Mijo, sumercé, piense antes de hablar – Fabio José Saavedra Corredor – #Columnista7días

Ese inolvidable viernes el virtuoso e incorruptible espíritu de Pedro Pascacio, detuvo su acostumbrada caminata por la curva del horizonte celestial; su rostro se veía entre sorprendido y disgustado, mientras se rascaba la abundante cabellera de la nuca, después de haber escuchado la noticia, que un senador con apellido de origen italiano estaba menospreciando la Batalla del Puente de Boyacá, mostrando que ignoraba la historia de Colombia y profanando la sagrada tierra donde se combatió con amor profundo por la patria, para lograr la libertad de la ominosa monarquía extranjera.

Con paso resuelto se dirigió en búsqueda de su general Bolívar, y con voz airada, le relató el malhadado suceso. El Libertador, con la parsimonia propia de los espíritus, que ya nada los sorprende,  y porque él ya estaba acostumbrado a los atentados septembrinos, se puso lentamente de pie, ajustó la espada a su ceñida cintura y acomodándose el gorro militar, se acercó  a su fiel Pedro Pascacio y poniéndole la mano derecha en el hombro le dijo,  -menos mal que no fue otro, el que capturó a Barreiro, si no se deja comprar por las monedas que le ofreció a usted, querido Pascacio- agregando sin detenerse, -desde Francisco Fernández Vignoni, tengo nefastos recuerdos-. Bolívar, después de apurar con dos grandes sorbos el agua de toronjil y cidrón que le había ofrecido Casilda, miró con el entrecejo fruncido a su estado mayor, con los que acostumbraba reunirse todos los viernes por la tarde, a disfrutar un entretenido juego del ancestral tejo y a recordar, entre suspiros, las viejas andanzas amorosas con las Ibáñez y las Hinojosa.

Sin haber definido los equipos de tejo, los jugadores estallaron en alborotada protesta, por el desacertado improperio recibido del pseudo padre de la patria, que claramente rayaba en los límites del agravio. El General Bolívar levantando los brazos impuso silencio y le concedió la palabra al general Carlos Soublette, su jefe de estado mayor,  quien después de tomar aire celestial y carraspear  aflojándose el cuello de la guerrera, expresó, -muy cierto, se trataba de indígenas, zambos, negros, criollos, mulatos y tropas inglesas que teníamos muchas limitaciones, pero éramos el ejército más valiente y convencido de sus ideales y lucha, igual a los que salen a protestar hoy, desposeídos y abusados por los políticos y gobiernos, además, todo quedó consignado en el parte de la Batalla del Puente de Boyacá-.

Toda la concurrencia asintió, inclinando la cabeza, y Soublette continuó, -mi General, si va a enviar a Pedro Pascacio a llevarle un comunicado de protesta a Benedetti, pueden sugerirle que consulte a la Academia de Historia Boyacense, a Eduardo Malagón, cuidador de nuestra historia, o al menos, que lea el libro de historia de bachillerato del Hermano Justo Ramón,  para que no siga cometiendo barbaridades históricas, tengo entendido que el susodicho fue Presidente del Senado de la República-, y cuadrándose militarmente solicitó permiso para ir a escoger su tejo.

A continuación,  el Libertador le concedió la palabra al más airado de todos, el espíritu del general Maza, quien se despachó en improperios contra la ignorancia injustificada del senador de marras,  y dijo, -desde que arribó a América, Matías Benedetti (hijo) , fijó sus ojos en las administración pública, en 1721 fue nombrado “Protector de Naturales de la Provincia de Cartagena”, algo similar al cargo actual de “Senador de la República Protector del Pueblo”, elegido para ser cuidador de los intereses del pueblo, no para desconocer los hechos determinantes de la historia, como decía mi abuela, “mijo, sumercé, piense antes de hablar”-, entonces el espíritu del general Maza terminó blandiendo la espada y con la voz entrecortada por la ira, optó por sentarse.

A continuación, Bolívar le concedió la palabra al hombre de las leyes, quien pausadamente sugirió decirle a Benedetti, – Senador, desconocer la historia es pobreza intelectual, la paz de los pueblos se basa en el respeto a la ley y la cultura histórica-, y luego, cuadrándose militarmente pidió permiso para ir a escoger tejo.

El Libertador llamó a su fiel amigo Pedro Pascacio, ordenándole montar en Palomo y partir de inmediato a llevarle la protesta histórica al irrespetuoso iconoclasta, no sin antes, pasar a recoger a su Manuelita y a Simona Amaya, que hacía días querían ir a rendir un homenaje al monumento, altar de la patria y patrimonio histórico de la nación por su bicentenario, y también pedirles a los historiadores que unan esfuerzos con el pueblo para no dejar menoscabar y desconocer lo propio.