En estos días que hace un frío de perros, pero no se ven los perros, la escena que les voy a contar puede ser una de las experiencias desternillantes por lo absurda que parezca, pero ocurrió el día antes de que regresará el pico y cédula en Sogamoso. Un lunes apachurrado por la gente, emergiendo aglomerada entre los almacenes y las calles, como si salieran de los abismos o como si Dios se les hubiera ido a otra parte.
De tal incoherente cotidiano, que, hasta el alcalde de este pueblo entró en el paroxismo prohibicionista, para obedecerle al reloj de sus toques de queda, y sus decretos a diestra y siniestra; todo para que no nos contagiemos de COVID, aunque sabemos que es por la pobreza de los sistemas de salud y que si nos enfermamos es por culpa nuestra.
Alcalde, hay que apostarle al jarabe democrático: el paternalismo en trance de populismo no siempre conduce al puerto seguro, pues querer tener contento a todo el mundo es una exclusividad reservada solo para los mártires. Ojalá que no le pase como al hombre que sale con su vaca y regresa con un pollo.
Coletilla: Columnista es alguien que no teme generar enemigos, y ahora todos enmascarados, seguro que cada quien envejecerá por su cuenta.