Del barro al acero… ¿y ahora del acero a dónde?

Sogamoso, proveniente de Suamox, nombre del cacique de esta tierra, fue el vocablo utilizado por los españoles para bautizar al más bello de los valles descubiertos en el proceso colonizador: Iraka, el valle sagrado de todo un imperio, la tierra elegida por Nemqueteba, Sadigua o el Bochika para fundar el centro de la suprema religión.

Por: Mauricio Barón Granados, expersonero de Sogamoso

No fuimos la sociedad de las luchas o imposición de la fuerza, por eso, nunca fue necesario la construcción de grandes fortificaciones para defensa o cuidado, tampoco se hizo necesario adornar la comarca con ningún tipo de escultura o estructura para engrandecer al pueblo. El gran valle de Iraka brillaba con luz propia; era la capital religiosa y política de todo un imperio. El Pueblo de la mística astrológica, de la paja, el barro, la arcilla y el arte de las mantas, por eso fue tan fácil que el soplo de la conquista o la invasión lo borrara todo e impusiera en estas tierras un nuevo orden.

Cuando se conmemora el 6 de septiembre, fecha en la cual la ciudad fuera erigida como Villa Republicana, la primera reflexión que hacemos es que esta no es la fecha de fundación de la ciudad: ya mucho antes, por lo menos 5 edades antes de la conquista, como lo determinó el pueblo chibcha, ya existía el gran valle de Iraka, luego lo conoceríamos como Sogamoso, y esto es importante porque debemos seguir tratando de escudriñar en nuestras raíces y recuperar nuestro verdadero pasado.

Sin embargo, el hito que marca el 6 de septiembre como nacimiento de nuestra época republicana, es importante y fundamental para tomarla como medida, para reflexionar sobre nuestra ciudad, para verificar cómo hemos venido edificando una sociedad organizada y como la proyectaremos en el futuro.

Sogamoso en la historia reciente tuvo un momento de esplendor atado a la existencia y construcción de un importante y estratégico proyecto para la nación.

Así, para la segunda mitad del siglo XX con la construcción de Acerías Paz del Río se convirtió nuestra tierra en la capital siderúrgica de Colombia, haciendo el paso de una sociedad feudal, agricultora y pastoril a abrir las puertas de la industrialización.

Acerías Paz del Río durante su etapa de construcción a mediados del siglo XX. Foto: archivo particular
Acerías Paz del Río durante su etapa de construcción a mediados del siglo XX. Foto: archivo particular

La factoría, inaugurada el 13 de octubre de 1954, significó el crecimiento y desarrollo de nuestra ciudad y de la región. Solo para reflexionar sobre este particular: en 1950 se emplearon 13.000 trabajadores para la construcción del proyecto, casi el 50% de la población de la ciudad en ese momento. Hacia 1954 el personal que laboraba en la siderúrgica era de aproximadamente 4.921 trabajadores, de los cuales 3.650 eran boyacenses, representando un 74% de los laboriosos.

Una década después, para 1966, de un total de 7.096 trabajadores, laboraban 5.570 boyacenses, representando esta cifra un 78% de la población laboral de la planta. Esta situación demostró́ una naturaleza endógena del fenómeno de participación poblacional en este sector económico, desde su mismo inicio, ya que, al comenzar la producción de junio de 1954, el 96% de su personal llegó a representar el 2% de la población ocupada del departamento y el 45% de la correspondiente a la ciudad de Sogamoso (Datos obtenidos de los estudios de Leonardo León Rivera. Univ. Nacional)

Para el año 2002, el número de empleados no sobrepasaba los 5.500 y hoy no alcanza a superar el millar. Con lo cual, la gran revolución que convirtió a un pueblo agricultor pastoril, en obrero e industrial sufre una gran depresión, que comenzó con las dificultades generadas por la apertura económica de la década de los 90 y que ha venido siendo acentuada porque no hemos sido conducidos hacia la búsqueda de una nueva vocación que nos permita recuperar la prosperidad.

Lo anterior se suma a los fenómenos políticos de malos o incluso pésimos gobiernos locales que han fracasado por el desconocimiento de lo público, la soberbia, los altos y crecientes fenómenos de corrupción o el mero abuso del poder, con lo que nuestra ciudad se ha visto sumida en un retroceso permanente que en ocasiones pone a la ciudadanía en un callejón sin salida en donde el desempleo, la desesperanza y la pobreza atropellan sin clamor.
Hoy, con 210 años de Villa Republicana y una vasta y rica historia precolombina, podemos encontrar en lo más profundo de nuestra historia una carta de salvación.

Réplicas del Templo del Sol y de las viviendas de los muiscas en la tierra sagrada de ellos: Suamox. Foto: archivo particular
Réplicas del Templo del Sol y de las viviendas de los muiscas en la tierra sagrada de ellos: Suamox. Foto: archivo particular

Nuestra historia chibcha, la llegada de poblaciones nómadas desde el sur del continente en busca del lugar sagrado para la adoración al sol, encontró en nuestro gran valle el sitio para la religión y el sacrificio, con ello, la edificación de una sociedad y una cultura que tanto legado dejó y que hoy puede ser el más y mejor atractivo para forasteros aventureros que hacen turismo.

Esto acompañado de un ejercicio de coordinación política que nos permita ofrecer toda nuestra provincia en la que se puede conjugar el agua con nuestro gran lago de Tota, la artesanía telar en Nobsa, la bella arquitectura religiosa de Monguí, la gastronomía dulce de Iza, la belleza colonial de Tibasosa, etcétera, todo un sinfín de atractivos que organizados y ofertados de manera adecuada nos puede generar nuevas vocaciones económicas y permitirle a la sociedad liberarse del yugo politiquero de la burocracia como único medio de subsistencia con el empleo estatal.

Al final del día, no nos queda más que la cruda realidad por la que estamos pasando, la realidad de haber sido mucho y estar ahora en crisis, pero aún existe la esperanza para que nuevos liderazgos puedan orientar los destinos de estas tierras y de este pueblo con el único objetivo de devolverle a este valle y nuestra ciudad el sitio de honor que tuvo bien en su época precolombina o en la época de su esplendor industrial, y ahí estaremos para ayudar.

Feliz 6 de septiembre.