Duitama llora la partida de una de las matronas más reconocidas del macramé, la técnica de crear tejidos usando nudos decorativos.

Doña Sara como le decían todos, fue la precursora de varias generaciones de mujeres dedicadas a este excelso oficio, entre ellas su hija Nelly Flechas, convertida hoy gracias a la herencia de su madre en aplaudida diseñadora en la elaboración y confección de prendas que le dan la vuelta al mundo y desfilan por las más importantes pasarelas de Europa.
Doña Sara tenía su taller a escasos metros de su lecho y allí reunía a varias mujeres, en su mayoría aquellas que por las circunstancias del destino vivían aisladas de la esperanza, del bienestar y de todo aquello que se experimenta con la alegría; entonces a sus vidas llegaba Doña Sara para enseñarles a tejer nudos de ilusiones con paciencia, devoción y cariño y todo a su alrededor cambiaba, como cambia la espesa noche con los destellos del alba.
Así fue doña Sara una matrona respetuosa y respetada, callada, prudente y dedicada, una madre como ninguna, cariñosa amorosa y precursora de valores. Su rectitud a toda prueba también la heredó a su hija y enseñó el tesoro de la palabra y las buenas acciones y tal vez por eso las piezas creadas con sus manos fueron únicas e irrepetibles, porque las tejió con la devoción del rezo y la sabiduría que dan las cosas simples convertidas en grandeza.
En sus manos se anudaron infinidad de formas, evocando culturas milenarias como la de los pueblos persas y asirios, poseedores de gran maestría en el uso del macramé con fines estéticos y decorativos.
Doña Sara desarrolló la técnica del macramé con los elementos básicos de este sagrado arte: el medio nudo, nudo plano (o cuadrado), nudo cote (festón o cavandoli), y a partir de ahí hacia un centenar de variaciones para construir obras exuberantes que luego engalanaban las vitrinas de las grandes boutiques de Colombia y el mundo.

El hilo en algodón, lino y seda fueron su compañía mientras que una barra de madera se convirtió en cómplice para reclinar sus manos y realizar las labores diarias, produciendo apetecidas prendas, codiciadas luego por importantes modelos, actrices y distinguidas damas de la sociedad.
Doña Sara partió al viaje sin retorno, pero su sonrisa le acompañó hasta el último suspiro porque sabía que en su hija Nelly y en las muchas mujeres que enseñó su destreza, está la continuidad de un legado anudado entre los dedos como se desgrana entre las manos el santo rosario en la oración.
«Paz en su tumba doña Sarita y emprenda tranquila su vuelo porque aquí en la tierra están sus discípulas tejiendo el tapiz en nudos de rosas que tiene preparado el cielo para su llegada».