En estos días de teletrabajo obligatorio para muchos, resulta interesante observar en qué medida las mediaciones tecnológicas llevan a algunos a empezar a privilegiar el medio y la forma al momento de planificar sus actividades, por encima de los objetivos y el fondo de las situaciones. Claramente la tecnología es un medio y no un fin en sí misma.
Cuando se trata de coordinar una reunión, todavía es pertinente la pregunta: ¿un correo puede ahorrarnos la reunión? Pero, el punto es que conviene indagar por los objetivos de la reunión antes de preguntar en cuál plataforma resulta más conveniente.
Al momento de diseñar una actividad de aprendizaje, en un escenario académico, por ejemplo, es importante identificar cuáles son las habilidades, las competencias, los logros o los resultados de aprendizaje que se busca desarrollar, previamente a indagar sobre las herramientas digitales más pertinentes.
Acá también cabe debatir sobre los criterios más adecuados para definir las herramientas digitales o tecnológicas más convenientes, porque no cuenta solamente el orden en el que se analiza un fenómeno sino también el nivel de racionalidad aplicado.
En algunos escenarios, tanto empresariales, como de tipo académico, cada vez es común la frase: “es que yo soy muy visual”, para hacer referencia a la importancia de una buena combinación de colores, o de la síntesis de información y textos dando más cabida a la imagen; estos detalles son importantes, pero lo que debe preocupar es el imperio de la forma sobre el fondo, o de la imagen por encima de los contenidos relevantes.
Estas afirmaciones requieren de algunos matices clarificadores. Por ejemplo, un experto en psicología del consumidor o en marketing, podría afirmar que la forma es más importante que el fondo al momento de vender un producto o una “idea”. Los psicólogos hablan de mensajes procesables por una ruta central cuando son racionales y directos, y de ruta periférica cuando aluden a las emociones o a la asociación del producto con personas atractivas, o con alto reconocimiento.
De esta manera, una idea puede “venderse” de manera racional o aludiendo a las emociones. Esto nos puede trasladar a un debate epistemológico, en el sentido que podemos preguntarnos si el conocimiento sólo sirve a la supervivencia económica o si existen preocupaciones por llegar a la verdad.
El filósofo británico Ronald Barnett denomina al privilegio de la supervivencia económica, sobre la búsqueda de la verdad, como operacionalismo.
Antes de Barnett, el filósofo francés Lyotard manifestaba que la sociedad contemporánea, en ese caso en la segunda mitad del siglo XX, se pregunta por el para qué de las cosas y no sobre el qué son las cosas.
Vale la pena entonces cuestionarnos si al privilegiar la forma sobre el fondo, en algunos casos lo hacemos como una estrategia válida para impactarle fuerza al mensaje que queremos transmitir, o si se hace para traicionar la búsqueda de la verdad, con el ánimo de engañar o simplemente porque no tenemos algo realmente valioso para decir.