Pedir perdón – #Pregones – Ricardo Gabriel Cipagauta Gómez – @ricardocipago

Desde muy niños se nos impuso en la memoria, en la educación, en el hogar y en los lugares públicos el tener que “pedir perdón” siempre ligado o mezclado, casi desfigurado o mejor buscando que ése pedir se tradujera en presentar, ofrecer o hasta demostrarlo.

Ya por estos días, y desde la llegada de los acuerdos del Teatro Colón, hace parte de una forma de reconocer y en público ganar en los intríngulis o niveles de poder, de opinión, de medios y hasta de sentimientos colectivos el que sea para que la contraparte u oposición vea que se tiene el deseo de llegar a que los hechos de barbarie no tengan perdón y olvido, sino de reconocer que se cometieron, se endilgaron, se dejaron víctimas o deben tener un mínimo de reparación que hace parte de unas formas mancomunadas a que la sociedad así lo reconoce.

Quienes son los familiares o los que sufrieron los vejámenes de cualesquiera de las partes, de individuos o colectivos, de 3 o más letras, desde la institucionalidad y desde las esferas del Estado todos han encontrado que parte de su “reparación” es ese “pedir perdón”, pero fuera del valor simbólico, sincero, expresivo, emotivo y hasta doloroso debe haber el complemento de la verdad, que no sea para ganarse unos adeptos, seguidores o puntos en las decisiones.

Se hace con el fin de curar o sanar culpas, no es signo de debilidad o supremacía o arrogancia disfrazada de oportunismo, es la forma que hemos encontrado en el entorno social humano para que como pares nos regocijemos con esas expresiones y en esos momentos tan difíciles de sobrellevar, superar o perdonar… “Lo siento, me equivoqué y no lo vuelo a hacer”, así se hace.

No más rabias, rencores, odios o envidias se pregonan, pero quienes lideran procesos no pareciera que lo tienen claro o a lo mejor saben que es la más eficaz “arma” para ganar seguidores, polarizar y hasta emerger en momentos que ya buscan ser los candidatos.

Algo no funciona en los momentos decisivos de llevar el mensaje, se trunca en el camino y llega distorsionado. Y vuelve el círculo vicioso de ser los medios los culpables de no dejar ser efectivos en la búsqueda del reencuentro de la sociedad, y por ello también llamados al perdón.

Lograr la gracias divina, la terrenal y la superior es poder decir no lo vuelvo a hacer… y cumplirlo.

Las ansias de venganza o de tomar justicia por mano propia ya nos ha demostrado a qué se llega, a qué nos estamos encaminando,  o nos quieren llevar. La sensatez es parte de la fórmula ideal.

Ofrecer disculpas, con demostraciones de arrepentimiento hacia quienes se quedan para con su dolor llevar por siempre a sus deudos, es parte de ese pedir expreso o tácito y que con una pandemia no encontramos a quién o cómo hacerlo, y con esa indisciplina que fue moldeada para que a punta de perdones pudiéramos seguir por nuestro paso por la vida, ya no tiene perdón.

Que desde los atriles se pida que debamos pedir perdón eso ya no tiene… pero lo que con corazón se hace es mejor que con palabras rimbombantes o populismos. Ahí perdonarán y YA.