¿Para dónde va Boyacá?

La pregunta es sugestiva, todos quisiéramos saber para dónde vamos.

Por: Jorge Eduardo Londoño Ulloa
Exgobernador y senador boyacense.

Jorge Eduardo Londoño Ulloa, exgobernador y senador boyacense. Foto: Archivo Particular

En un acto de magia nos gustaría cerrar los ojos e imaginar un departamento lleno de prosperidad, en donde las niñas y niños pudieran nutrirse y jugar felices en parques construidos para la diversión y el aprendizaje lúdico de valores, idiomas y herramientas para la vida; un departamento en donde los jóvenes tuvieran la posibilidad de estudiar, no solo lo que les gusta sino aquello que produjera desarrollo y felicidad en sus comunidades.

Sería hermoso cerrar los ojos y ver un Boyacá en donde el imaginario colectivo estuviera lleno de optimismo, amor por la tierra y arraigo a toneles, un departamento del cual nadie quisiera salir porque allí se encuentran todas las posibilidades para crecer y realizarnos como personas; un departamento en donde el deporte, la salud y la convivencia nos permitieran ocuparnos menos de hacerle daño al prójimo y más de construir el futuro de nuestros hijos.

Sería hermoso cerrar los ojos y ver un Boyacá en donde el imaginario colectivo estuviera lleno de optimismo, amor por la tierra y arraigo a toneles. Foto: Archivo Particular

Qué lindo sería, en un suspiro lleno de hermosos perfumes, percibir un ambiente sano en donde el olor a montaña boyacense llenara de aire puro nuestros pulmones y en donde nuestros ojos reposados y vivaces pudieran descifrar la hermosura de esos verdes en donde campesinas y campesinos, como dijera el poeta, no labran la tierra sino esculpen el campo. Soñaríamos con vías pavimentadas a través de las cuales pudiéramos desplazarnos, no solo para degustar las escondidas riquezas de nuestra tierra si no para crear tejido social y construir una cultura diferente de armonía y trabajo colectivo.

Qué hermoso sería continuar en ese estado cataléptico parcial e imaginar una clase dirigente que convenciera con argumentos y pensamientos dialécticos y no con la intriga y el clientelismo, en donde la oposición fuera parte de una democracia que creciera con la crítica y no con las lisonjas que reparte el poder para permanecer en la impunidad, arropado por el manto del silencio testarudo y cómplice.

Qué lindo sería, en un suspiro lleno de hermosos perfumes, percibir un ambiente sano en donde el olor a montaña boyacense llenara de aire puro nuestros pulmones. Foto: Archivo Boyacá Siete Días

Qué hermoso soñar que las campesinas y los campesinos de nuestro terruño tuvieran acceso a la tecnología y que con solo oprimir una tecla pudieran acceder a los mercados del mundo, que vivieran en aldeas y no en aisladas casas en donde la violencia intrafamiliar y el consumo de alcohol esconden su recóndita soledad, que pudieran en las ferias y fiestas dedicarse a disfrutar la frugal gastronomía boyacense, a alegrar sus oídos al compás de una hermosa Carranga o un Bambuco Boyacense, ¡oh Dios! qué celestial sería que para esa época ya no existieran las corridas de toros en donde la sangre y la violencia ensangrientan y violentan nuestra adolorida patria.

Sería hermoso cerrar los ojos y ver un Boyacá en donde el imaginario colectivo estuviera lleno de optimismo, amor por la tierra y arraigo a toneles. Foto: Archivo Boyacá Siete Días.

Pero ya casi al despertar, y para no dejar inconcluso este hermoso sueño, trataría de construir una escena en donde las jovencitas y los jóvenes corrieran alborotados con su rebeldía juvenil por los teatros y los auditorios proponiendo ideas y escenificando sus sueños, al estilo de nuestros ancestros, esos bravos hombres que nos dieron la libertad y en donde nuestros mayores, al son de su experimentada y suave voz, impregnados de esa tranquilidad que solo da el tiempo, en parques y sitios públicos leyeran cuentos e historietas a nuestros niños rememorando la altivez de los héroes dé nuestra tierra.

Pero pensándolo bien, este sueño es algo que se ha iniciado a construir con interrupciones esporádicas, como la que estamos viviendo, pero que estamos seguros continuará. Ni la envidia, ni el pesimismo, ni mucho menos el egoísmo o la desesperanza podrán detenerlo.