Las ánimas beben agua limpia – Jerónimo Gil Otálora

Jerónimo Gil Otálora – Escritor

Era un 30 de septiembre. Los arreboles de la tarde habían dejado en el horizonte algunas líneas amarillas y naranja.

Pronto la noche caía sobre el poblado, unos pocos luceros esparcidos por el oscuro azul presagiaban una noche más bien clara, no obstante, las nubes que rápidamente bajaban desde Peña Negra rosando la cumbre de Buenavista cubrían el disco de plata que aparecía perezoso en la mitad del cielo. Silvino aperó la bestia de Mercedita, una yegua baya, joven y bien enjaezada. Me habló con voz melancólica:

  • Vamos a casa, aquí dejamos a su mamá, en buenas manos y muy cerquita del templo en caso que necesite nuevamente del sacerdote.

Montó la mansa bestia. Apoyando el pie derecho en el estribo, de un brinco subí a las ancas del animal.  A pasos lentos y silenciosos fuimos tomando el camino por la vía del Chorro a subir por el pozo de las ánimas y arribar a la cumbre “quita-sombreros”. Atrás quedaban las calles solariegas, sólo algunos perros que regresaban tras sus amos a sus casas. Al pasar por los Pencos e Hicachita, donde hubo en tiempos ancestrales un cementero indígena, pregunté:

-Papá ¿y las ánimas no asustan, porque he oído cuentos de esos que ocurren en este lugar? ¿Que el diablo pelea con las almas? Él contestó. – No hijo, esos son cuentos. Ellas si vienen a visitarnos y escuchan nuestras plegarias.

De inmediato sacó de su bolsillo la camándula de pepas de risgua que le había regalado un fraile misionero en unas Cuarenta Horas. Comenzamos a rezar, lentamente pronunciábamos las avemarías, mientras a cada espacio lanzaba prolongados suspiros cargados de nostalgia.

Subimos la pendiente cuesta por un sinuoso camino tapizado de cascajo. Llegamos a curva de la baticola y nos aprestábamos para entrar en el túnel verde que formaban los encenillos, uvos y otros arbustos. Allí el camino se angostaba.  Las ramas de lado y lado se entrelazaban, formaban un arco de muchos metros de largo y por ende oscurecían más el camino.

El jinete debía agacharse para que las ramas no le quitaran el sobrero y arañaran la cara. En la mitad de ese largo túnel verde y fresco, había un pozo pequeño, de poca agua, pero clara y limpia.  A la orilla del camino y al lado una espacie de planada, apta para hacer una parada. Era costumbre bajar los difuntos en hombros y descansar en ese lugar, el preferido por el pozo de las ánimas.

La creencia afirmaba que las ánimas benditas solían tomar agua para aliviar el fuego candente del purgatorio. Cerca de esa diminuta mana de agua, quienes bajaban de las veredas con algún difunto descargaban el ataúd; el cortejo hacía una pausa para tomar algún refrigerio. Colocaban el finado muy cerca del aljibe. Luego retomaban el camino de descenso al poblado.

Al entrar a este túnel verde y oscuro, la bestia se detuvo y comenzó a estornudar, a patear con las extremidades delanteras. Escarbaba y botaba espumarajos, prefería girar sobre sí misma pero no daba un paso. Silvino, le dio dos latigazos y arrimó las espuelas a las verijas, pero el animal por ningún motivo quiso seguir.

De pronto del medio del túnel, se escuchó un murmullo como de rezos, cerca del pozo de las ánimas salieron tres diminutas candelillas, que avanzaron en dirección nuestra. Titilaban, encendían y apagaban. Eran las únicas luciérnagas de la noche.

Al llegar al frente de la yegua, se detuvieron y optaron por abrirse: dos volaron muy cerca, por la derecha y la otra por la izquierda, a su paso se sentía un viento helado, luego un silencio sepulcral. Segundos después, las candelillas se perdieron en el monte. De nuevo se oían rezos lejanos, lastimeros.  La yegua, sin orden alguna, continuó su viaje con lento y pausado caminar.

Al llegar a la curva quita-sombreros divisamos Buenavista. Allá en la distancia, apenas con dificultad, se percibía una tenue lucecita amarilla. Indicaba que allí estaba la casa de los viejos. En el pueblo las campanas tocaban a las ánimas, era un toque lento de la campana mayor cuyos dejos denotaban nostalgia, soledad, silencio. Este toque se daba a las ocho; la gente decía: “es hora de dormir porque mañana hay que madrugar”.

Llegamos a casa. Se desensilló la bestia y se le dio agua y se la dejó libre para que fuera voluntariamente a pastar en el Arrayanal. Silvino entró a la cocina, tomó su taza de sopa, casi fría, era su acostumbrada cena, a sorbos mezclados con suspiros y algunas lágrimas fue llegando a su fin. No pudimos dormir por el impacto de las tres lucecitas en el pozo de las ánimas.

A las tres noches siguientes murió Merceditas. Junto a su ataúd colocaron un gran vaso de agua. Su alma vendría a refrescarse.

 

Datos biográficos de Jerónimo GIL Otálora

Profesor Universitario por espacio de 44 años; Historiador, Presidente de la Academia de la Historia Eclesiástica de Boyacá; Miembro de Número de la Academia Boyacense de Historia. Miembro de Número de la Academia de Historia Eclesiástica de Bogotá; Miembro de Correspondiente de la Academia de Historia Eclesiástica de Colombia.

Licenciado en Filología e Idiomas (UPTC), Master en Literatura Comparada (Universidad de Oregón), Postgrado en Lingüística Aplicada, (Universidad de Leeds, Inglaterra). Investigador en Educación (área de Idiomas); Escritor y fundador de programas educativos y líder cívico.

Investigador

  • Miembro del equipo de investigadores del Proyecto: UPTC- COLCIENCIAS: El Episodio Comunicativo como Modelo de Capacitación en Inglés 1997, el cual fue valorado altamente favorable por COLCIENCIAS.
  • Investigador principal del proyecto: La Literatura en Lengua Extranjera: Una opción para la creatividad y Formación profesional, Proyecto: UPTC-IIFA, 1998.
  • Investigador principal del proyecto: Formación de un escritor Fluido y Coherente en una Lengua Extranjera Partiendo del análisis del Error.
  • Investigador en Historia, con énfasis en Biografías del clero Boyacense.

Escritor

Ha publicado más de 20 libros, folletos, y capítulos de libros. Destacándose

  • Jorge Monastoque Valero, Un Faro Luminoso en la Acción Social Católica, Jotamar, 2006
  • El Niño de Cucaita, Rafael Antonio Niño Munevar séxtuple campeón.
  • Historias de Vida que forjaron un Pueblo: Cucaita, 2003. Jotamar.
  • Apuntes Literarios. Tunja, Publicaciones UPTC
  • Un Hombre, Un Pueblo, Un Camino… Monseñor Vicente Israel Otálora. Tipografía Dulcinea, Bogotá. 2000.
  • Historia de la Arquidiócesis de Tunja, Bodas de oro. 2014.
  • De Cucaita a la Patagonia, Divertidas historias de un médico. Itedris, Arquidiócesis de Tunja, 2013.
  • Memorias de la Guerra verde, Papel trascendente de la Iglesia en la paz. Jotamar, 2017
  • Columnista del Periódico Puente Boyacense

Los escritores interesados en participar en este espacio dominical, deben enviar sus trabajos a nombre del escritor, Fabio José Saavedra Corredor, al correo: cuentopoesiaboyaca@gmail.com. La extensión del trabajo no debe exceder una cuartilla en fuente Arial 12. El tema es libre y se debe incluir adicionalmente una biografía básica (un párrafo) del autor.

Los criterios de selección estarán basados en la creatividad e innovación temática, el valor literario, redacción y manejo del lenguaje y aporte de este a la cultural regional.

Todos los domingos serán de Cuento y poesía, porque siempre hay algo que contar.