obtienen utilidades con ese tradicional cultivo.

Además de la ‘metida de pata’ de la Procuraduría con su ‘alarmante informe’ sobre los altos niveles de plomo por encima de los niveles permitidos en el agua del lago de Tota, una de las noticias más importantes de las últimas semanas en Boyacá, es la de la profunda crisis que azota a nuestros campesinos, principalmente a quienes se dedican al cultivo de papa.

Se trata de una noticia que los periodistas regionales hemos tenido de cubrir y registrar de manera periódica durante más de 20 años sin que se vislumbre la posibilidad de medidas o políticas del Gobierno Nacional dirigidas a cambiar esa situación.

El único alivio a la crisis de los campesinos papicultores, que es más moral que económica, es la gran solidaridad que generó entre muchos colombianos, especialmente bogotanos, que se llevaron para sus casas miles y miles de bultos de papa que los productores sacaron a las orillas de las carreteras.

Esa solidaridad merece nuestro agradecimiento, pero en términos económicos no significa mucho para los campesinos porque el bulto se vendió a 25.000 pesos en promedio cuando producirlo cuesta apenas un poco menos que eso. Además, esa solidaridad no es sostenible porque muy pocos van a comprar dos bultos en un mismo mes y porque las campañas contra la obesidad han generado la disminución del consumo de papa en todos los estratos.

Con precios tan bajos de la papa como los que se registran hoy en el mercado, los únicos que seguirán obteniendo rentabilidad serán las multinacionales de agroquímicos, como Syngenta, Monsanto, Dupont o Bayer y los intermediarios, que compran el producto en la parcela o en plazas de mercado de pequeños municipios y lo llevan a las comercializadoras y grandes almacenes en Bogotá y otras regiones.

Mientras tanto, los productores de papa de Boyacá, que son nuestros campesinos, casi todos minifundistas, tienen todas las de perder porque no hay políticas oficiales para protegerlos de los precios que imponen esas multinacionales de abonos y químicos, que por supuesto tienen tarifas en dólares; y de esos intermediarios que aplican las prácticas más infames y miserables para pagar lo menos posible por un bulto o una carga.

Hay otros factores de esa crisis, en los que también se cuenta la falta de asistencia técnica, la excesiva utilización de químicos, fertilizantes, plaguicidas y fungicidas, con los que ayudan a envenenar ríos y fuentes de agua, la utilización de variedades de semilla que no dan garantía de calidad y la falta de tecnificación del campo, lo que también obedece a que las siembras se hacen en pequeñas parcelas.

Aunque el Gobierno nacional lo ha negado sistemáticamente, algunos sectores aseguran que en los últimos meses se ha producido importaciones de grandes cantidades de papa, especialmente de Bélgica. Como sea, hay que tener en cuenta los subsidios que casi toda la producción agropecuaria tiene en Europa, pero además el alto índice de productividad de un cultivo de papa en países como Bélgica, Alemania, Francia o Reino Unido, que es muy superior al de Colombia.

Como si todo lo anterior fuera poco, hay dos factores adicionales que hacen que esa crisis sea más profunda para todo el sector agrario de Boyacá:

Uno, que en casi 80 municipios de Boyacá productores de papa ese cultivo ocupa casi toda la tierra cultivable y cuando bajan los precios, como ahora, toda la economía se reciente; y, dos, que nuestros congresistas, incluyendo la curul del Paro Agrario, no tienen peso en el contexto de la política nacional y no ejercen ningún tipo de presión ante el Gobierno como para generar una ayuda o una política de rescate a nuestros paisanos de ruana.

Finalmente, los incentivos a la comercialización que anunció el Gobierno nacional por 30 mil millones de pesos para más de 25 mil productores no dejan de ser ‘pañitos de agua tibia’ para un enfermo que desde hace tiempo está en fase terminal.