Bajo el título de “Noches de Espanto en Tunja” fue premiado por el CEAB, Consejo Editorial de Autores Boyacenses, como “Premio de Literatura Infantil”, en 2014, el libro que recoge seis leyendas de las más reconocidas en el medio social e histórico de la ciudad, por jurados de amplio reconocimiento nacional, (Mariela Zuluaga, Pilar Lozano y Celso Román).
Este texto tiene el mérito según mi intención cumplida, de recrear, estas enigmáticas leyendas de espantos dirigidas a los niños y jóvenes con el fin de afianzar nuestra identidad local y que sirviera como guía de visitas en el currículo escolar, a las locaciones donde se desarrollan, que forman parte del patrimonio inmueble de la ciudad.
Según el jurado, “El estilo narrativo es fluido (parece de una abuela contando las leyendas a sus nietos), trabaja un imaginario colectivo sobre sucesos que están entre la realidad y la leyenda y sería un libro que tendría muchos lectores por la raigambre de la tradición histórica tan apreciada por los habitantes de Boyacá”. El texto fue elaborado inicialmente como narrativas para ser ilustradas por el maestro en Artes Plásticas Carlos Grande, como trabajo de grado y que después fueron ajustadas literariamente para el concurso CEAB.
La historia de estas leyendas con otras que han sido recopiladas por lo historiadores, figuran en un texto de Ramón C. Correa Capítulo VII “Leyendas Históricas e Historias de Leyenda”, dentro de las cuales figuran:
- Hunzahúa, fundador de Tunja, de Julio Roberto Galindo
- Goranchacha, el profeta, de Julio Roberto Galindo
- La fiesta del huan en el templo de Iraca, de Leandro Miguel Quevedo
- La resurrección de Azay, de Herminia Gómez Jaime
- El Judío errante en Tunja, de Clímaco soto Borda
- El farol de las nieves, de Manuel José Forero
- La fuente grande, de Horacio Izasa
- Los cojines de Tunja, de José Joaquín Vargas
- El toque de ánimas de San francisco, de Juan Clímaco Hernández
- Pacanchique, de Julio Roberto Galindo
- Aquimín y el tribunal de los dioses, de Julio Roberto Galindo
- Doña Inés de Hinojosa, de Herminia Gómez Jaime
- El espanto del panóptico, de Alcibíades Ortega
Las leyendas escogidas en relación a este libro para niños y jóvenes fueron:
- El fraile sin cabeza: Convento de San Agustín
Ya convertido en Panóptico el convento de San Agustín, el fraile sin cabeza siguió haciendo su aparición en las escaleras centrales del convento. Un guardia nuevo del panóptico que tenía como afición contar a los niños las leyendas de Tunja en el Parque Pinzón, recibe su bautizo de primíparo de parte de sus compañeros, dejándole la guardia de la escalera donde se aparece el fraile sin cabeza. La aparición lleva al develamiento del fantasma cuyo cuerpo es encontrado emparedado y se le da sagrada sepultura.
- El farol de las nieves: parroquia de las nieves
Una niña hermosa hija de un funcionario español residente en el barrio de Las Nieves de Tunja, se enamora de un soldado del Virrey, relación que no es aceptada por su padre. La joven inicia con el joven unos encuentros clandestinos.
El padre los descubre y para evitar las habladurías por su moral la castiga y condena emparedándola viva en una pared de tapia pisada de la casona. Muere ahogando sus eternos quejidos.
Desde entonces siempre se aparece en las noches un farol encendido que se desplaza hacia la iglesia de las nieves. Un día el farol se revela ante un extranjero y lo conduce a la tumba de la emparedada que es rescatada y enterrada en el cementerio y vuelve la paz del barrio y de la ciudad.
- El toque de ánimas: Iglesia de San francisco
Existió en Tunja como costumbre religiosa el que todos los días hacia las 8:00 de la noche los campanarios de la ciudad tocaran “el toque de ánimas”. El padre Nicolás, que se había vinculado a la parroquia de San Francisco, desde niño, fue el escogido para hacer el particular repique.
Un día en medio de una tormentosa noche de relámpagos subió al campanario para realizar su labor, cuando observó prendidas todas las luces y cirios del altar. Se acercó y sorprendido encontró que un extraño sacerdote ofrecía misa, se dirigió hacia él, pero su rostro descompuesto de ultratumba lo conmocionó y se desmayó.
El anciano párroco le informó que era el alma del padre Pablo que había muerto muchos años antes sin haber podido ofrecer misa. Venciendo el miedo en la siguiente noche Nicolás lo acompañó en el ofrecimiento y el alma del muerto le devolvió el cáliz que había utilizado y que se enterró en su tumba el día de su muerte.
- El perro de San francisco: plazoleta de San Francisco
En la ciudad siempre se murmuró que en la plazoleta de San Francisco se aparecía con alguna frecuencia un enorme perro rabioso encadenado que llenaba de terror a los transeúntes nocturnos.
Pablo un borracho consuetudinario, que solía frecuentar la taberna, un día de tantos, en medio de su ebriedad pasó por la Plazoleta de San Francisco y cuál sería su asombro cuando un enorme perro babeante y con ojos de luz anaranjada lo atacó en el medio de la plaza.
Gracias a que estaba encadenado no logró hacerle daño, pero del terror se desmayó. Un padre franciscano lo auxilió en su desmayo y en medio de pócimas lo reconfortó. Fueron ambos en la búsqueda del animal y el sacerdote con oraciones lo domesticó y amansó. Dicen que después se le veía salir a caminar con frecuencia acompañado del dócil animal.
- El judío errante: convento de Santo Domingo
Mucho se habló de que el judío errante del viacrucis había llegado a Tunja y prueba de ello era que en el convento de Santo Domingo había sido reproducido por un artista iconográfico en una terrorífica escultura que salía todos los años en la procesión de Semana Santa.
Un grupo de niños de catequesis dirigido por un sacerdote llega de visita hasta el convento y quedan impresionados con la escultura del judío errante y entonces aprovecha el interés para contarles que dicho judío había sido condenado por el mismo cristo a andar de vagabundo por la tierra cuando intentó obligar al nazareno a levantarse con la pesada cruz y seguir el camino.
- La calle del árbol: esquina del Colegio del Rosario y Parroquia de Santa Lucía
A la ciudad colonial llegan dos mujeres muy hermosas procedentes de Carora (Venezuela) y se instalan en una casona cerca a la plaza central y a una cuadra de la iglesia.
El encomendero Don Pedro Bravo de Rivera se deja hechizar por los encantos de una de ellas que se llamaba Inés de Hinojosa y que se hacía acompañar de su marido un bailarín y músico. Don Pedro para poder dar continuidad a su relación clandestina con Inés compra la casa adyacente y abren una puerta de comunicación con su alcoba y la de ella.
El pasional amor llevó a la determinación que los dos amantes debían deshacerse de su marido Jorge Voto. Dos esbirros del encomendero lo emborracharon y lo llevaron a Santa Lucía un barrio alejado y lo asesinaron a puñaladas. La noticia del crimen se desperdigó por toda la ciudad y conmovió sus habitantes que hasta el punto que el mismo Virrey vino a investigar.
Descubierto el crimen, el encomendero fue condenado a decapitación y su amante Inés a ahorcamiento. Inés fue ahorcada en el único árbol frondoso que existía frente a las casas de los amantes y dicen que durante mucho tiempo la gente veía en las noches de luna llena un cuerpo esquelético colgado del árbol y un hombre sin cabeza arrodillado a sus pies.
Esta crónica fue narrada en principio por Don juan Rodríguez Freyle en un capítulo de su libro “El Carnero”. Convirtiéndose en Leyenda de la ciudad. Ha sido novelada por dos escritores boyacenses: Temístocles Avella Mendoza en “Los Tres Pedros en la Red de Inés de Hinojosa” y Próspero Morales Pradilla en “Los Pecados de Inés de Hinojosa”

Este es un texto de ficción que de ninguna manera corresponde a los textos exploratorios de los historiadores. La Secretaría de Cultura de Boyacá, con fines de impresión del texto abrió convocatoria a ilustradores, adjudicándose ésta a los ilustradores Miguel Jiménez Cuervo y José Luis Jiménez.
*Por Darío Vargas Díaz