Los festivales de música y su misión folclórica

Los festivales de música son los grandes bastiones de nuestra identidad; gracias a ellos, realizados con grandes esfuerzos, nuestros compositores e intérpretes, así como el folclor, prevalecen.

Defendamos nuestra música; es un deber, sino veremos debutar al bambuco balada, al bambuco bolero, el pasillo jazz o el torbellino rock. Foto: Archivo Particular

El Panorama de los festivales de música en Colombia no es el más promisorio y es notoria la tendencia de los concursos a modernizar los ritmos folclóricos, especialmente baladizando los bambucos y pasillos, donde las letras son la repetición de la repetidera con mensajes románticos. Se olvidó cantar a la tradición folclórica.

El folclor no permanece estático; pero si es folclórico debe ser tradición. Los festivales, llámense «Mono Núñez», «Festival del Bambuco», » «Mangostino de oro», «Festival del Pasillo Colombiano», «Festival Luis Carlos González», «Festival Nacional de música colombiana y Concurso Nacional de duetos» y, qué decir del festival Antioquia le Canta a Colombia donde por estos días hay una controversia por la obra inédita ganadora, son escenarios valiosos para estimular y promocionar la música andina. No todos permiten que las denominadas «nuevas expresiones», desplacen la autenticidad folclórica en aras de un modernismo desmedido.
También es importante que los compositores actúen honestamente y no reencauchen melodías a las que colocan nuevas letras, o plagien canciones para participar en los certámenes. Igualmente, al escuchar muchas de las canciones ganadoras, es muy notoria la falta de factura literaria y la carencia de propuestas musicales.
Se pusieron de moda los dúos con voces afinadas y sincronizaditas, que cantan como un susurro. No despiertan las emociones de antaño cuando una lluvia frenética de aplausos y vivas consagraba las canciones. Añoramos las grandes voces como Berenice Chávez, Carlos Julio Ramírez, Julio César Alzate,  Gerardo Arellano y hoy, su hermana, la gran Beatriz Arellano, Víctor Hugo Ayala, y María Isabel Saavedra, que daban y dan alma, vida y corazón a la música andina. Y qué decir de los duetos, como El Dueto de Antaño, Garzón y Collazos, Zabala y Barrera, Los Hermanos Martínez, Espinosa y Bedoya, Ríos y Macías por mencionar algunos de aquellos intérpretes auténticos del folclor. Varios duetos de hoy cantan plano, preocupados por los acordes jazzísticos, para demostrar que saben mucha música.
Si bien es cierto que la música colombiana, en todas sus modalides, tiene estructuras muy sencillas, es indiscutible su belleza y autenticidad; muchas de las obras son incunables y aún se cantan, como joyas folclóricas. Recordemos a Luis A. Calvo y Adolfo Mejía, Oriol Rangel y Jaime Llano González, quienes vistieron de mágicas armonías sus composiciones e interpretaciones.
¿Cómo negar la grandeza e importancia folclórica de Jorge Velosa y los Carrangueros de Ráquira? «La Cucharita», sigue escuchándose, y se escuchará, al igual que «Pueblito viejo», «Bachué», «Soy boyacense»; «Espumas» «Soy colombiano» y muchos otros que nos enaltecen. Es conveniente que se haga una rotación de los jurados, para que no sean «los mismos con las mismas» y evitar suspicacias.
La tradición viva de la música permanece viva en las nuevas generaciones gracias a sus maestros, quienes conservan la esencia folclórica. El Conservatorio de Ibagué, el Conservatorio de Medellín y Barranquilla; la Academia Luis A Calvo, las Casas de la Cultura, y las múltiples academias privadas, hacen un gran aporte para preservar nuestra identidad musical y enaltecer los ancestros.

Defendamos nuestra música; es un deber, sino veremos debutar al bambuco balada, al bambuco bolero, el pasillo jazz o el torbellino rock.

Por: Óscar Javier Ferreira Vanegas
Para: Boyacá Sie7e Días.

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