Vigencia de Vargas Vila – Fabio José Saavedra Corredor – #Columnista7días

La abuela Matilde permanecía sentada en la mecedora, mientras disfrutaba el letargo que todos los días invadía sus sentidos, en las horas cercanas al ocaso, a través  de los párpados entrecerrados vio como el viento entraba por la ventana abierta, emprendiendo una improvisada danza con los velos de las cortinas, lo que dio origen a un ambiente fantasmal, como si los espíritus callejeros huyeran de su entorno, para encontrar albergue en la seguridad de la casa, y así, huir de los horrores que venían sucediendo hacía algún tiempo en los caminos y veredas de los pueblos.

Entonces, ella recordó sus lecturas de adolescente y trajo a su memoria a José María Vargas Vila y su obra, “Los divinos y los humanos”, la que literalmente inicia con esta verdad: “es bello pensar en la muerte cuando se ha agotado todo lo que hay de bello en los jardines de la vida”, frase que había germinado en el pensamiento liberal del escritor, en la época cuando debió exiliarse a causa de la persecución de algunos gobiernos americanos.

La abuela Matilde concluyó, que el pensamiento vargasvilesco era universal y que tendría vigencia en todos los tiempos, especialmente en los actuales derroteros de nuestro país, en donde el valor de la vida ha sido invertido, a tal punto que hoy impera la muerte, en esta sociedad que navega en las ansias desaforadas de tener y poder  como máxima ilusión de la vida, al extremo que los poderosos enceguecidos por la ambición y la avaricia, sin ningún escrúpulo toman decisiones sobre las vidas ajenas.

faMatilde pensó, que como ella, muchos agradecían todas las mañanas al Creador, por la existencia y por el nuevo día, pero que nadie podía asegurar que llegaría vivo a la noche, porque algún maniático poderoso había decidido que uno estorbaba en su camino, y su conclusión le arrancó un suspiro, recordando que en la década de 1960 asesinaron a un señor en el Alto de la Mona, y su muerte se convirtió en noticia local y nacional, conmoviendo a todos los niveles de la sociedad por un largo tiempo, pero hoy la muerte se empoderó del día a día de todos, de tal manera que una masacre no conmueve a nadie, porque el dolor ya hizo callo en las conciencias y en los índices gatilleros de los que también mataron sus sentimientos y actúan con la frialdad de una fosa en el cementerio.

La noble dama se pasó la mano suavemente por la blanca cabellera y acarició su frente, preocupada por la noticia que había escuchado al medio día, cuando el gobierno dijo, que las masacres debían llamarse homicidios colectivos, como si un eufemismo o una analogía minimizarán la gravedad de una masacre, donde se atropella con premeditación y sevicia a seres indefensos, disminuyeran el dolor de las familias o mitigarán la pérdida irreparable de sus seres queridos.